Ť Quinto Encuentro Regional de Teatro
Un tren escénico realiza una travesía por foros de Tijuana
Ť Con la obra ¿Jugamos?, el grupo Abalol abrió el telón
Ana Lilia Cortés, especial para La Jornada, Tijuana, BC Ť Con la actuación del grupo Ababol, de España, comenzó el jueves por la noche el quinto Encuentro Regional de Teatro, en el Centro Cultural Tijuana, donde hasta el 15 de octubre actuarán grupos de esta entidad, Distrito Federal, Jalisco, Nuevo León y Sinaloa.
Se presentan "obras teatrales de gran calidad, historias basadas en temas contemporáneos y controversiales, además de traer artistas y directores reconocidos a nivel nacional e internacional", afirmó Angel Norzagaray, director de la muestra teatral.
¿Jugamos?, adaptación de Guillermo Dorda a la comedia original Creo en Dios, de Francisco Sanguino y Rafael González, fue la producción teatral presentada por los madrileños.
Su planteamiento contiene comedia y drama, con dos protagonistas, cuya vida cambia al coincidir en el mismo tren.
Virginia Avilés y Mónica Gracia, intérpretes de Celia y Herminia, subieron a escena mientras una melodía, que sugería la de una cajita musical, las presentaba como muñecas de sus vidas.
En el tren comenzó una travesía en la que las actrices --con total dominio escénico-- "jugaron" de principio a fin con sus personajes de cuento; en tono totalmente casual, y hasta festivo, develaron poco a poco sus historias, crudas, incluso brutales. Estaban convertidas en muñecas de papel; por su simpatía e inocencia parecían dos niñas grandes, pero pronto se descubrieron dueñas de todas las desilusiones de la vida.
El grupo Ababol pasó la prueba y logró presentar su drama en tono de comedia de manera tan divertida que el público dejó escapar sus carcajadas, sin perder detalle.
La escenografía de Agata de la Prada parecía lineal y de pronto fue armario, luego tren, después departamento; faltaban piezas del rompecabezas que las protagonistas descubrieron en forma paulatina.
Al reunirse, Celia cuenta que huyó del acoso sexual en su trabajo, de las aventuras sin huella; en de su fantasía, imagina que su encuentro con Herminia es una señal divina de que ha emprendido el camino correcto.
Esta última también escapó de su realidad y subió al mismo vagón en que encontraría sentido a la vida. Ella sufría abusos por parte de un tío cura; en la evasión de su realidad se convirtió en actriz infantil porno: ríos de hombres han pasado por su vida y la han dejado huérfana de afectos; éstos, imagina, no existen.
El encuentro circunstancial da un vuelco a las vidas de los personjes; pronto se cuentan sus historias, mientras cambian sus vestidos, sólo del frente --como todas las muñecas de papel, recortables-- y hablan de todo aquello que no habían confesado nunca.
La comedia va subiendo de intensidad, así como las actuaciones de las actrices, quienes requirieron de un total dominio de sus expresiones faciales y corporales para hacer reir con el drama que finalmente lleva a Celia a confesar que mató a un hombre al defenderse de su acoso.
Sabe que fue imprudencial, pero desconfía de la justicia; sus huellas están por todas partes en el lugar del hecho.
Hasta en su huida, las protagonistas logran intercalar la comedia en su máxima expresión con el dramatismo del teatro; no dejaron escapar los hilos que unieron sus actuaciones y a sus personajes, porque al encontrarse descubrieron la amistad y el significado del verbo vivir.
Cuando huyen juntas en un avión dan la impresión de dejar atrás las vivencias que, pareciera, no les duelen; lejos de herir susceptibilidades, hacen reír hasta el final, cuando frente al público preguntan a todos: ¿Jugamos?
¿A qué podría jugar el público, si no a la vida? Ellas dieron lecciones de eso en escena; también disfrutaron el teatro y se convirtieron en muñecas jugando a las casitas, al trabajo, al odio, a la magia, a la ilusión.