LUNES 9 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Samuel Schmidt Ť
La capacidad de gobernar en México
El mundo tiene una capacidad de gobernar reducida. Los políticos en general carecen de habilidades para gobernar; funcionan con paradigmas obsoletos y toman decisiones sin medir sus consecuencias, y éstas con frecuencia causan problemas más graves que los que intentaban resolver. Además son insensibles e intolerantes a la crítica, porque la asumen más como agresión a lo que consideran su coto privado y no como el derecho de la sociedad a evaluar su trabajo.
El hecho que haya un cambio histórico como el que puso fin a las décadas de gobierno autoritario en México, no implica que el nuevo gobierno llegue con las cualidades necesarias que eleven su capacidad de gobernar. Más aún, es muy posible que el nuevo gobierno esté "contaminado" por la cultura política del pasado régimen y que no esté capacitado para dar el brinco histórico que reclama la nueva circunstancia. Y es que no es fácil desprenderse del pasado, como tampoco lo es adquirir la sensibilidad que requiere conducir a una sociedad compleja. Darle fin a un régimen implica una vocación de cambio excepcional y una capacidad de gobernar fuera de serie. Nada de esto parece ser el caso en México.
El plazo de transición ha resultado muy largo para un grupo de políticos que no solamente carecen de habilidades de gobernación básicas, porque mientras más tiempo transcurre más errores cometen. Después de prometernos que se encontrarían las personas más capacitadas para asumir las labores de transición, resulta que hoy estos mismos personajes, en lugar de presentar propuestas comprensivas para proyectar el país del siglo XXI, se están desgarrando en la lucha por el poder, marcándose un débil trabajo en equipo, con mal liderazgo y carente de visión. Demasiado temprano se han involucrado en posturas controversiales y han tenido que invertir una buena parte de sus energías en dar explicaciones. Se ha dado la situación paradójica, que un gobierno antes de asumir el puesto ya está envuelto en disputas éticas. El presidente electo, Vicente Fox, ha tenido que pedirle a sus colaboradores que no acepten regalos ni préstamos, aunque él se niega a explicar el origen de los fondos con los que se sostiene. Parece ser que aprendió de Clinton el arte de retorcer el lenguaje para confundir a la sociedad y distorsionar la verdad.
El equipo de transición ha lanzado balones de prueba que, en lugar de medir la viabilidad de sus decisiones, ha generado demasiados efectos búmerang que introducen una turbulencia innecesaria en este periodo. La propuesta de aumentar el IVA a medicinas y alimentos creó una reacción contraria que le ata las manos al gobierno, si desea elaborar una política impositiva nueva que aumente los impuestos.
La propuesta de seguridad, después de diversos tropezones de definición, ha sido rechazada por los procuradores de Justicia del país.
Vicente Fox, que tanto gusta de hablar sobre todos los temas, guardó silencios preocupante en temas como el aborto, la homofobia y el ataque a la libertad de expresión.
La política exterior ha fallado en sus planteamientos: en Estados Unidos hubo rechazo a las propuestas fronterizas y de migración; la cumbre centroamericana se frustró en parte por fallas protocolares, y en Europa el presidente electo solicitó deferencias de jefe de Estado.
Un gobierno que prometió una calidad nueva ha fallado en otorgar la transparencia que se requiere para conquistar confianza. La luna de miel con los medios de comunicación se ha terminado y ya se nota un esfuerzo de distanciamiento sobre temas sustanciales, como son la rendición de cuentas y la apertura para la vigilancia societaria.
Muchos seguidores de Fox tratan de atribuir la culpa de estos desaguisados al largo plazo de transición y no a la falta de capacidad de gobernar. Sin embargo, es muy posible que el nuevo gobierno esté en una trampa que no sea capaz de sobrepasar. Los políticos mexicanos se ven a sí mismos como administradores y nos ofrecen ser más eficientes, lo que implica un enfoque incrementalista, que básicamente incluye lograr metas, pero difícilmente se reformulan prioridades, y entonces, sea por la causa que sea, la capacidad de gobernar, que implica construir consensos, simplemente no mejora y el gobierno no da visos de poder conducir al país en una ruta nueva. Y entonces si bien nos va, solamente sucederán correcciones menores de rumbo, pero no habrá un rediseño de país.
Y esto posiblemente no sea lo que la mayoría de los mexicanos que decidió sacar al PRI del gobierno tenía en mente cuando se les ofreció el cambio.