martes 17 DE OCTUBRE DE 2000
Ť CIUDAD PERDIDA
Ť Miguel Angel Velázquez Ť
Ť Mentiras y sueños de Margarita
Ť La mujer del clan de Raúl Salinas
Como en telenovela, el nombre de Manuel Nava Sánchez, el alias que usó Raúl Salinas de Gortari, surge de la ambición de una mujer que abandonó a su padre hundido en una horrible pobreza, para después convertirse en parte del séquito de Raúl y su cómplice en la utilización de una identidad que no le correspondía, con el fin de contrabandear una fortuna al extranjero.
En este capítulo de la farsa, Margarita, el nombre que Raúl Salinas menciona como parte de la amenaza en contra de Carlos para "decir todo", emerge de una historia que se entreteje con mentiras y sueños de grandeza.
El velo que cubre el misterioso nombre de Margarita empieza a descorrerse en los años cuarenta en un poblado de nombre Platón Sánchez, Veracruz, de donde emigra la familia Nava Sánchez para buscar la vida en Actopan, Hidalgo, una ciudad al poniente de Pachuca.
Sin otro oficio que el de la agricultura, don Sebastián, el padre de Margarita, compra en Actopan poco menos de 20 hectáreas de tierra de mala calidad, cuyo producto no alcanzaba para sostener a la familia, tres mujeres y dos hombres: Loreto --la mayor--, Silvia y Margarita; Sebastián y Manuel, hijos de la pareja donde la madre lleva el nombre de Aurora.
Y era ella, doña Aurora, quien debía cooperar con la economía familiar para que las niñas pudieran estudiar en una escuela de paga. Por eso entre la arcada de los edificios que rodean el jardín central de la plaza mayor de Actopan, instaló una paletería, El Popo, de donde salía parte del dinero para completar el gasto.
Pero para las hijas, en especial para Margarita, los esfuerzos de su madre y de su padre no alcanzaban a colmar su ambición. Su mayor vergüenza, su pena más grande, era saberse hija del campesino y la paletera y, desde luego, haber nacido en aquel pueblo de donde quería salir lo más rápido posible, al precio que fuera.
Era la más bella del lugar según las consideraciones de muchos de los habitantes de Actopan. En el recuerdo está aún fresca la figura espigada de cabello claro y ojos verdes de Margarita, quien no fue, como sus hermanas, a estudiar la secundaria al internado de Pachuca y se quedó en el pueblo para terminar una carrera corta que en poco tiempo le redituara ganancias, entre ellas, desde luego, un buen marido.
Margarita fue parte de la primera generación del colegio Las Rosas, administrado por monjas y el primero de paga en Actopan. Allí se estudiaba "comercio", un nombre que daba lustre al oficio de secretaria.
Un pasaje en la corta vida estudiantil de Margarita la pinta de "pies a cabeza", dicen quienes lo vivieron con ella: Las monjas pedían a sus alumnas que todos los días llevaran un huevo. Con ellos elaboraban diferentes productos y las monjas los vendían entre la gente de Actopan.
El dinero recolectado se guardaba en una caja sin mayores protecciones. Un día el dinero desapareció y las monjas iniciaron una investigación que al poco tiempo dio con el ladrón. Se trataba de Margarita. El escándalo fue mayor y la vergüenza pasó por la familia sin afectar a la ladrona, quien al verse descubierta confesó el latrocinio.
No mucho tiempo después, la muchacha hizo maletas y dejó Hidalgo para radicar en la ciudad de México y, sin perder el rumbo, más tarde anunciaría su boda con Fernando González Díaz-Lombardo, hijo del dueño de un cotidiano de la capital del país.
Fue Gustavo Díaz Ordaz, aún presidente de México, quien atestiguó la unión de la hija de la paletera con el vástago del adinerado dueño del periódico citadino.
Mientras, don Sebastián seguía labrando la tierra cada vez más agotada hasta que un cáncer en el estómago lo tiró en un camastro de jacal, todo su patrimonio, puesto a las orillas de la tierra de siembra donde una mujer humilde atestiguó sus últimos días, dándole de comer tortillas con chile, lo que aceleró su muerte.
Entonces la señora de González Díaz-Lombardo supo de la enfermedad de su padre y del momento de su gravedad, pero ella no podía regresar por dos muy importantes razones.
La primera es que la importante dama contó a todo el mundo que su padre, su familia, eran dueños de un rancho bien puesto en Actopan, donde ella aprendió a montar a caballo y regresar al lugar descubriría el tamaño de su mentira.
Y la segunda, más simple, era que en aquellos momentos tomaba clases de equitación para concursar en un evento de corte internacional. Los Salinas, en aquel tiempo, eran caballistas.
Por mucho tiempo la huella de Margarita se perdió en la población hidalguense. Poco se supo de ella, si acaso alguna noticia de su divorcio y luego su relación con Raúl Salinas.
Muy pocos se sorprendieron de la "suerte" de Margarita, pero muchos quedaron boquiabiertos al saber que el pasaporte falso de Raúl llevaba el nombre de Manuel Nava Sánchez, el hermano menor de Margarita, quien hace algunos años, según contó su madre, doña Aurora, en la última visita que hizo al pueblo, trabajaba en la oficina del vocero de la Casa Blanca en Estados Unidos.
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, Ƒverdad?