JUEVES 12 DE OCTUBRE DE 2000

Ť Dura crítica del también legislador comunista a sus colegas congresistas


Ovación en la Duma al ruso Alfiorov, Nobel de Física

Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 11 de octubre Ť Por primera vez en la historia parlamentaria reciente de este país, los diputados de la Duma Estatal dejaron de lado sus diferencias políticas y ovacionaron de pie este miércoles la entrada a la sala de un legislador comunista.

Cuando ingresó al recinto, el presidente interrumpió la sesión para ir a su encuentro y darle un abrazo. Muchos hicieron lo propio, sumándose a la celebración colectiva, y le pidieron que hablara en tribuna.

No era para menos. A este diputado que vive en San Petersburgo y rara vez asiste a las sesiones ordinarias, pero que aporta su valiosa experiencia en la Comisión de Ciencia y Técnica, de la cual es miembro, se le concedió el pasado martes el Premio Nobel de Física.

Comunista por convicción y por militancia, según su personal definición, Zhores Alfiorov nunca antes había hecho uso de la palabra en una sesión de la Cámara. Hoy lo hizo con verdadera pasión y denunció el estado de abandono que sufre la ciencia en Rusia, un país que "es poderoso y reconocido no por su petróleo o gas, no por sus materias primas, sino por sus talentos".

Alfiorov, quien también es vicepresidente de la Academia de Ciencias de Rusia, lamentó que el Estado haya reducido drásticamente el financiamiento a la ciencia y nuevas tecnologías, que en el proyecto de presupuesto para el 2001 equivale apenas a 1.72 por ciento del producto interno bruto.

"Es un error gravísimo, pero es peor que nuestros descubrimientos y avances, en algunas materias realmente impresionantes, no interesen a nadie en nuestro propio país, o no encuentren aplicación en nuestra economía, mientras muchos de los cerebros rusos más notables se ven forzados a emigrar", dijo, y a continuación puso una nota de ironía cuando agregó que "sin duda, somos un país de optimistas: todos los pesimistas ya emigraron".

Y preguntó a sus pares: "ƑCómo es posible que ustedes estén de acuerdo en gastar mil 100 millones de rublos para construir un centro parlamentario y residencial en San Petersburgo, una cifra cuatro veces superior a lo destinado a promover la investigación en ciencias fundamentales?"

La respuesta de Alfiorov hizo que muchos diputados bajaran la mirada.

"Tan sólo ese dinero sería suficiente para construir varios laboratorios", afirmó, y los exhortó a renunciar al superfluo plan, cuyo fin exclusivo es que los diputados federales cuenten con instalaciones modernas y viviendas confortables en la ciudad de origen del presidente Vladimir Putin.

Los promotores de la idea argumentaron la conveniencia de que el Legislativo tenga donde sesionar en San Petersburgo, en caso de que el jefe de Estado, una vez terminada la remodelación del Palacio de Konstantin, decida pasar temporadas largas frente al mar en la que será, junto con el Kremlin de Moscú, su residencia alternativa.

Alfiorov, como los demás miembros de la fracción comunista, se opuso a ese innecesario dispendio y ahora, desde la posición de amplio reconocimiento que le da el Nobel, el primero que se otorga a un físico ruso en los últimos 22 años, anunció que presentará una iniciativa para revisar el pro- yecto de presupuesto en favor de un mayor financiamiento para la ciencia.

Este jueves hablará del tema con Putin, quien regresó por la noche de una gira por el Asia Central, donde se viven momentos de creciente tensión ante el avance de los talibanes que controlan ya 92 por ciento del territorio de Afganistán y están cada vez más cerca de la frontera con Tayikistán.

El principal éxito del viaje de Putin es también, desde el punto de vista de las tendencias negativas que se perfilan, una mala noticia para un país que todavía no sale de la guerra de Chechenia. El reconocimiento del liderazgo ruso en materia de seguridad colectiva en la región, sellado con la firma de seis países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) del acuerdo para el traslado, despliegue y uso de tropas en caso de agresión foránea, implica para Rusia un alto riesgo de verse involucrada en una nueva guerra, ahora en su flanco meridional.

Al menos existe ya el compromiso de enviar contingentes y armamento rusos a los países colindantes con Afganistán, para repeler un eventual ataque externo.

Previamente, los jefes de Estado de Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kirguistán, Kazajstán y Tayikistán advirtieron sobre "el peligro de la creciente presencia del terrorismo internacional y el extremismo en Asia Central", y calificaron a Afganistán de "amenaza para la seguridad de la región".

La situación se complica por la posición de Uzbekistán, país clave en la zona, que abandonó el tratado de seguridad colectiva de la CEI y anunció su intención de reconocer al régimen talibán afgano.

Es de suponer que no se caerá en la tentación de asestar golpes preventivos con misiles y aviación, pero no es claro qué haría Rusia si los fundamentalistas talibanes invaden Tayikistán o Kirguistán.