MARTES 17 DE OCTUBRE DE 2000
Ť José Blanco Ť
UNAM: inexistente comunidad
En la situación más compleja que haya vivido nunca, la UNAM parece hallarse frente a caminos obstruidos. Debe procesar las decisiones más importantes y difíciles de su vida institucional, pero su "comunidad" se halla amilanada en un desánimo visible.
Conturbada, ofuscada, desconcertada, la "comunidad" nunca se escribió con tan precisas comillas. Su gigantismo y vastísima diferenciación interna produjo mil porciones sociales y académicas distintas y de necesidad desvaneció los elementos simbólicos comunes. Queda el Goya y el malparado equipo de los Pumas. En el imaginario colectivo universitario hay muy poco como identidad de todos. El proyecto común se disoció como las mil luces de colores de un cohete en cielo oscuro. La UNAM se transfiguró en mil universidadcitas, bajo el mismo techo. Unos espacios académicos excelentes, otros en la medianía, unos mas en el precarismo académico. Cada uno con su propia necesidad y perspectiva, pero todos con los resortes habituados a un tácito pacto corporativo con el Estado de la Revolución Mexicana, que ya no es más. Su reciclamiento como una universidad nacional que pueda recobrar el espacio perdido y situarse al frente de la competencia por la formación de los cuadros dirigentes del país, le implica a los universitarios una mutación mental de 180 grados. Esto no lo podrán hacer de la noche a la mañana; si lograran operar tal cambio, ello ocurrirá gradualmente; si es que tienen encima los acicates sociopolíticos y económicos necesarios.
La parálisis de los universitarios frente a los diez devastadores meses que acaba de vivir expresa ese ofuscamiento y ese desconcierto de la no-comunidad universitaria. No está a la mano de ningún universitario en particular --menos aún a la luz de su vasta desorganización-- influir en ningún sentido sobre el rumbo de la institución, menos aún en una situación de conflicto agudo como la de la nefasta huelga del 99. Tampoco pensar en un proyecto global alternativo le es accesible cuando la inmensa mayoría de ellos son especialistas de sus propias disciplinas.
Y sin embargo, ese gran colectivo universitario debe tomar decisiones que atañen al conjunto de la institución, para su futuro. Es claro: no lo podrá hacer, a menos que se movilice; y no se movilizará si no están a la vista al menos los trazos básicos de un nuevo proyecto universitario, que lo toquen y le den perspectiva; un proyecto en el que sea visible su relanzamiento real hacia el siglo que inauguramos.
Ningún proyecto de asociación puede ser comunidad cuando los intereses, el imaginario sobre la asociación, las ideas de mundo y las expectativas sobre el futuro dan como resultado clara diversidad, desemejanza contundente, heterogeneidad evidente, no comunidad. Si la comunidad es por necesidad imaginada, como quieren Luhman y Castoriadis, haría falta ese proyecto global capaz de construir una nueva comunidad en la que, desde luego, no caben todos los que hoy en ella son. No caben por cuanto muchos encarnan proyectos radicalmente diferentes. El espacio de la educación superior metropolitana debe resolver ese problema. Por el bien del país.
Un nuevo ingrediente ahora es ineludible: la eficiencia. Las ineficiencias institucionales de hoy son producto de una relación política con el Estado corporativo, que ahora mismo se diluye ante nuestros ojos. No puede ser más que haya alumnos, miles de alumnos, que viven entre 10 y 15 años en la universidad sin terminar estudios, alrededor de 50 por ciento de ellos, sin terminarlos nunca. No puede ser que el tiempo no sea un ingrediente real de la planeación de las tareas académicas en la docencia y en la investigación. No es posible que tengamos un sindicato disfuncional respecto a la academia, cuyos asociados no se distinguen precisamente por la diligencia con la que cumplen sus tareas de apoyo. La UNAM no podrá sobrevivir sin tener esto en cuenta y obrar en consecuencia.
La UNAM tiene una historia brillante en múltiples de sus muchas de sus disciplinas. Pero no le bastará ahora sólo reivindicar esa historia para salir adelante. Cuenta con una gran cantidad de talento entre sus filas, pero falta aún que los universitarios, tan distintos, se sienten a intercambiar sus conocimientos y experiencias y, pacientemente, a entender al menos el pasado reciente, el presente de crisis terminal de la universidad que fue, el cambio radical del contexto nacional e internacional, y el futuro previsible; para que pueda repensar su proyecto histórico, y ver si aún puede recrear una nueva comunidad universitaria.
Es indispensable que los universitarios reconozcan a la diversidad que puede aún volverse comunidad y a las partes de ella que en definitiva no pueden sino formar proyecto aparte. Es necesario separar lo que ya no puede estar reunido, porque a todos dañará intentar retardar más lo inevitable.