DOMINGO 15 DE OCTUBRE DE 2000
Ť El escritor Gao Xingjian se considera desterrado desde su nacimiento
La escritura del exilio, necesaria mientras la historia tartamudee
Ť Asevera que la autocensura pesa más que la censura sobre los intelectuales chinos
Vilma Fuentes, especial para La Jornada, París, 14 de octubre Ť "No hay milagros, eso es lo que Dios me dijo", responde uno de los personajes de El libro de un hombre solo, novela-testimonio de Gao Xingjian, a las preguntas que plantea la existencia del mal en el mundo.
Sin embargo, la asignación del Premio Nóbel de Literatura 2000 a este creador tan discreto parece un milagro.
Nacido el 4 de enero de 1940, en Ganzhou (China oriental), bajo el signo del caos --"mi madre decía que dio a luz en pleno bombardeo durante la guerra chino-japonesa"--, Gao fue una de las numerosas víctimas de la primera Revolución Cultural: sufre el internamiento en uno de los múltiples campos de reducación y se ve obligado a quemar una maleta llena de manuscritos.
"Es la historia que cuento en El libro de un hombre solo. Es la del hombre que ha creado la historia y la cultura. El hombre primero, la memoria enseguida. El patrimonio cultural que se espera... no es una memoria única deformada, impuesta por un poder totalitario, sino el de las memorias más ricas, más vivas, más variadas. Memorias individuales y plurales.
"Este libro es 'mi' testimonio, entre otros muchos... Aparte la censura, que sigue siendo estricta, la autocensura pesa aún más sobre los intelectuales chinos. Mientras la historia siga tartamudeando para no hablar de la realidad, la escritura del exilio sigue siendo obligatoria y necesaria."
Infancia feliz
Proveniente de una familia liberal, Gao reconoce que vivió una infancia feliz: "Muy chico, hice teatro, con mi madre, quien era actriz".
Sin embargo, agrega, "soy un exiliado desde mi nacimiento". Y escribe a propósito de su destierro: "Eres un extranjero, destinado a serlo para siempre, no tienes ni techo, ni país, ni familia, ni carga, excepto la de pagar tus impuestos".
Poeta, dramaturgo, pensador, novelista, el autor de uno de los más bellos libros escritos en las últimas décadas, La montaña del alma, Gao Xingjian vive de la pintura.
"Es mi profesión. Todos mis recursos vienen de ahí. Gracias a la pintura, escribo lo que quiero sin preocuparme de historias de marketing."
Li Shuang --otra artista disidente, quien también pasó por los campos de reducación chinos a causa de su pintura y de su amor por un diplomático francés, mi sobrino político Emmanuel Bellefroid, con el que ahora vive en París-- me cuenta:
"Gao tradujo hace treinta años a Ionesco, Beckett y Artaud, entre otros. Era un dramaturgo conocido en 1976; diez años más tarde, su reputación aumentaría en parte a causa de la prohibición de sus obras por la censura; la presentación de su pieza teatral L'arrêt du bus (La parada del autobús) provoca un escándalo en la época.
"Llega a Francia en 1987. El entonces ministro chino de la Cultura, amigo suyo, lo ayudó para que pudiera salir del país. Está en París cuando suceden los trágicos acontecimientos de la Plaza Tiananmen. Escribe entonces una pieza, La fuite (La huida), en la cual denuncia la represión.
La obra de teatro es representada en Suecia, Alemania, Polonia, Africa. Las autoridades chinas prohíben de inmediato sus piezas, la policía confisca su departamento y su amigo ministro de Cultura es arrestado. Gao se instala en el barrio de la Bastilla y recomienza todo desde cero.
"Ahora vive en las afueras de París, en una especie de multifamiliar de Bagnolet. En el medio chino, casi nadie lo conoce, pues Gao es muy discreto. No creo que tenga ninguna intención de volver a China: adquirió la nacionalidad francesa hace tres años y escribe ahora en francés. De tal manera que el Premio Nóbel recompensa este año a la vez a un escritor chino y a un francés."
Li Shuang conoce bien a Xingjian. Existe incluso el proyecto de una exposición conjunta. "La pintura de Gao es una caligrafía abstracta, en blanco y negro. En unos días se expondrán una decena de sus telas en el Carroussel du Louvre".
Gao escribió que su persona "no es sino un mensaje de la vida, una palabra dirigida contra el no-ser". Personaje paradójico, reconoce: "La política nunca ha sido mi preocupación", pero no duda en desatar en China, desde 1982, numerosos debates sobre el realismo y el modernismo en arte, antes de dedicarse durante siete años a escribir su obra maestra, La montaña del alma.
En ésta, las leyendas ancestrales de su país, los ritos, la pintura y las danzas sagradas se entretejen con el cruel drama de un país moderno, desgarrado por las guerras y el hambre, contraste del que brota la imagen inolvidable de una China eterna, más allá de la fugacidad de cualquier régimen.
Es una crónica poética, escribe su traductor al francés, Noël Dutrait, en la que se mezclan "viaje interior, evocación de paisajes y bosques aún vírgenes de China, escenificación de desgarramientos amorosos o simple descripción de un minuto de placer debido a la amistad. Cuento clásico y picaresco maravilloso, evocación de la realidad absurda o kafkiana contemporánea, reflexión sobre el arte de la novela".
En esa obra, Gao funde ensayo y ficción, documentos y anécdotas, a partir de la aventura de un hombre que emprende un viaje con un bolso al hombro, a pie, en autobús y en bicicleta, en busca de una misteriosa montaña, lugar ideal para retirarse del "mundo del polvo"; es una búsqueda de los vestigios de China antigua, de la magia oriental, del Libro de las adivinaciones o Yi Ching y de la ciencia, de Lao Tse.
Primer premio Nobel de literatura chino, Gao Xingjian, uno de los creadores más completos de nuestro tiempo, aceptó esta recompensa con reserva y modestia, acosado por los periodistas, pero en apariencia más inquieto por su obra y asombrado por el extraño destino que lo condujo a escribir en francés.