MIERCOLES 18 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Luis Linares Zapata Ť
Tabasco y la nación
Coincidente con la difusión de los criterios y números del presupuesto del sector público para el año entrante, y antes de conocer los nombres de los elegidos para conformar el gabinete presidencial, una considerable parte de la energía ciudadana se desvía y evapora en los avatares de las elecciones tabasqueñas. Y, en efecto, tanto las modalidades y propósitos de la política de ingresos y de gasto públicos, como los nombres y perfiles de aquéllos que acompañarán al señor Fox como parte del Ejecutivo federal, son factores que permitirán apreciar un sinfín de consecuencias que caerán sobre la población.
El caso tabasqueño contiene, por él mismo y como un reflejo de lo que sucede en una región completa (sureste), el potencial para condicionar los pasos hacia la modernidad en que se empeñan muchos mexicanos. También afectará, de variadas formas, la hondura con que el PRI se podrá ver como un partido que tiene la oportunidad de renovarse o de continuar por la senda de las pérdidas de apoyo colectivo; de detener las mermas en su credibilidad y la amenazante pulverización de sus cuadros y poder. Para el PRD bien puede significar un punto de inflexión en sus devaneos ideológicos o alivianar un tanto sus errores de cálculo político que quedaron pendientes desde la campaña presidencial. Puede, asimismo, servirle para repensar las contradictorias selecciones de candidatos, superar el poco atractivo que ahora tiene frente al joven elector o para suavizar las tensiones entre sus corrientes burocratizadas e iniciar la crítica de sus tropiezos en las urnas.
Lo que ahora sucede en Tabasco dará una medida aceptable del estado que guarda la vida democrática del país. Esta apreciación no se describe solamente por sus componentes o momentos señeros y positivos, sino por aquéllos que la maltratan, que la condicionan, los que la retrasan o la hacen recular. Tabasco se convierte así en el reactivo que indica, con claridad innegable, la sanidad del juego de los partidos en su lucha por las simpatías populares, la eficacia de los ordenamientos institucionales para la competencia por el poder público, la organicidad ciudadana para defender sus derechos y ambiciones, la calidad de los valores colectivos que enarbolan o la responsabilidad de sus gobernantes.
Más allá del futuro personal de algunos individuos en esas elecciones, los tabasqueños se juegan su lugar en la marcha nacional hacia la modernidad. Lo relevante será la presencia, los pronunciamientos, la movilización, los reclamos o la aceptación de esa parte del electorado nacional para afectar su propio destino y circunstancias. Lo que contará será la definición local de lo que, en general, los mexicanos desean ser. La clase de vida organizada que podrán dejar asentada y para la cual están preparados. Serán los ciudadanos tabasqueños, los funcionarios electorales, los órganos encargados de calificar y contar los votos, las organizaciones políticas y sociales que se han dado, sus elites, la comunidad empresarial local, los medios de comunicación, sus líderes de toda clase, quienes matizarán sus palabras y darán sentido a sus acciones, y todo ello los marcará de muchas maneras.
Pero no serán sólo ellos lo que tendrán vela en ese suceso. Para su fortuna o condicionamiento real a muchos más también los toca, les importa y provoca lo que allá suceda. El efecto tabasqueño no se agota tampoco dentro de las fronteras del país, sino que lo desborda para situarse en la atención de múltiples gobiernos, en los corrillos de universidades externas, al interior de sindicatos y como preocupación de analistas tan variados como la multicolorida comunidad internacional.
Lo que pasa en Tabasco afecta a demasiada gente como para que pueda ser un asunto exclusivo de los tabasqueños. Los priístas de Sonora, del Distrito Federal o Chiapas, bien pueden estar interesados en conocer la funcionalidad de esos dirigentes; la reciedumbre y honestidad de sus guías partidistas, que luego tendrán frente a ellos en distintas ocasiones. Otros observadores neutrales esperan el destierro final de una específica clase de candidatos, métodos y accionar que les impide reciclarse bajo formas y mecanismos acordes con sus deseos democráticos. Muchos perredistas miran hacia Tabasco para separarse, de una vez por todas, de los reclamos de fraude sin ton ni son. O para alejarse de los discursos que aseguran triunfos instantáneos e inevitables como el postrer camino de las reivindicaciones justicieras. O tantos otros panistas que quisieran haber tomado parte efectiva en la contienda para no volver a quedarse a la vera de las decisiones que se condensan en ese estado. Militantes del PAN que rehúsan subir al cadalso de las complicidades por no darle un empujón a los evidentes deseos de los tabasqueños por cambiar de régimen. Tabasco importa porque ubica y califica, con densa precisión, lo que ata y condiciona a la vida plural, abierta, ordenada, apegada a derecho, transparente y participativa, que muchos pensaron posible para México después del 2 de julio.