MIERCOLES 18 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Interrogatorios a tojolabales sobre la detención
La versión sobre Marcos causó hilaridad y más presión militar
Ť Inquietud de campesinos priístas luego del borrego oficial
Hermann Bellinghausen, enviado, La Realidad, Chis., 17 de octubre Ť Donde cayó más de sorpresa la "noticia" de que habían "agarrado" al subcomandante Marcos en La Realidad fue, precisamente, en La Realidad. Lo estaban oyendo en el radio, que el gobierno lo andaba diciendo. A unos les ganó la risa desde el primer momento, otros se encabronaron de las mentiras, aunque al paso de los días estos últimos acabaron también riendo.
De cualquier manera, pasado el "borrego" gubernamental, se incrementó la presión militar sobre las comunidades circunvecinas, así como el nerviosismo, y en ocasiones malestar, de las tropas federales ante las falaces noticias. En las horas y días posteriores a que el delegado del gobierno alborista en la región fronteriza, con su proverbial conocimiento de lo que pasa en las comunidades indígenas de la zona, soltara por la radio una de vaqueros que hizo brincar en sus asientos al secretario de Gobernación y al director de la Policía Federal Preventiva, los destacamentos militares de Guadalupe Tepeyac y Río Euseba fueron surcados por la sombra de la incertidumbre.
En el puesto de control del Ejército federal, en las afueras del Aguascalientes zapatista en el viejo Guadalupe Tepeyac, los soldados y oficiales interrogaban a las personas provenientes de La Realidad. Un sargento decía: "Es imposible, cómo vamos a creer que sus propios compañeros agarraron a Marcos, eso no sucede". Descubría, con inquietud, que no podía creerle en esta ocasión al gobierno.
En la base de operaciones del Ejército federal del Euseba, la reacción de la tropa fue hostil para con los campesinos que transitaban por el camino. Unos campesinos tojolabales fueron interceptados e interrogados por efectivos castrenses.
-ƑDe dónde eres tú? -increparon a un indígena.
-Venimos de San Cristóbal.
-Eres zapatista.
-No soy.
-No te hagas pendejo. Tú sabes dónde está el que le dicen subcomandante Marcos.
-No lo sé -insistió el campesino.
-No te hagas güey, si yo sí sé dónde está -prosiguió el soldado.
-Ah pues está bueno.
-ƑY no pasas por La Realidad?
-Pues está en el camino.
-Ahí está ese cabrón, facilito lo vamos a agarrar -dijo el soldado.
-Qué bueno, a ver si así se acaba el problema -dijo el indígena.
-Tú eres pinche zapatista. Con lo que dices se ve que te quieres burlar de mí. Sabes que no es tan fácil agarrar al ese Marcos. Parece que no hay gente, pero llegado el momento van a salir -corrigió su jactancia el soldado.
En el Euseba, estos días, los soldados obligan a bajar a los pasajeros de los camiones y detienen a quienes transitan a pie. Los catean, les revisan todas sus pertenencias, los acusan de "zapatistas". Interrogan procedencia, destino, nombre, edad, a qué vas, cuándo regresas, etcétera.
Espías en conflicto
Las declaraciones del delegado Torres Vera (de momento, "suspendido" del cargo) no sólo movieron la indignación y la risa de las comunidades en resistencia, también pusieron a girar a los servicios de inteligencia militar. En dos ocasiones, presuntos vendedores de pollos y verduras han intentado ingresar a La Realidad esta semana. "Se les ve luego que son soldados, no los dejamos pasar", dice Lázaro.
El primer día eran dos hombres. Antier se presentaron cinco desconocidos, insistiendo en sus intenciones comerciales. Como no pudieron ingresar al pueblo, rodearon por el Cerro Quemado, atravesaron la cañada y fueron a salir a la comunidad de Benito Juárez. Otros tres siguieron en dirección opuesta hacia San Cristóbal Buenos Aires y se reunieron con sus compañeros "vendedores" en Benito Juárez. En cada comunidad que pasaban, se presentaban con nombres distintos.
"Son soldados que andan circulando", según Lázaro, quien no denota mucha preocupación. "Están viendo cómo presionan a las bases de apoyo zapatistas".
La inquietud alcanzó especialmente a los campesinos priístas del rumbo. Cuenta Lázaro que uno de El Porvenir vino a preguntarle si era cierto lo que decían las noticias. "ƑQué dicen las noticias?", preguntó a su vez. "Que lo agarraron, a Marcos", respondió el priísta. "Yo no sé", dijo Lázaro.
Y el otro: "Si eso pasa, se va a poner duro". Lázaro no contiene la risa cuando repite las palabras con que concluyó esa conversación: "Tienes razón, si lo agarran se va a oscurecer el mundo".
"El señor priísta se fue muy preocupado. Se espantó", dice Lázaro por último.
El petate del muerto
El silencio zapatista tiene trabajando la maquinaria de rumores del gobierno de Roberto Albores Guillén, que según versiones de la prensa alcanzó a desconcertar al gobernador electo Pablo Salazar Mendiguchía, quien ya debía haber escarmentado, habiendo sido él mismo objeto de similares prácticas informativas.
Dado que el rumor coincidió con la clamorosa visita al país de ex presidente Carlos Salinas de Gortari, antes de su estrepitoso desenlace, no faltó quien quisiera ver en esta pieza de ingeniería informativa un intento por distraer la atención pública por parte del gobierno zedillista, que pasaba por un predicamento. Divulgar, "de muy buena fuente" la especie de que el jefe militar zapatista estaba detenido parecía un buen petardo. Dio para los titulares de la prensa local, y para justificar incursiones militares en las comunidades de la región tojolabal, quitar el sueño a los campesinos progubernamentales en las Cañadas y la frontera con Guatemala, y finalmente exhibir una vez más al alborismo que no se despide todavía.
Realidad virtual
En la puerta del flamante comedor colectivo Las 3 estrellas, a un lado del camino, en La Realidad, Sara recuerda que cuando oyó en las noticias las "revelaciones" del delegado fronterizo Torres Vera pensó: "Esos son los mismos que nos vinieron a tirar la escuela con su helicóptero y luego se pusieron a decir que nos habían venido a ayudar. Son los mismos que tienen el veneno de las mentiras en su boca". Habla y sonríe.
No es la primera vez, ni parece la última, que la gente de La Realidad se enfrenta a la realidad virtual del gobierno chiapaneco. En la comunidad hay calma. La relativa calma que este mediodía es puesta a prueba durante el paso del convoy militar en cotidiano hostigamiento. Sara se mete a la cocina mientras 14 vehículos llenos de soldados, algunos apuntado ametralladoras, ruedan lentamente, escoltando maquinaria pesada del propio Ejército federal. Las obras en los cuarteles de Guadalupe Tepeyac y Euseba siguen, febriles pese a las lluvias, a unas cuantas semanas de que cambien los gobiernos federal y estatal. Por si acaso.
"No quiero verlos", dice Sara, perdiendo la sonrisa un rato.