JUEVES 19 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Marcos Roitman Rosenmann Ť
Las políticas de flexibilidad del trabajo /II
El debate sobre estilos de desarrollo capitalista ha fluctuado entre una visión negativa y otra positiva de la intervención pública. Sus márgenes han sido éstos. Es un debate interno, dependiente del proceso de acumulación de capital y las relaciones de producción capitalistas. Se discuten las formas más apropiadas para organizar la producción y las relaciones capital-trabajo. No es un proceso destinado a combatir las relaciones de explotación, sino a aplicar criterios de eficiencia y racionalidad en los procesos productivos. De tal manera que se trata de organizar e imponer formas de trabajo y salariales adecuadas al proyecto dominante. Es decir: 1) organizar el proceso de trabajo; 2) establecer la jerarquía de las cualificaciones; 3) determinar la movilidad de los trabajadores (dentro y fuera de la empresa); 4) definir el principio de formación del salario-directo e indirecto; y 5) establecer las formas de utilización de la renta salarial. Estos cinco elementos están en la base del debate sobre la flexibilidad del trabajo.
La discusión no es nueva en América Latina. Sin embargo, llamaré la atención a quienes han sido sus impulsores y exponentes teóricos. Asimismo veremos las consecuencias de seguir esta política de flexibilización del trabajo.
Curiosamente, tenemos que decir que fueron los grupos de economistas chilenos, ligados a los postulados de Hayeck y Von Mises, quienes emprendieron en América Latina esta nueva cruzada refundacional. No se trataba de los criterios monetarios de Friedman como se ha querido presentar. "Su influencia fue testimonial, el libro Capitalismo y libertad marca, aunque su viabilidad política a esa altura era improbable", dirán sus propios alumnos.
A fines de los años cincuenta, en Chile comenzó a fraguarse una escuela de pensamiento económico refundacional del poder político y de la racionalidad económica. Se trataba de crear una nueva ciudadanía y un nuevo orden social. Sus impulsores, entre otros, fueron Sergio de Castro, Pablo Baraona, Ernesto Fontaine, Sergio de la Cuadra o Jorge Larrain. Todos, artífices de las reformas económicas del gobierno militar de Pinochet, quien tuvo en su mesa de trabajo el 12 de septiembre de 1973, las reflexiones que durante un lustro y medio habían fraguado sus redactores.
El ladrillo cambió el curso de los acontecimientos. Hubo metas y objetivos. El diagnóstico era claro. Tal y como reza su capítulo I los problemas más sobresalientes eran: baja tasa de crecimiento, estatismo exagerado, escasez de empleos productivos, inflación, atraso agrícola y existencia de condiciones de extrema pobreza. Según sus autores provocan efectos no deseables como: mala asignación de los recursos productivos, limitado desarrollo del sector externo, baja tasa de crecimiento de los recursos productivos, déficit fiscales, acción indebida de grupos poderosos, mal uso del poder político, cambio frecuente de políticas económicas y déficit de abastecimiento alimenticio.
ƑQué solución proponen? "La solución integral de este problema debe venir por tres vías complementarias. La primera, a través de un cambio cuantitativo y cualitativo en el proceso educacional; la segunda a través de la obtención de una alta tasa de desarrollo económico que aumente por sí sola la demanda por trabajo, y la tercera, a través de políticas económicas que rebajen el alto costo del trabajo".
šYa tenemos los criterios! Flexibilidad laboral y baja salarial como mecanismos de acumulación. Bien, como ellos mismos señalan, el gobierno militar en Chile antes que Reagan y Thatcher impulsaron la transformación. No es extraño que sus creadores sean hoy asesores de gobiernos tan dispares como los de Putin, Aznar, Bleir, y con anterioridad de Felipe González y Mitterrand. En esta situación no es difícil entender la esquizofrenia que se produce tras la caída de las dictaduras militares. Cambio en lo político, convergencia en lo económico. Dicho postulado se constituye como un principio inamovible. Hasta hoy, se alaban los resultados del cambio económico. Irónicamente, será un socialista español, quien dirá que el costo político en vidas humanas no es tanto en comparación a los éxitos económicos. La historia se reinterpreta. Fue la violencia política y la inestabilidad económica lo que obligó a la actuación de las fuerzas armadas.
La flexibilidad del trabajo se impone como criterio para abordar las transformaciones en las relaciones sociolaborales. Sin embargo, la interpretación fundada en criterios de eficiencia y racionalidad deja de lado un aspecto básico del problema. El trabajo como parte constituyente de la identidad del sujeto social. La visión actual, sobre la cual se construyen las políticas de flexibilidad salarial y laboral tiende a crear un poliformismo en los modos de contratación laboral y en los mecanismos salariales que hacen de la flexibilidad en el trabajo el mejor camino para la exclusión social. Así, reconocer el poliformismo en las formas laborales no conlleva asumir los criterios políticos del neoliberalismo. En su texto: Reinventar la democracia, Boaventura de Sousa Santos, es claro:
"En este ámbito, el reconocimiento de los distintos tipos de trabajo sólo es democrático en la medida en que crea en cada uno de esos tipos un nivel mínimo de inclusión. Es decir, el poliformismo del trabajo sólo es aceptable si el trabajo sigue siendo un criterio de inclusión. Se sabe, sin embargo, que el capital global ha usado las formas atípicas de trabajo como recurso encubierto para convertir al trabajo en un criterio de exclusión. Esto ocurre cada vez que los trabajadores no consiguen superar con su salario el umbral de la pobreza. En estos casos el reconocimiento del poliformismo del trabajo, lejos de constituirse en un ejercicio democrático, avala un acto de fascismo contractual".