VIERNES 20 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Autobiografía de Marilyn Manson Ť
Juan José Olivares Ť La larga huida del infierno. Marilyn Manson con Neil Strauss es un libro autobiográfico que profundiza en una de las efigies musicales más polémicas de los últimos años. Este libro editado por Grijalbo pronto estará en circulación.
Manson muestra su interior, lo exterioriza, lo comercializa; cuenta su metamorfosis: de un niño formado con los preceptos del cristianismo a un monstruo que se ha autoflagelado en 400 ocasiones y que alimenta el morbo por medio de su estética gore y la rabia de su música, mezcla de metal, tecno y basura. Relata también acerca de su relación con artistas de moda, de su introducción al averno de la cárcel, de la vida de un irreverente de la vida...
La búsqueda del dios interior
La narración de su vertiginosa existencia la divide en tres partes:
Su infancia (Cuando era un gusano), en la que explica inconscientemente el origen de la mayoría de todos sus deseos carnales, como su obsesión por el sexo y su radicalidad andrógina. El despertar a la idea fundamental de la religión, que fue la antítesis de su creencia.
Su adolescencia (Deformografía), en la que recuerda los inicios desafortunados de su vida como escritor incomprendido y de su frustración como periodista. Se reproducen algunas de las piezas líricas que enviaba a las redacciones de algunas revistas y de su despertar hacia la música, no obstante que desde su puericia era un gran melómano del rock.
Su ingreso al estrellato (Cómo me salieron alas), en la que relata el desprendimiento de su dios interior que reflejó todas las frustraciones y venganzas sociales, hasta llegar al límite de increpar y sobreponer la existencia de su primer ataque sicológico de su niñez, como él mismo lo decía: Jesucristo. De hecho se constituyó y se autonombró Anticristo superestrella, que plasmó en el disco homónimo.
Este documento encierra además una gran gama de imágenes inéditas que explican en detalle lo escrito y la descripción de su vida. Lo acompañan testimonios, sus trabajos editados y todo lo circundante a la formación de su imagen.
El infierno del cristianismo y el cielo de los excesos
La palabra infierno siempre acompaña a Manson.
''El infierno: eso era para mí el sótano de mi abuelo. Apestaba como un lavabo público y estaba igual de guarro''. Así inicia el libro, con esta explicación del sitio que se convirtió en el nirvana personal de un muchacho ''flacucho y pecoso'' que buscaba introducirse en el mundo de su abuelo Jack Warner, un amante del material porno (consoladores, revistas y ropa interior femenina), con el propósito de masturbarse; y el de su abuela, una ama de casa normal, adicta a las pastillas.
Al entrar a la Escuela de Herencia Cristiana se dio cuenta de que su convicción era la contraria a la inculcada en el colegio. "Empecé a tener pesadillas, que sigo teniendo ahora. Estaba aterrorizado por la idea del Anticristo. Me obsesioné tanto que empecé a ver filmes como El exorcista y La profecía, y a leer libros como Nostradamus. 1984 y El ladrón de la noche, en el que cortaban la cabeza a quien no trajera el 666 tatuado".
Con inquietudes literarias, comenzó a elaborar textos en la escuela y a organizar su ''botiquín kuwatch de auxilios sexuales'' (que contenía un látigo y un aplastapezones, entre otras cosas relacionadas con el sado). Cuando descubrieron los artefactos, tuvo su reprimenda "cristiana": tres azotes.
Conoció a un chico que le influyó en la música que estaba prohibida: Black Sabbat, Led Zeppelin y Alice Cooper. Y su introducción a otro mundo, al probar por primera vez un cigarro de mota.
''Descubrí que a mí sólo me interesaba la música rock y el sexo. Y en cuanto cambié de escuela todo estaba allí: sexo, drogas y lo oculto''.
Fornicaba con todas las chicas que se le ponían enfrente. Incluso fue golpeado por andar con una. La golpiza le provocó una afección que le dejó la mandíbula llena de acné y tullida.
Su estilo literario crecería al mismo tiempo que él. Envió varios cuentos y poemas a diversos diarios y revistas; algunos tuvieron éxito, y otros, la mayoría, no.
"En el silencio de madera, fornicadores con sus genuflexiones buscan penitencia e
idealista de dientes postizos
echan ofrendas en el platillo para futuros rendimientos...'', dictaba un poema. Y la criatura se hacia real en forma de periodista bajo el nombre real, Brian Warner; un periodista que disfrutaba escribir de música y cosas bizarras que se consideró siempre frustrado: ''Marilyn Manson era el protagonista perfecto de un cuento para un escritor frustrado''.
Sin embargo, para este creador y lector de poesía la suerte le cambiaría cuando descubrió que su voz encajaría más en la música pesada. Warner relata cómo encontró por casualidad a los integrantes de su primera banda Los Spooky Kids (Los chicos espeluznantes) y cómo surgió su amor por el nombre Manson, que a la postre sería la clave del éxito:
''Manson era un filósofo dotado, más elevado en el ámbito intelectual que los que lo condenaron. Pero al mismo tiempo, su inteligencia le confería un aire excéntrico y loco, porque los extremos no encajan en lo que la sociedad define como normalidad''. Así quedaría marcada su historia de extremos en la creación de su música y su vida personal. Como lo dice, se dio cuenta de que podía explotar esa imagen extravagante con el alud de sus ideas y su exteriorización artística. Hasta llegar a una popularidad incrementada por la elaboración de una buena banda de rock que saborea el éxito de los emporios disqueros y televisivos.
Sexo, drogas y roncanrol
Sobre la homosexualidad y la drogadicción, dice:
''He mamado pollas a varios hombres (aunque no sea gay), cuando muchos heteros no se atreven a admitirlo que lo han hecho o que les gustaría. Eres gay si besas a un hombre y se pone cachondo, y no lo eres a menos que tú también te pongas cachondo. En el caso de la droga: si usas un pajita en vez de un billete de dólar enrollado, eres un drogadicto, o si la mera mención de la cocaína te provoca gases o verla te hace cagar''.
Describe el sacrificio de los pollos, que en realidad fue incidental, y que fue causal para ''las difamaciones'' de las asociaciones de padres de familia ("he presenciado como Manson invocaba al sacrificio de vírgenes y todos los niños del concierto eran empujados hacia adelante por el público para ofrecerlos a Satán'', afirmó alguna vez un mentor).
Habla de su relación con Trent Reznor, que se enturbió luego de que la banda de éste (Nine Inch Nails) abusó de Marilyn Manson cuando él y su grupo eran los teloneros.
Hasta que lograron su propio lugar, su propio espacio y el reconocimiento de gente con visiones artísticas superiores, como el director David Lynch.
Menciona sus giras, sus éxitos y sus fracasos, que viajaban paralelamente a su consumo excesivo de drogas y sexo.
Remata y cierra el libro curiosamente con el concierto efectuado en México, en el que ya era venerado como un dios, como el Anticristo:
''17 de septiembre. La actuación de esta noche fue un desastre, un alivio, un fiasco, una encerrona mexicana y un atracón loco de drogas. Twiggy se rajó la mano en la última rola cuando destrozaba el bajo. Todo era hasta el mínimo detalle de rocanrol y el mínimo detalle de todo lo que representábamos. Veo que ya América, Nothing Records, nuestros amigos y los medios de comunicación han percibido esto como la cima de nuestra carrera. Por desgracia para ellos, sólo es el comienzo...".