Ť Carlos Fazio Ť
¿Neurosis o distracción?
Durante varios días, el clan Salinas y su "enemigo", el presidente Ernesto Zedillo, protagonizaron una nueva puesta en escena en este gran teatro del absurdo en que han convertido a México los grupos cleptocráticos que se apoderaron del poder. Millones de mexicanos asistieron como espectadores pasivos a un gran circo romano en el que los medios de comunicación masiva jugaron un papel clave al servicio de los intereses en pugna.
Se ha analizado la última representación de Carlos Salinas como producto de una psicopatía antisocial y un trastorno narcisista de su personalidad. La neurosis del ex presidente estaría originada por el trauma psíquico que le produjo haber fusilado a su niñera cuando tenía cuatro años. Su personalidad quedó marcada por la huella del crimen; al asesinar a su nana ejecutó a su figura materna y su personalidad se convirtió en un verdadero desmadre, en el sentido literal y académico del término.
En su caso se cumpliría el axioma "infancia es destino". Su padre Raúl Salinas Lozano, entonces alto funcionario de la Secretaría de Economía, usó sus influencias y el niño no fue castigado. Pero la personalidad de Carlos Salinas quedó marcada por la violencia, la maldad, la mentira, la impunidad y una cierta compulsión por romper las reglas, rasgos que conforman el perfil de un psicópata. Más tarde añadiría otro elemento: la traición.
Expertos en salud mental interpretaron el lanzamiento del libro por el ex presidente como una manifestación narcisista de su personalidad. Como un intento por mantener su poder y conservar su impunidad. Salinas se preocupa con fantasías de éxito ilimitado y poder; está convencido que es un tipo especial y único.
Adulado en demasía por los cortesanos de Los Pinos durante su mandato, requiere, en su exilio, de una excesiva admiración. No se termina de convencer que perdió su corona y, en el fondo, teme quedar desnudo. Por eso amenaza con desatar otra corrida de capitales: "No hay blindaje financiero que aguante", sentenció.
En el reparto, el "hermano incómodo", Raúl, es el que debe pagar una vez más los "errores" de Carlos. Eso explicaría la furia del preso más popular de Almoloyita, víctima del síndrome de la envidia patológica; el trauma de ser "el hermano de". Según los especialistas, la reacción de Raúl expresa celos, admiración, sumisión, miedo.
De alguna manera, el drama de la "familia" Salinas es un espejo de la sociedad. Signado por el crimen y la corrupción, el clan de Agualeguas se elabora y realiza como ser histórico en la telaraña de las relaciones sociales.
En esa dimensión, más allá de los trastornos de los Salinas como entidades patológicas, habría que analizarlos como formas peculiares de estar y configurar el mundo. Un mundo de poder que tiene como centro la violencia, la mentira y la impunidad. Un mundo de ladrones, con usos mafiosos que permean a la sociedad.
En ese contexto, la mentira ha llegado a impregnar de tal manera la existencia de los mexicanos, que terminamos por forjarnos un mundo imaginario, cuya única verdad es precisamente que se trata de un mundo falso, y cuyo único sostén es el temor a la realidad, demasiado "subversiva" para soportarla.
En ese ambiente de mentira, desquiciado por la polarización social, y sin un terreno para la racionalidad, la violencia se enseñorea de tal forma que llega a pensarse que es la única solución al problema de la misma violencia. Esa guerra de todos contra todos quedó exaltada en Chimalhuacán y adquiere ribetes dramáticos con la militarización y paramilitarización de Chiapas.
Pero el neodarwinismo social se manifiesta también en el linchamiento colectivo del "villano favorito", como manifestación de un escepticismo evasivo y un negativismo infeccioso, oportunista, que no alcanza a descubrir la manipulación de la propaganda oficial y la visión "confabulatoria" del poder, que hace escarnio de los delirios de grandeza y mesianismo de Salinas, pero que no nos permite descubrir qué hay detrás del montaje; qué otra cosa no quieren que salga a la luz de la guerra Salinas-Zedillo.
En esa guerra, los medios jugaron un papel capital en la elaboración de las construcciones mentales mediante una calculada manipulación de la realidad, actuando de manera directa sobre la confusión y ambivalencia de la gente. Toda propaganda parcializa y distorsiona la realidad; pero no es la propaganda que se presenta formalmente lo que aquí interesa.
En la formación de una determinada visión tiene más impacto lo que pasa por información, con su apariencia de imparcialidad y objetividad. Aunque muchas veces lo más importante no es lo que expresan los medios sino lo que dejan de expresar.
La pregunta clave es qué ocultaron los medios durante el affaire Salinas-Zedillo. ¿Tendrá esto algo que ver con la recomposición de las alianzas en el seno de la oligarquía financiera? ¿Con el nuevo gobierno de los empresarios que administrará Vicente Fox?