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México, D.F. domingo 8 de octubre de 2000 
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Editorial
UNA COTIDIANA REALIDAD INCONSTITUCIONAL 

SOL La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público prohíbe a los ministros trasmitir por cualquier tipo de medio electrónico y de telecomunicación ritos, ceremonias o propaganda, pero en la vida cotidiana la realidad es muy diferente. 

En efecto, la subsecretaría de Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación está autorizada para permitir, "con carácter extraordinario", la trasmisión por radio o televisión de actos de culto. Pues bien, durante los últimos tres años se ha autorizado diariamente la trasmisión de 21 actos de este tipo; desde 1998 no se ha negado ni una sola solicitud, y se calcula que en los últimos meses de la presente administración el promedio de peticiones llegará a mil mensuales, lo cual es demasiado, incluso para quienes tienen una visión muy laxa de lo que puede considerarse "extraordinario". Además, los medios electrónicos ?principalmente la radio? incluyen en sus emisiones una gran cantidad de programas "educacionales y difusores de valores", cuya conducción está a cargo de religiosos, sobre todo católicos, aunque no sólo. Una televisora privada mexiquense trasmite cada día misas y rosarios a sus catolicísimos televidentes de Querétaro y Guanajuato, y muchos obispos tienen programas semanales en las radios o televisoras locales. 

Por su parte, el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo de la ciudad de México, trasmite, siempre "con carácter excepcional", su misa dominical sin perder una semana, y en las ciudades fronterizas del norte del país, así como en diferentes estados de la República, proliferan los programas evangélicos a cargo de diferentes iglesias, que compran el espacio a las emisoras, las cuales así se aseguran de tener un público cautivo. 

De este modo, a la gran concentración del poder informativo (más bien, deformativo o formativo, como se prefiera) de los medios televisivos, en los cuales el Estado está prácticamente ausente, se agrega la presencia de otros grandes poderes económicos y culturales que "americanizan" la vida nacional, de un modo similar a lo que sucede en Estados Unidos, donde los predicadores televisivos e incluso los charlatanes seudorreligiosos son la base esencial del poder de la nueva derecha, del neoconservadorismo. 

Si se tiene en cuenta que los medios electrónicos llegan a un público mucho más vasto que el que concurre a los templos y cursos de catecismo, esta difusión masiva de valores y conceptos religiosos equivale a una particular educación diaria de millones de mexicanos con una orientación diferente a la laica, presente en los libros de texto y en los centros de enseñanza del Estado. Esta violación de la ley para favorecer este tipo de educación religiosa, ¿prepara acaso la apertura total de la enseñanza estatal a la misma, aunque sea en forma subrepticia y gradual? 

El dejar hacer, dejar pasar, se ha convertido en la norma gubernamental ante los abusos de las iglesias en los medios, y esto, ante todo, pone en riesgo de simulación y desaparición el carácter laico del Estado mexicano. 

El laicismo ha sido un elemento cohesionador con base en el respeto y la libertad de culto, pero también sirvió durante más de un siglo como obligada línea divisoria entre la Iglesia y el Estado, como muro de contención a las presiones, existentes siempre, insaciables conforme obtienen logros, de un poder real nunca resignado a actuar sólo en los templos. El laicismo es un valor que impide la contaminación progresiva que las diferencias y pugnas religiosas pueden ocasionar y que nuestro país, como tantos otros, ya conoce. 

Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

 

 

La Jornada, Coordinación de Sistemas Francisco Petrarca 118, Col. Chapultepec Morales, delegación Miguel Hidalgo México D.F. C.P. 11570 Teléfono (525) 262-43-00, FAX (525) 262-43-56 y 262-43-54