MIERCOLES 11 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Ana María Aragonés Ť
ƑNuevo programa bracero?
El debate sobre el tema migratorio está adquiriendo una relevancia como nunca antes, importancia que se manifiesta en el hecho de que se encuentra en la discusión del Congreso de Estados Unidos. El momento electoral que vive ese país en el que se juegan la presidencia el gobernador republicano, George W. Bush, y el demócrata y actual vicepresidente, Albert Gore, tiene sin duda su efecto en tema tan candente. Y sobre todo porque involucra a la comunidad hispana que ha adquirido un impresionante peso económico y político.
La polémica se centra en cuál debe ser la estrategia que el gobierno estadunidense debe seguir en relación con la creciente demanda de fuerza de trabajo que requiere la economía, y muy particularmente el sector de la agricultura, cuyas necesidades no pueden ser satisfechas por contingentes laborales internos. Encontramos enfrentadas dos grandes líneas de discusión.
Una de ellas, enarbolada por la poderosísima industria agrícola, las agroindustrias y miembros del Partido Republicano, quienes centran la polémica en la necesidad de negociar con los países exportadores de esta fuerza de trabajo, y muy especialmente con México, un nuevo Programa Bracero, argumentando la grave escasez que sufre el sector.
La otra posición, en alguna medida diferente de la anterior, está en contra de que se abra la frontera para la entrada de nuevos trabajadores. Sostiene que hay una manera distinta de responder a las necesidades del sector agrícola: promulgar una miniamnistía para más de 500 mil inmigrantes que entraron a Estados Unidos sin documentos y que han vivido en ese país durante muchos años en el "limbo legal". Asimismo plantean la necesidad de ampliar los derechos para aplicar para la residencia permanente a los extranjeros nacidos en El Salvador, Guatemala, Haití y Honduras, bajo el mismo proceso que se ha abierto para nicaragüenses y cubanos. Esta propuesta la defienden el Partido Demócrata y un importantísimo conjunto de agrupaciones hispanas y de abogados defensores de migrantes, así como el llamado Congressional Hispanic Caucus, que cuenta abiertamente con el apoyo del presidente Clinton, quien ha amenazado con vetar asuntos de mucho interés para los republicanos en caso de que mantengan su oposición. Concretamente, demócratas como el senador Edward Kennedy y Bob Graham promueven la promulgación de una legislación que proteja a los migrantes en las cortes para que se revisen judicialmente las decisiones en materia de deportación, asilo y detención de migrantes. Esto evitaría que estén sujetos a la política del Servicio de Inmigración y Naturalización, la cual es un grave error "no sólo porque es imperfecta sino porque comete grandes equivocaciones".
Esta confrontación entre los grupos más poderosos de Estados Unidos, en la que se ven lógicamente involucrados los dos grandes partidos políticos, explicaría lo que en muchas ocasiones parece una enorme contradicción, es decir: Ƒpor qué si existe una real escasez de fuerza de trabajo se aprueban leyes antiinmigrantes, por qué los intentos de sancionar a patrones, de deportar migrantes, etcétera? Está claro que la contradicción tiene su origen en un conflicto de intereses entre los sectores más poderosos de Estados Unidos y la forma en que pretenden abordar el problema migratorio.
Por lo tanto, la resolución de este conflicto, que afectará a nuestros trabajadores en Estados Unidos y gane el grupo que gane, no puede tomarnos desarmados. Es fundamental que académicos, grupos sociales, el nuevo Congreso y, por supuesto, los trabajadores iniciemos una profunda discusión para que de una vez por todas México presente una posición y dejemos a un lado lo que ha sido constante de la política del gobierno mexicano: reactiva, defensiva, pero nunca propositiva. Si queremos bilateralidad hay que empezar a discutir nuestra política migratoria.