Ť Iván Restrepo Ť
Efectos nocivosdel cultivo detabaco en Nayarit
Múltiples han sido las consideraciones que los especialistas han hecho los últimos meses sobre la enorme multa fijada a la industria cigarrera de Estados Unidos por un jurado de Miami. Este condenó a los cinco grandes monstruos del tabaquismo a pagar 145 mil millones de dólares por daños ocasionados a 700 mil fumadores enfermos, en especial de cáncer.
Aunque de esa cifra paguen una parte mínima, o quede sin efecto, fue sin duda un golpe más a las poderosas tabacaleras que ya pagan a 46 estados de la Unión Americana 250 mil millones de dólares como compensación por los gastos que significó atender a los enfermos a causa del tabaquismo. Mas no crea que por eso la industria está al borde de la quiebra: periódicamente aumenta el precio de las cajetillas de cigarros y de esa manera recupera parte de lo que aporta al sistema de salud.
Pero tanto en el vecino país como en México existen otros enfermos por tabaquismo de los que casi nunca se habla y nadie protege. Los tenemos en el bello estado de Nayarit. Aquí se ubica una de las principales zonas de cultivo de tabaco. Más de 20 mil jornaleros agrícolas de origen huichol y cora bajan cada año de sus territorios ancestrales a la costa, al municipo de Santiago Ixcuintla, donde se ocupan de la fumigación, corte y ensarte de las hojas de tabaco. En esas labores, muchos enferman al contacto con los plaguicidas y los herbicidas aplicados. Pese a la carencia de estadísticas epidemiológicas confiables, se calcula que al menos cuatro jornaleros se intoxican por agroquímicos cada semana, mientras un número indeterminado muere después en la sierra, sin atención médica.
Desde hace veinte años, la maestra Patricia Díaz Romo y un grupo defensor de la salud y el ambiente llevan la historia de lo que sucede con el cultivo de tabaco en Nayarit. Su trabajo muestra el daño que causan los agroquímicos a familias coras y huicholes que los aplican para combatir las plagas y garantizar altas cosechas de tabaco.
Algunas medidas preventivas aprobadas por el gobierno no se observan. Por ejemplo, los jornaleros a duras penas saben leer, así que ignoran los cuidados mínimos para manejar los plaguicidas; tampoco usan equipo protector. Aunque el sistema de salud atiende sólo a los que oficialmente se intoxican, unos 800 al año, esto no impide que los mate después el cáncer y otros males contraídos al trabajar en las plantaciones de tabaco.
Sin embargo, mientras en Estados Unidos las sanciones y exigencias a las influyentes tabacaleras son pan de cada día y se conocen poco a poco más detalles de su comportamiento pernicioso, es importante no olvidar lo que sucede en nuestro país, donde esa industria jamás ha pagado un centavo por los daños que ocasiona a la salud de los fumadores o a quienes trabajan en sus campos de cultivo.
Especialmente los últimos meses diversas dependencias del sector salud advierten lo negativo que es contar con millones de adictos al cigarro, cuyo número aumenta por la publicidad, en especial entre los jóvenes. Esto obliga a tomar medidas todavía más radicales para evitar mayores daños a la población. En lo que toca al sector rural, existe un documental elaborado por la maestra Díaz Romo que aborda el problema de los indígenas que laboran en las plantaciones de tabaco de Nayarit. Fue traducido a 12 idiomas y ahora se exhibe en diversas partes del mundo.
Bien harían las autoridades en difundirlo a través de los medios de comunicación masiva para que el público conozca el daño que estamos permitiendo a las familias rurales, a las que en el discurso oficial se promete proteger y sacar de la pobreza.