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México, D.F. miércoles 18 de octubre de 2000 
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Editorial
 
 PLAN COLOMBIA: EL "NO" DE LA SOCIEDAD 

SOL Se realiza en estos días, en la capital costarricense, un importante encuentro protagonizado por organizaciones civiles de Colombia, al que asisten también representantes de 37 países y delegados oficiales de Santafé de Bogotá, Washington y la ONU. 

En la reunión, denominada Conferencia Internacional sobre la Paz en Colombia, que tiene como propósito central impulsar una pacificación sólida y fructífera en esa nación sudamericana, se ha generado un amplio acuerdo de rechazo a la aplicación del llamado Plan Colombia, ideado por el gobierno estadunidense --y aceptado por el colombiano-- para erradicar los cultivos de hoja de coca y el narcotráfico y aliviar la pobreza rural. 

Desde muy diversas perspectivas, individuos y agrupaciones sociales, agrarias, sindicales, indígenas, ambientalistas, religiosas y políticas han señalado los graves peligros que entrañaría la puesta en práctica del plan referido, así como las inconsistencias lógicas y los presupuestos falsos de tal programa. Es pertinente, al respecto, detenerse en tres de los puntos más riesgosos de ese plan. 

Para empezar, el Plan Colombia es, entre otras cosas, una propuesta de intervención militar de Estados Unidos en la nación andina, con el consiguiente envío masivo de recursos bélicos. Tal perspectiva difícilmente podría ser considerada una contribución a la paz, y generaría, por el contrario, una serie de complicaciones adicionales en el complejísimo entorno de la violencia en Colombia; una de ellas sería la internacionalización y el desborde del conflicto de las fronteras colombianas. Es significativa, a este respecto, la cautela, si no el rechazo frontal, de diversos gobiernos de la región --Venezuela, Brasil, Ecuador-- al Plan Colombia. 

Por otra parte, el programa establece la erradicación de cultivos de hoja de coca --de los que subsisten cerca de 300 mil familias campesinas-- sin ofrecer, a cambio, acciones específicas ni suficientes de desarrollo regional ni de creación de fuentes de empleo para los cocaleros. Así, el Plan Colombia constituye la semilla de un conflicto social de grandes proporciones que, a la postre, acabaría alimentando las múltiples guerras superpuestas que sufre el país. 

Para colmo, buena parte de las expectativas del ataque a los cultivos de coca se depositan en la aplicación masiva de un agente biológico --el hongo fusarium-- que podría, se dice, acabar con las plantaciones de la hierba. Sin embargo, numerosos ambientalistas y biólogos han señalado el peligro de que la especie a utilizar se convierta en una plaga nefasta, capaz de propagarse en buena parte de la Amazonia. 

En el encuentro de San José de Costa Rica se han expresado, en forma organizada y sistemática, muchas otras críticas al Plan Colombia. Cabe esperar que los gobiernos de Bill Clinton y Andrés Pastrana sean capaces de escuchar y ponderar tales argumentos y opten por detener la aplicación de un programa que puede tener consecuencias catastróficas para el mundo.

 

 

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