JUEVES 19 DE OCTUBRE DE 2000

Ť Sus cultivos de coca, los más extensos del mundo


Putumayo será el primer laboratorio del Plan Colombia

Ť La zona lleva 27 días en "estado de sitio" por orden de las FARC

Blanche Petrich, enviada, San José, Costa Rica, 18 de octubre Ť El departamento sureño de Putumayo, en plena selva amazónica y frontera con Ecuador, está destinado a ser el primer laboratorio del Plan Colombia, marcado en los planes estratégicos como área prioritaria en las acciones masivas de erradicación forzosa de cultivos ilícitos. En pocos meses se espera un ataque masivo en contra de sus plantaciones de coca, las más grandes del mundo. Como preludio a esta acción, la zona vive desde hace 27 días un estado de sitio impuesto por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Casa de los indios inga, kofanes y kamsas (y etnias más pequeñas, a punto de extinción, como los nukak makú), la región es un elocuente ejemplo de cómo la población civil queda atrapada en medio del fuego múltiple.

A principios de los 90, mediante políticas intensivas de fumigación, Estados Unidos logró reducir drásticamente los cultivos de coca en Perú y Bolivia. Presentado como un "éxito", el golpe no tardó en revertirse. Con la vuelta de los años este cultivo se expandió y multiplicó en la selva colombiana. En Putumayo hay entre 40 y 50 mil hectáreas de coca, las plantaciones más grandes del mundo. Se estima que 70 por ciento de la población está involucrada y se beneficia, directa o indirectamente, de las cosechas de la hoja. Sin embargo, el departamento no ha dejado de ser rural y pobre.

Poco antes de la llegada de la coca y sus acompañantes, los laboratorios clandestinos, las FARC se habían asentado en los departamentos de la Amazonia, de gran valor estratégico para la lucha armada por sus condiciones y sus vías fluviales. La expansión guerrillera trajo irremediablemente la presencia de los paramilitares, llamados Autodefensas, bajo el mando de su comandante Gustavo Gómez. Y con ellos llegaron las grandes masacres de campesinos, a partir de 1997.

En los últimos meses los paras ocuparon importantes centros urbanos del departamento de Putumayo (Puerto Asís, La Hormiga, El Dorado, El Tigre) y la Guainía. Se les atribuyen dos objetivos: cortar el paso en corredores estratégicos de las FARC y disputarle a los insurgentes territorios con cultivos de coca.

En respuesta, las FARC impusieron hoy hace ya 27 días un "paro armado" que mantiene prácticamente sitiado este enclave selvático, sin movimiento por las carreteras y vías fluviales, sin comunicaciones ni actividad comercial y económica. La guerrilla busca con esta acción que el gobierno de Andrés Pastrana se pronuncie en contra de la ocupación paramilitar, con lo cual se pondría a prueba el delicado vínculo que une a las fuerzas armadas con los grupos de extrema derecha.

El gobernador de Putumayo, Jorge Devia Murcia, mueve sus piezas en un margen muy estrecho. Por un lado, "pide muy comedidamente" a las FARC que levanten el paro por razones humanitarias. Pero está impedido legalmente para negociar en forma directa por los rebeldes, ya que el gobierno de Pastrana se ha negado sistemáticamente a descentralizar la mecánica de las mesas de diálogo con la guerrilla por temor a ceder demasiado control a las autoridades locales de las regiones donde operan los insurgentes. Sabe, y lo dice, que el ejército no moverá un dedo en contra de los paras. "Ninguna solución puede avanzar en este sentido por el maridaje que existe entre ellos".

Colmo de las paradojas, Devia no puede negociar con el comandante Joaquín, del Frente Sur de las FARC, el levantamiento del cerco que asfixia a su departamento a pesar de que, forzados por las circunstancias, rebeldes y autoridades suelen tener buenos niveles de interlocución en muchos asuntos que afectan la vida cotidiana de la población. Un caso notable de este grado de interlocución es que en algunos municipios se han logrado acuerdos exitosos entre campesinos cocaleros, guerrilleros y gobernantes locales para emprender, por cuenta propia y con un raquítico apoyo federal, acciones de erradicación de coca por medios manuales, graduales y verificables.

La autoridad local tampoco puede negociar con los paramilitares porque sabe que éstos no actúan a espaldas del ejército, sino con pleno conocimiento -y reconocimiento- de sus oficiales.

Como toda respuesta gubernamental a los desesperados llamados de los putumayenses, la fuerza armada envió en días recientes nuevos contingentes militares para reforzar los dos cuarteles que flanquean el puesto de mando de los paramilitares. El gobernador comenta con amargura: "Estos refuerzos de nada sirven".

Sólo le queda esperar que sean escuchados sus comedidos llamados a las FARC, a los paramilitares y al gobierno en Bogotá, para que se respete a la población civil. "Y este es apenas un preámbulo de lo que puede pasar en Putumayo, una vez que empiecen las acciones ofensivas de las policías antinarcóticos, entrenadas y armadas por Estados Unidos, en la fase represiva de las fumigaciones contra los campos de droga", concluye Devia.

Mientras tanto, por la frontera de Ecuador continúa la sangría de desplazados (suman más de 2 millones en todo el territorio colombiano). En los últimos días cruzaron la frontera hacia el sur mil indios kofanes, "quizás abandonando sus tierras para siempre", señala Edilberto Impachí, coordinador de derechos humanos de la Organización Nacional Indígena de Colombia.

Al parecer desvanecerse, para los indios, es la única forma de evadir el cerco de todos los fuegos que se han abatido sobre su territorio ancestral.