MARTES 17 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Teresa del Conde Ť

Helen Escobedo en el MUCA

Estar y no estar (en vez de ser o no ser) es el título con el que se presentan 15 instalaciones de Helen Escobedo, a quien muy justificadamente se le homenajea en el Museo Universitario de Ciencias y Artes (MUCA) que prácticamente hablando ella creó, llevándolo a considerables niveles. La tragedia, las preocupaciones ecológicas que siempre la han perseguido, ciertas reminiscencias románticas, el niño que todos llevamos dentro, la denuncia sobre la violencia y hasta su posible curación se reúnen en este conjunto en el que hay un humorismo voluntario que por momentos roza la comicidad.

Aunque la museografía me pareció correcta y el museo se ve remozado, me sorprendió, no la falta de catálogo (porque me imagino que saldrá después), sino que no se proporcionara al público al menos una hoja de sala con los títulos de cada instalación y una brevísima descripción de sus características como acostumbra hacerse, por ejemplo, en el Museo Carrillo Gil.

Una de las piezas más gustadas, precisamente porque resulta ''chistosa" se encuentra fuera del recinto. Se trata de un vehículo ecológico llamado Bicivocho: híbrido entre bicicleta y Volkswagen que en vez de motor trae la cajuela abierta atiborrada de tiliches. Los niños la celebran muy especialmente, pero la verdad sea dicha, no me parece que se encuentre entre las obras mejor concebidas. Hay un problema en todo esto: los dibujos de Helen son muy buenos, alcanzan en ciertos casos la excelencia, pero la realización de los objetos está por debajo de ellos aunque la conceptualización sea la correcta. En realidad lo que más disfruté de toda la exposición fueron los dibujos, si bien considero que hay aciertos notables, por ejemplo en Malas noticias con los cuerpos mutilados, yacentes en cuatro camillas. Sus respectivas pieles son de papel periódico. Las malas noticias allí están, las hay como éstas: ƑEs un delito protestar? (desde luego que no, la tolerancia debe tener sus límites bien precisos), en otra parte hay un fotorreportaje impresionante de una rebelión en Brasil, los hombres se encuentran desnudos, parados y vistos de espaldas. Queda registrada la hambruna en Africa y la necesidad absoluta de poner fin a la violencia que produce secuelas tan grandes como el dolor de los desplazados balcánicos. Estos son algunos de los ejemplos que mejor recuerdo. Casi pude leer la mitad de un artículo de Luis Linares Zapata, en La Jornada, sobre el reciente panorama electoral, pero tal vez debido a un problema de narcisismo periodístico, me causó cierta decepción no encontrar uno mío (publicado claro está en este periódico) sobre la necesidad de la despenalización del aborto.

Si bien las camillas, los cuerpos y el botiquín recrean adecuadamente el panorama de una sección de hospital de guerra, me pareció que los instrumentos de curación dispuestos en los entrepaños podrían haber sido seleccionados con mayor cuidado. La instalación Suelo verde me pareció algo obvia (porque existe una, de otro autor, que se llama Suelo rojo). Esta desde luego que alude a la disminución del verdor en nuestros valles y montañas. Lo que mayormente aprecié, como instalación de una lejana memoria, está relacionada con un silencio recordado. Varios instrumentos musicales, todos de cuerda, se apilan en un recinto oscurecido; el adecuado manejo de la iluminación redunda en que el polvo que recubre lo que otrora produjo música de cámara, sea tan palpable como el polvo que nos hace estornudar al adentrarnos en una biblioteca que jamás se visita por encontrarse abandonada. Yo recuerdo que Helen tocaba el violín y no en sentido figurado.

No entendí, o no me gustó el stand con los herbolarios con propiedades curativas, aunque sí pude advertir que en esa revaloración hay connotación de antiguas prácticas, que ella se propuso tomar en cuenta, por el arraigo que tienen en nuestras tradiciones.

Half british que siempre ha sido, Helen fue alumna de Germán Cueto y luego se apartó del panorama para adentrarse en estudios que llevó a cabo en el Royal College of Art de Londres, instrucción que conozco y, hasta donde sé, siempre fue muy académica. Si a ella le costó trabajo desprenderse de los patrones un tanto estrictos de la academia, creo que debemos agradecer a la formación que allí y en otros sitios obtuvo, su muy personal capacidad dibujística que le permite, incluso, involucrarse con proyectos arquitectónicos.

Al salir de la muestra y dirigirme al estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras, atravesando el campus, vi a unas personas que realizaban un picnic. En un braserillo de hierro asaban un conejo deshollado. Mi problema con las instalaciones es ése: el animal tenía casi forma humana, así que con todo y brasero era susceptible de convertirse en instalación, dedicada a Marsias, a San Bartolomé o a San Lorenzo, sin añadir ni quitar nada (aclaro que la estructura de hierro del utensilio me pareció en sí hermosa). Pero ya sabemos que desde Duchamp en adelante, los pepenadores-poetas llegaron para quedarse.