JUEVES 19 DE OCTUBRE DE 2000

 

Ť Sami David Ť

El edén subvertido

Al amparo de la democracia, la intolerancia amenaza con resquebrajar los cimientos de la voluntad popular. Barbarie, confrontación, son los marcados síntomas de una lección no aprendida. Y en Tabasco el electorado acudió a las urnas consciente de su deber, de sus derechos y obligaciones. Y ese sufragio, en aras de la legitimidad, de la gobernabilidad, debe respetarse. No es válida la intromisión de quienes, desde la manoseada perspectiva partidista, aseguran que el PRI obtuvo el triunfo a través de la coacción, de diversas triquiñuelas. La democracia, arguyen, existe cuando triunfa la oposición. Y el PRI, así lo anhelan, así lo exigen con la fuerza de la intemperancia, será el eterno perdedor, y quien finalmente demuestre su voluntad democrática.

No es prudente jugar con fuego. Las posibilidades de que se retroceda ante lo ganado es un riesgo que los mexicanos no debemos permitir. A nadie le conviene una confrontación poselectoral. Los tabasqueños han sufragado. Y el voto debe respetarse. Si la voluntad popular decidió manifestarse a favor de Manuel Andrade, aunque sea por un voto, debe aceptarse sin subterfugios. No es prudente hacer a un lado una decisión colectiva, mayoritaria. Y la mayoría, según las reglas democráticas, se impone, aunque sea por un margen mínimo.

Desconocer la mayoría alcanzada por el candidato del PRI al gobierno de Tabasco es tanto como desestimar la participación ciudadana. Se deben respetar los espacios políticos ganados mediante el sufragio. Las reglas han sido muy claras, y aceptadas, por los contendientes. La ciudadanización de los organismos electorales permite vislumbrar la seriedad de este proceso. La voluntad de la gente no es una ficción. La democracia en México constituye un proceso irreversible. Y no es posible marchar en sentido contrario a la historia.

La sociedad civil ya no puede permanecer impasible. El ciudadano activo, según la concepción de Bobbio, ya es una realidad en nuestro país. Pero esto no significa que deba defender el sufragio con la fuerza de los palos. Ello no significa que los simpatizantes del PRD defiendan su segunda posición con los puños, con actitudes violentas, porque entonces, de acuerdo con esta falsa premisa, los priístas deben hacer otro tanto para respaldar al hasta ahora virtual triunfador Andrade. Prudencia, tolerancia, mesura, son los elementos que deben prevalecer.

En aras de la legalidad, en aras de la gobernabilidad, la dirigencia perredista debe reflexionar antes de lanzar a sus simpatizantes a terribles acciones que sólo deteriorarían el entramado democrático de nuestro país. El ansia de poder no debe obnubilar a ningún dirigente. La política también se sustenta en la ética, en actitudes propias que marca la sensibilidad social, el bien común. Si el PRI se ha propuesto acompañar la transición democrática de nuestro país, el PRD, y cualesquiera de las instituciones políticas, también deben realizar su trabajo en esta misma dirección.

La transición democrática ofrece diversas vías. Una de ellas es la flexibilidad a fin de forjar estos nuevos espacios de expresión ciudadana, y la imaginación para que, desde nuestras trincheras particulares, desde nuestro ámbito de trabajo, pugnemos por devolver a los militantes, a los simpatizantes, a la ciudadanía, el equilibrio necesario para restablecer un proyecto político-social acorde con nuestros tiempos. Tabasco no debe ser el edén subvertido, sino el camino que debe transitar la tolerancia, la legalidad. Es necesario que el PRD demuestre sensatez y sensibilidad, para que la voluntad ciudadana no sea atropellada y la democracia vuelva a tomar el impulso que ya ha conseguido.