Ese es el promedio de cadáveres que recibe cotidianamente el Servicio Médico Forense (Semefo), considerado como el más moderno de América Latina, según su director, José Ramón Fernández Cáceres, y que gracias a la tecnología de punta adquirida paulatinamente durante los últimos cinco años, permite que los peritos realicen una autopsia en casi una hora para liberar poco después el cuerpo que analizaron para entregarlo a sus familiares.
Lo anterior, señala el funcionario, era impensable antes de 1995, cuando ni siquiera existía un horario nocturno y los cadáveres que ingresaban al lugar después de las siete de la noche eran examinados hasta el día siguiente. "Los familiares tenían entonces dos opciones: llevarse a su cadáver a velar y traerlo al día siguiente, o dejarlo toda la noche y recogerlo al mediodía", refiere Fernández Cáceres.
Además de la implantación de un horario nocturno que en la actualidad concentra "el grueso del trabajo del Semefo", la institución ha adquirido equipos de alta tecnología que facilitan los dictámenes de forenses y peritos.
Un aparato denominado cromotógrafo de gases, por ejemplo, acoplado a un espectofotómetro de masas permite detectar con precisión la dosis y el tipo de cualquier sustancia, droga o fármaco que se encuentre en la sangre.
Contra lo que pudiera pensarse, la mayoría de los cadáveres remitidos al Semefo no son producto de hechos delictivos: 25 por ciento son por "muerte súbita", provocada por enfermedades ignoradas o desconocidas por las propias víctimas y sus parientes. Enseguida, con 21 por ciento del total, se ubican aquellas personas que perecieron en accidentes de tránsito, mientras que sólo 16 por ciento corresponden a homicidios.
Ahí también llegan aquellos que perecen en accidentes en el hogar y que representan la décima parte del total, y por supuesto los suicidas, cuyo número es de siete personas por cada cien.
Casi la totalidad de los cuerpos, que en una cuarta parte ingresan en calidad de desconocidos, son reclamados el mismo día que llegan, pero hay otros que permanecen ahí durante semanas, en alguno de los 60 refrigeradores del Semefo: "Una señora, por ejemplo, vino aquí nueve meses después de que recibimos el cádaver de su marido", refiere el director. Son los casos de la gente de provincia, generalmente muy pobre, que muere sin tener parientes en la ciudad que los identifique, hasta que alguien que se extraña de no recibir noticias suyas en su lugar de origen, comienza la búsqueda.
Ultimo lugar para buscar desaparecidos
El Semefo es el último lugar donde acude la gente en busca de familiares perdidos: "Antes era común que se les permitiera identificar directamente el cuerpo y había quienes prácticamente lo escogían, sobre todo aquellos que pretendían cobrar un seguro y seleccionaban al más irreconocible. Pero también había familiares que se contradecían entre sí, porque mientras uno aseguraba que sí se trataba del pariente perdido, otro juraba que no era. Cada uno tenía sus argumentos: el primero, después de tanta búsqueda prefería pensarlo muerto, mientras el segundo se aferraba a la esperanza de que seguía vivo en algún lugar".
Ese reconocimiento directo también se acabó en el Semefo, ahora hay un departamento de identificación donde los deudos son entrevistados a detalle sobre las características de la persona que buscan antes de que se les permita ver el cuerpo.