MARTES 17 DE OCTUBRE DE 2000

Ť Astillero Ť

Ť Julio Hernández López Ť

Roberto Madrazo sabe que, al empatar, o al pretender una victoria con una mínima diferencia, ha perdido.

Y que no le queda sino intentar medidas de desesperación para tratar de sostener una presunta victoria ínfima de su hombre de paja, Manuel Andrade.

La autoridad electoral soy yo

Por ello, ayer, el gobernador de Tabasco tomó la increíble decisión de declarar por sí mismo el triunfo de Andrade, sin esperar a que las autoridades electorales, también sumisas a sus dictados, acaben de recabar la totalidad de la documentación electoral del caso.

El candidato a presidir el PRI soy yo

Desesperación expresada también en el apresuramiento con el que se ha destapado ya como candidato a presidir el PRI, como si hubiera la urgencia de recordarlo, de sostenerlo, de no perderlo, de mezclar la suerte local con sus aspiraciones nacionales.

El antisalinista soy yo

Y la desesperación de pretender el deslinde extemporáneo. Nada que ver con Carlos Salinas, ha dicho, y ha deplorado que el escándalo del ex presidente haya afectado el ánimo de algunos ciudadanos a la hora de sufragar.

El candidato (y el gran mapache) soy yo

Madrazo, al empatar, o al querer darse por ganador con unos cuantos votos de diferencia, ha perdido, porque la pequeña diferencia de votos que supuestamente le podría dar el triunfo a Andrade no puede tener legitimidad alguna, pues proviene del uso criminal de los recursos públicos para la campaña priísta (especialidad en la que Madrazo tiene probada maestría) y de mapachismos inocultables (artes marciales en las que Roberto también tiene cinta negra).

Ese presunto empate o ajustada victoria es una derrota porque es insostenible, increíble, indefendible. Pero a ello se aferra Madrazo, porque sabe los riesgos que corre en caso de no dejar a un velador en palacio de gobierno, a un cómplice en el manejo de las cuentas públicas, a un títere en el escenario. Y sabe Madrazo que en la medida en que tarde en imponer a su dependiente como gobernador irá permitiendo que otras fuerzas, otros factores, se conjuguen para cerrarle el paso. Hoy, en esta ocasión, no son sólo Andrés Manuel López Obrador y el PRD, sino también los ánimos contrariados, revanchistas, de Ernesto Zedillo, de Francisco Labastida, de Esteban Moctezuma, de Arturo Núñez, de Humberto Mayans y de otros distinguidos priístas que creen llegada la hora de ajustar cuentas con quien una y otra vez los burló.

Empatar, o defender un triunfo apretado, es reconocer que a pesar de todas las maniobras de adulteración del voto no se pudo forjar una apariencia más o menos aceptable de triunfo, y que no les fue posible apabullar al PRD ni siquiera con la compra evidente y documentada de votos, con el manejo de la mayoría de los medios locales a partir de la corrupción, con el reparto delictivo de bienes y servicios públicos, y con la destacada e impúdica actuación abierta de una mapachería nacional concentrada allí en apoyo de uno de sus máximos jefes.

Ha dejado de ser gobernador

Por todo ello, Madrazo ha decidido dar el paso adelante, esperando encontrar tierra firme y no el abismo. Ha abdicado de la función constitucional de gobernar para todos y se ha reconocido como ente faccioso. Ha ordenado dar el último zarpazo, al tratar de adulterar el porcentaje de actas electorales que por distancia o por mal tiempo no han sido concentradas en la capital del estado pero de las que él y sus personeros ya dicen tener copias y resultados en su poder. Y ha asumido personalmente la defensa de su candidato y de su partido, declarándolos triunfadores como en los peores tiempos del priísmo, ese priísmo que él pretende reconstruir.

La provocación

El otro elemento central de la estrategia madracista de ataque es la provocación. Como en las mejores dictaduras bananeras, el gobernador ha rodeado con poli- cías la plaza principal para impedir el domingo de los comicios que los perredistas celebraran su presunción de victoria. Y esos mismos policías han sido destacados a cuidar las oficinas de mapaches que han sido descubiertas. Y vendrán otras provocaciones de esa fiera herida, de ese hombre lleno de intereses que no permiten contemplar sin violencia el arrebato de su imperio de impunidad y corrupción.

El espejismo de la democracia

Todos esos elementos previos y evidentes de gran defraudación electoral pretenden ser ignorados por una serie de opinantes y entrevistadores que se declaran asombrados de que alguien quiera, en esta Suiza mexicana llamada Tabasco, impugnar los resultados electorales. Dado que vivimos ya en una democracia plena, como lo demostró el triunfo de Vicente Fox el 2 de julio, nadie tendría derecho más a protestar o a movilizarse en contra de cifras electorales oficiales. En la democracia, insisten Madrazo y Andrade, se gana o se pierde con un voto, y es antidemocrático y subversivo y alborotador y apátrida pretender disputar por un resultado ajustado cuando no favorece a una de las partes.

Pero sabido es que en Tabasco no ha habido una contienda democrática ni un proceso equitativo, sino una elección probadamente amañada, fraudulenta, injusta. Sin embargo, un argumento que usa el madracismo para pretender que le respeten el presunto triunfo derivado de una supuesta diferencia de un punto y medio del total de votos, es que no existe razón para la movilización pública, para el conflicto, para la resistencia civil.

Esta semana será de intenso jaloneo. Madrazo pretende imponer a como dé lugar a su representante en la silla gubernamental. César Raúl Ojeda Zubieta, el PRD, el priísmo antimadracista y una importante franja de ciudadanos sin partido se movilizarán para impedir la consumación de un fraude más.

Los Salinas: Ƒlegalidad a partir de una ilegalidad?

No deben perderse de vista los riesgos a los que lleva la utilización de la ley como instrumento de represión política. El respeto al marco de derecho es necesario aun cuando los ánimos de venganza política pudieran llevar a pretender la justificación de retorcimientos legales en aras de castigo a criminales. Está sucediendo con los hermanos Salinas, a quienes la Procuraduría General de la República ha citado a declarar a partir de la grabación de una conversación entre Adriana y Raúl. Esa grabación fue usada con una gran oportunidad política para frenar y sepultar las pretensiones librescas de Carlos de regresar al país y reinstalarse en el escenario político. Aun en en ese mismo plano político (que tuvo exitoso resultado para el presidente Zedillo) no puede perderse de vista el hecho de que ese espionaje telefónico es ilegal, y que aun cuando ahora satisfizo su uso a los muchos que detestan a los Salinas, siempre forma parte de una grosera intromisión del Estado en la vida privada de los ciudadanos. Peor sucede cuando esa misma cinta, obtenida de manera ilegal, constitutiva de delito, y que conforme a la doctrina jurídica no puede ser considerada prueba judicial válida, es utilizada para citar oficialmente a los implicados a declarar. Nadie pretende aquí, ni remotamente, defender un ápice a los Salinas de las muchas acusaciones en su contra. Pero tampoco se puede ver con sonrisa de apro- bación que el Estado use a discreción material de espionaje para fundamentar diligencias judiciales, sobre todo cuando abundan los puntos en los que los Salinas pueden y deben ser abordados y a los que el gobierno actual prefiere dar la vuelta (los grandes negocios de las privatizaciones, la línea del narcotráfico, por ejemplo)

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