VIERNES 13 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Recital de la chelista en el templo de La Valenciana
De Frescobaldi a Schnittke, recorrido de Giménez Cacho
Ť Del suspiro de humildad al poderío, la evolución del violonchelo
Mónica Mateos, enviada, Guanajuato, Gto., 12 de octubre Ť El recital de violonchelo que ofreció ayer Jimena Giménez Cacho en el templo de La Valenciana representó un recorrido por la génesis y desarrollo de ese instrumento que ingresó en las cortes reales -durante los siglos XVI y XVII- como ''un suspiro de humildad" que con el tiempo adquirió poderío.
Así lo explicó la concertista mexicana al presentar el programa que incluyó obras de los compositores barrocos Girolamo Frescobaldi, Antoni Vivaldi y Johann Cristoph Friedrich Bach, así como por obras del autor contemporáneo Alfred Schnittke.
Como parte de esta progresión cronológica y estilística, el recital abrió con Canzona settima detta la superba para violonchelo y bajo continuo, de Frescobaldi (1583-1643), autor al que se le recuerda como el organista más destacado de su tiempo. La presencia de esta pieza en el recital de Jimena se explica por el hecho de que varias de las partituras de música instrumental de ese compositor llevan la anotación ''per sonare con ogni sorte de stromenti", es decir, para tocar con cualquier clase de instrumento.
Después se ejecutó la Sonata en La menor de Vivaldi y la Sonata para violonchelo y bajo continuo de Friedrich Bach, tercero de los cuatro hijos de Johann Sebastian Bach, un virtuoso del teclado; compuso numerosas obras vocales en diversos géneros y en lo intrumental -según explica Juan Arturo Brennan en el programa de mano- ''creó piezas de carácter ligero y transparente".
Los alcances del instrumento
La segunda parte del recital consistió en mostrar los alcances del violonchelo en la época contemporánea, con la obra Melancolía, de Jan Sibelius, escrita por este autor con motivo de la muerte de su hija.
Jimena explicó que esta pieza, así como la sonata para violonchelo y piano de Schnittke con la cual cerró su presentación eran las metáforas ideales para plasmar una vida, de principio a fin, ''que pasa por turbulencias, las supera y concluye en instantes de suma tranquilidad. Así que, si lo desean, al final no aplauda", bromeó la concertista a quien acompañaron en este encuentro musical los ejecutantes de viola da gamba, Gabriela Villa Walls; de clavecín, José Suárez y de piano, Sergio Vázquez.
Un morir dulce, como perfume que anuncia la presencia de lo eterno, fue la sensación que se extendió entre los presentes al escuchar las últimas notas de la pieza del ruso Schnittke (1934-1998). Luego un largo y trémulo silencio, deshilachado por largos aplausos.