MARTES 17 DE OCTUBRE DE 2000

Ť Habla Ilán Semo, coordinador del libro La rueda del azar


La suerte es algo imprescindible para la filosofía de la cotidianidad

Ť El destino ocupa un sitio abrumador en el imaginario colectivo, afirma el escritor

Ť ƑAguila o sol?, poema de Paz que es decisivo para la cultura mexicana de este siglo

César Güemes Ť Juegos y jugadores en México, un país que no cree en el azar porque sabe, que también es una manera de creer, que ''no tiene suerte". La rueda del azar (edición de Pronósticos Deportivos) coordinado por Ilán Semo, contiene textos de Carlos Monsiváis, Luis Gerardo Morales, Perla Chinchilla Pawling, Alvaro López Mantecón, Leticia González de Rivera y del propio Semo con quien conversamos.

Escepticismo vital

-El juego es parte formativa de cualquier mexicano desde la edad preescolar. Sin embargo, el libro que coordinas no habla de ese apartado sino de las funciones sociales del azar. ƑEso somos en el país, personas adultas que ''creen" en la suerte como proyecto de nación?

-Si pensamos en el arraigo en nuestro sentido común de vaticinios ŤŤcurato como ''La vida es la ruleta en que apostamos todos", que se debe al finado Cuco Sánchez, o ''La muerte no mata a nadie, la matadora es la suerte", que aparece en un corrido de la Revolución, y que se exploran en el primer ensayo del libro, la conclusión más elemental es que el ''azar" representa, al menos en el sentido popular, más que una ilusión esporádica una parte imprescindible de la filosofía de la vida cotidiana.

''Es imposible imaginar a una cultura convencida de su falta de virtudes públicas sin pensar de inmediato que la noción de 'destino' (fallido) o simplemente de la 'mala suerte' no ocupen un sitio abrumador en el imaginario público. Pero las cosas van más lejos. Uno de los poemas nacionales decisivos que cifran la cultura mexicana del siglo XX lleva el título de una apuesta, ƑAguila o sol? Creo que Octavio Paz quería, de alguna manera, que entendiéramos los contradictorios estados que mueven a una 'filosofía de vida' que constituye su realidad a partir del asombro (y de las inclemencias) que nos deparan los avatares de la antigüedad. Azar, suerte y ambigüedad son parte de la misma cosmovisión, una cosmovisión que resiste el proceso permanente del desencanto que producen las fuerzas del proceso, occidental esencialmente, de racionalización. En contra de lo que sostienen los arquetipos folclorizantes de la cultura popular, las apologías de la 'suerte' no son más que un descreimiento radical de la suerte misma. No creemos en la suerte como 'proyecto de nación' o de vida, ni en nada que se asemeje a ello, porque nuestro escepticismo es suficientemente vital como para saber que no tenemos suerte."

-ƑExistirá alguna especie de justicia de orden social en el hecho de que los juegos de azar, cuando son públicos, hayan de ser regulados por una institución así sea paraestatal?

-La historia de este tipo de juego oscila, desde la Colonia, en una disputa entre el mundo privado y el público para hacerse de sus beneficios. También desde la Colonia, las instituciones públicas que controlaban los juegos de azar se presentaron siempre como instituciones de beneficencia. Sin embargo, la beneficencia colonial, que se debe esencialmente a la Iglesia, es muy distinta a la asistencia social moderna, que impulsaron el Estado y el mundo público. En la Colonia se trata de un acto de filantropía, en el siglo XX de instituciones que fundan la legitimidad del Estado moderno.

''Es curioso, sin embargo, que al adoptar la función de regulador de los juegos de azar, el orden público recurre invariablemente no al principio de la utilidad, como en el caso de los juegos privados, sino del bien social. Se debe estudiar con detalle este hecho. Una hipótesis sería la que concilia esa contradicción entre la condena de los juegos de azar como origen del 'vicio' y la 'perversión' y permite el hecho de que el Estado puede convertirlos en parte de su ejercicio."

El mundo solitario del jugador

-Un estudio como el que ahora presentas concita una duda razonable: Ƒpresagia la posibilidad que se viene barajando al menos desde hace un par de años de legalizar el resto de los juegos de azar en el país?

-No, el libro no quiere anunciar nada. Es un documento de historia, no de reflexiones sobre el debate contemporáneo. Sin embargo hay que decir que los juegos de azar públicos se extienden de manera informal a lo largo de toda la vida pública del país: ferias, conmemoraciones, celebraciones, días de mercado, etcétera. Esto sucede al margen de la legislación. Por otro lado no hay, al menos en la historia del país, legislación que haya podido abolir el hecho.

-El apartado que escribes, ''Azar y melancolía", hace pensar en la fatalidad de esto que a lo largo del volumen se considera suerte. ƑAceptarías que acercarse a un juego de azar implica un periodo muy corto de encanto y luego una cauda de rechazo considerable por este tipo de prácticas?

-El ludópata devino figura moderna y es objeto de riguroso rechazo por la gente que lo rodea. Incluso se ve como un 'vicio' o sicopatía. Es una de las características de la percepción sobre esa línea que separa lo normal de lo patológico. En los siglos XVIII y XIX el tahúr conjugaba cierto sentimiento de aventura, romanticismo y peligro. Hoy esta figura ha cobrado una connotación distinta. El juego se ha profesionalizado, el jugador moderno se debate en un mundo solitario y los rangos de lo normal se han estrechado. Moralidad pública y conciencia médica se han estrechado la mano quizá hasta sofocarnos.

(La rueda del azar se presenta hoy, a las 19 horas, en Casa Lamm, en Alvaro Obregón 99, colonia Roma, con los comentarios de Mauricio Molina y Antonio Tenorio.)