DOMINGO 15 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Antonio Gershenson Ť

Pemex: nuevo régimen fiscal

El presidente electo anunció en Chile un nuevo régimen fiscal para Pemex, el cual, evidentemente, es necesario. Es importante, sin embargo, definir no sólo el sentido preciso del cambio, sino los momentos en los que efectivamente se pueda dar.

Una reforma fiscal completa implica que el fisco tenga fuentes alternativas para obtener, si no todos los recursos que provienen ahora de Pemex y que dejarían de hacerlo, por lo menos la parte que no se pueda compensar haciendo más eficiente el uso del gasto público. No hay, en este momento, un consenso en torno a qué reforma fiscal se debe implantar. Algunos quieren cobrar IVA por alimentos básicos y medicinas, como si la insuficiencia de recursos se fuera a resolver sacando dinero a los enfermos y a los hambrientos; en otros casos se plantea eliminar subsidios y exenciones al capital financiero. Ningún partido tiene mayoría en las cámaras legislativas, por lo que es dudoso que esto se pueda resolver en el mes que va a transcurrir entre la toma de posesión del nuevo presidente, el primero de diciembre, y el fin del año, que es el límite legal para que se aprueben, por lo menos, la Ley de Ingresos y el Presupuesto para 2001. Hay, además otros proyectos legislativos urgentes del nuevo gobierno, como es el de reformar la Ley Orgánica respectiva para que el gabinete entrante tenga los puestos y la estructura que se han anunciado.

Es por ello que resulta necesario hacer una distinción entre los cambios fiscales que se pueden hacer ya, porque no afectan los ingresos previstos cada año en el artículo primero de la Ley de Ingresos, y los que implicarían una reforma fiscal a fondo. Si no se hace esta distinción, corremos el riesgo de que Pemex tenga su ejercicio de 2001 igual de amarrado que los de los últimos tres sexenios.

En primer lugar, está el llamado Aprovechamiento sobre Rendimientos Excedentes, que consiste en quitar a Pemex 39.2 por ciento de lo que le llega a quedar después de los gastos directamente encaminados a la explotación del crudo, derivados de precios superiores a la previsión "oficial" para el crudo mexicano de exportación. Como se anuncia, esa previsión de 18 dólares por barril, estando hoy arriba de los 28 y siendo conservadoramente previsible un promedio de alrededor de 24 dólares para 2001, el monto del que hablamos es de poco más de mil millones de dólares. Sin embargo, como se supone que la previsión oficial es correcta, en el primer capítulo de la Ley de Ingresos ni siquiera se tomará en cuenta esa cantidad, o por lo menos así ha sido durante años. Por lo mismo, la supresión de este gravamen no afecta el dinero que se reserva para poder pagar todo lo que estará previsto en el presupuesto, pero sí dejará a Pemex algunos recursos propios para la inversión.

Otro de los impuestos en una situación similar es el aplicado a los rendimientos petroleros, que equivale al Impuesto sobre la Renta, con una diferencia: este último ha tenido rebajas frente a 35 por ciento de hace unos años, y para Pemex ese porcentaje se conserva. Sin embargo, en las últimas leyes de ingresos está en ceros en el capítulo primero, porque se calcula exprimir a Pemex de antemano hasta la última gota y que no le quede nada parecido a una utilidad. Por lo mismo, rebajar ese porcentaje tampoco afecta el ejercicio del presupuesto, pero sí permite un mejor uso de los llamados rendimientos excedentes derivados del precio del petróleo, que será sin duda superior al oficialmente previsto.

Este primer paso de la reforma fiscal para Pemex no requiere de ningún cambio en el resto del régimen fiscal y, por lo tanto, es viable ya en el próximo diciembre. Es la forma de que, en el muy posible caso de que no se pueda concretar en ese mes una reforma fiscal integral, Pemex pueda empezar a retomar las inversiones que nunca le debieron de suspender.