MARTES 17 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Montaje con la Compañía Nacional de Grecia en el Cervantino
Edipo rey, un alegato para descifrar los códigos del poder intangible
Ť Todo lo que ocurre a partir de un oráculo implica la capacidad de engañar, de torcer
Ť El protagonista es cegado por la profecía de la deidad, dice el director de la obra
Renato Ravelo, enviado, Guanajuato, Gto., 16 de octubre Ť El Edipo rey de Sófocles, demuestra la Compañía Nacional de Grecia -dentro del Cervantino- es en realidad un pausado y profundo alegato que desenvuelve el poder del lenguaje, los códigos del poder intangible.
Layo sabe: su hijo lo va a matar. Así de simple la trama, así de sencilla la anécdota. Todo lo que ocurre a partir del dicho de un oráculo es lenguaje, es poder, es capacidad de engañar, de torcer, de ser humano en el sentido más oscuro.
Es que el ser humano, con Sófocles como visionario, Ƒcreó la profecía para justificar sus deploros, sus necesidades? Edipo se entera que él va a matar a su padre y huye de Corinto.
La Compañía Nacional de Grecia, bajo la dirección Vassilis Papavassileiou, devela el misterio. Aun sin saber griego, uno se entera por voz del actor Grigoris Valtinos (Edipo) que la palabra ''decreto" tiene un peso específico, inversamente proporcional al crimen. El ordena la muerte del asesino de Layo, porque es una forma de poder, de credibilidad.
Si al momento de entrar en contacto con la historia uno se pregunta cómo es posible que Yocasta no advirtiera que hacía el amor con su hijo, que entrañaba un hijo de su hijo, los griegos demuestran que la anécdota es tan sólo un sostén para una retórica que en realidad quiere develar el alma humana.
Doble represión
Sigmund Freud descubrió en Edipo un complejo psicológico que afecta a los niños, y como buen pensador puro decretó: ''La base de la civilización es la represión del Edipo en sus dos sentidos, no matar al padre y no acostarse con la madre". Y tenía razón.
Pero ciertamente Jenny Gaitanopoulou, en el papel de Yocasta, demue stra que como en el poema de Kavafis lo importante de llegar a Itaca es el viaje. La anécdota se resuelve, pero la trama que la hace posible no.
El propio director define: ''Edipo es cegado por su propia mano. A eso lo condujo el camino que comenzó con la profecía de la deidad, no obstante que Edipo resolviera la adivinanza de la Esfinge. La tragedia surge como un punto de encuentro entre una profecía y un logro humano. No habría existido sin la coexistencia dialéctica de esas dos condiciones. El oráculo es un mapa que muestra el camino por el cual el individuo es llamado a cubrir la distancia entre la inocencia y la libertad, y entre la libertad y la responsabilidad".
Cuando en el espectador del Edipo de la Compañía Nacional de Grecia entra la íntima decisión entre el hastío y la paciencia atenta, caen de pronto las otras interpretaciones, tanto la de Freud como la del propio Gabriel García Márquez, quien pareciera que concibió la película de Edipo Alcalde sólo para justificar esa última escena de Jorge Perogurría como mendigo en medio de un tráfico infame, envolvente de indiferencia.
Casi ninguna versión hace énfasis sobre la tristeza final de Edipo compartida con sus hijas, sobre ese último lazo de realidad, de tragedia entre el hombre, su historia y su destino.
La propuesta es simple, escénicamente. Al frente una gran tarima que representa el poder, el palacio, la concepción espacial del dominio que prevalece en todas las culturas, y de la cual Edipo nunca bajara: incluso en su desgracia.
Algunos maniquíes blancos recibieron al espectador. En el techo un traductor simultáneo. Es evidente, lo que dicen los actores es más de lo que aparece en la pantalla, que sólo orienta hacia el tema en el que se desarrolla la acción.
El bastón, metáfora de la necesidad
La función del célebre coro griego también se devela. Es la sociedad anhelante de seguridad, que repite lo mismo ''nos está yendo muy mal" o se atreve incluso a dudar de la credibilidad máxima: ''No he de prestar fe en el oráculo", recitan los seis integrantes que proféticamente van con un bastón.
En el universo de simbolismos que es el Edipo, el bastón pasa a ser en la representación de la Compañía Nacional de Grecia, una metáfora de la necesidad del pueblo. Yocasta no necesita bastón, Creonte (Stephanos Kyriadikis) tampoco.
Incluso los dos grandes protagonistas menores y quienes al final de cuentas son el nudo de la trama: el sirviente y el pastor que entregaron a Edipo, que deriva su nombre de que fue hallado atado de pies, no requieren del bastón y a su manera son libres en el lenguaje.
La libertad de la palabra subyace en el mensaje, es la del espíritu.
(Edipo rey, de Sófocles, se podrá apreciar los días 19 y 20 de octubre, en el Teatro de las Artes, del CNA.)