LUNES 16 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Samuel Ponce de León R.Ť Ť

La transición en salud

Sorpresivamente la salud ha dado muchos motivos para comentarios noticiosos, situación poco habitual, en tanto la secretaría respectiva ejerce un presupuesto menor y políticamente es también un peso ligero. El interés puede reflejar la magnitud del botín económico que potencialmente representa este sector ante el eventual crecimiento de las compañías aseguradoras privadas y la temida reversión de cuotas en el IMSS.

La incertidumbre sobre quién asumirá la responsabilidad de la Secretaría de Salud (Ssa) ha permitido múltiples movimientos y comentarios tratando de empujar o limitar a los candidatos señalados. El asunto es de máxima importancia para el país en vista de que los diferentes candidatos representan intereses particulares, unos orientados al beneficio social y otros al enriquecimiento privado. En una situación por completo absurda resulta que ambas posturas no son tan diferentes como uno esperaría, y parece que la única opción viable para el sistema de salud mexicano es su paulatina privatización, lo que nos dejará un sistema muy parecido al estadunidense de altísimos costos y pobrísima cobertura. Claro que en el caso mexicano siempre se mantendrá el paquete básico que posiblemente incluirá vacunas, sobres para rehidratación, suplementos vitamínicos y antiparasitarios, con lo que se podrá asegurar que la cobertura es de 100 por ciento.

Mientras tanto, otros países han optado no seguir la desastrosa experiencia estadunidense, y así Inglaterra, Francia, Canadá y los países nórdicos han decidido invertir sumas multimillonarias para reforzar sus sistemas de asistencia médica. En todos estos países los habitantes tienen atención médica óptima financiada por los impuestos y los trabajadores de la salud tienen un nivel de vida decente.

México ha construido durante medio siglo un sistema de atención médica que atiende al 60 por ciento de la población por medio de la seguridad social, otro 30 por ciento es atendido por la Ssa y entre el 5 y 10 por ciento restante se atiende en la medicina privada. La duplicación de funciones, la corrupción y la ineficiencia le han dado al sector salud un aspecto de grave insuficiencia, y ante esto, para solucionarlo, rápidamente se ha pensado (en un maravilloso ejercicio de antiimaginación) en copiar el sistema estadunidense. Todos aquellos trabajadores con alguna capacidad de pago (cualquier asalariado) en lugar de pagar cuotas al IMSS comprarán seguros privados, quienes proporcionarán servicios médicos de acuerdo a las primas y subcontratarán hospitales y sistemas de atención. En cada paso, unos pocos obtendrán ganancias en perjuicio de la calidad de la atención.

Hoy el país cuenta con una extensa infraestructura en salud que más bien que mal resuelve la mayoría de los problemas, aunque son muchos sus defectos. Ante la complejidad de las dificultades que implica mejorar el sistema se le presenta al gobierno la oportunidad de abandonar esta responsabilidad para dejarla en manos de los inversionistas privados, cuyo objetivo es ganar dinero, no proporcionar la mejor atención médica posible, situación claramente antagónica. Ciertamente el sector puede y debe enriquecerse con inversiones privadas en hospitales, pero el gobierno debe mantener la política de seguridad social no redituable (non profit).

Es evidente que todo debe mejorar en el sector salud, empezando por la calificación y los salarios de médicos y enfermeras, la infraestructura y el equipamiento, incrementar las plazas y evitar trabas burocráticas, pero debemos buscar verdaderamente mejores alternativas y no abandonar a los enfermos a la voracidad del mercado. Es mucho lo que el pueblo ha pagado para construir lo que hoy tenemos, y ha sido mucho lo que los políticos y administradores se han robado, para salir hoy con que es un buen negocio desentenderse del problema.

 

Ť Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán