DOMINGO 8 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Se prepara para ganar presea de oro en la Copa del Mundo de Caminata
A través del sufrimiento se logran los grandes planes: Noé Hernández
Ť La medalla de plata la voy a colgar en una pared para que me recuerde el valor del trabajo, dice
Jorge Sepúlveda Marín /I, Chimalhuacán, Méx. Ť El medallista de plata en los 20 kilómetros de marcha de los Juegos Olímpicos de Sydney recuerda que un día de 1997 salió de su casa a las 5 de la mañana para viajar a Puebla. Tenía que ganarse algunos pesos porque su situación era muy precaria.
Luego de una larga jornada de trabajo "echando un colado" que se prolongó todo el día y parte de la noche, cargando botes con mezcla como de 20 kilogramos cada uno, regresó a su hogar en la madrugada del día siguiente más que fatigado. Se bañó, preparó su short, playera y unos viejos, pero valiosos tenis y salió corriendo rumbo a Toluca, donde horas más tarde calificó para las Olimpiadas Juveniles.
Es la voz de Noé Hernández Valentín la que platica que quizá exageró en ese momento, puso, inclusive, en peligro su calificación para una prueba nacional importante, "pero qué hacía", se pregunta. "Tenía que ganarme un dinero para ayudar en mi casa y en ese momento para pagar mis gastos; afortunadamente ahora todo eso se va a facilitar, es cierto, pero si de algo puedes estar seguro, es que no me voy a tirar a dormir".
En su casa en la calle de Gardenia, en el barrio Xochiaca, parte alta de Chimalhuacán, el andarín muestra la colección de 25 trofeos y las cerca de 30 medallas ganados en los pasados cinco años, desde que decidió tomar en serio lo que inició como una forma de entretenerse. Orgulloso, cuenta que ha pensado largamente en la presea de plata, con una gruesa cinta azul y concluye que "no me voy a colgar nunca de mi medalla para obtener algo fácilmente, sino que simplemente la voy a colgar de la pared, para que me recuerde que sólo trabajando fuerte es como puedo seguir entre los mejores del mundo".
En la secundaria inició su camino triunfal
Frente a su pequeña sala de trofeos de 2.5 metros cuadrados, de pie, narra que fue en la secundaria cuando a una invitación para su grupo decidió iniciarse en la marcha. Serio, recuerda que "era muy curioso, porque el movimiento de cadera no era muy común. Siempre me reía de mis compañeros, pero desde el momento en que me tocó hacer los pasos, újule, se me acabó la risa y entendí que era algo muy serio". Y esa idea nadie se la ha sacado de la cabeza.
Mucha gente le decía que cualquier persona caminaba con ese movimiento, pero que pocos eran los corredores de maratón y que casi nadie le quería entrar, porque allí sí se sufría. "Y ahora, lo que les digo a todos ellos, es que cualquiera corre, a la mejor no todos un maratón, pero a la caminata pocos le entran, ya que deben cuidar la técnica, el braceo, pero sobre todo, hallarle el modito para no romper con la dinámica, con la cadencia de los movimientos".
Pronto, el estudiante de secundaria de 15 años de edad se dio cuenta que sus compañeros abandonaban la caminata. No resistían el esfuerzo y los dolores iniciales en las piernas los hacía huir. Pero se quedó. Sobre todo porque se dio cuenta de que tenía facilidad y porque los profesores veían que aprendía con rapidez. Por eso ahora que le han ofrecido que se haga cargo del deporte de este municipio mexiquense, prefiere que le den la plaza a su primer entrenador, José Jeremías Pio Luna, porque siempre ha trabajado gratis y conoce cómo ayudar a la gente en el deporte.
El Chivito, como lo conocen entre la "mafia de la caminata", autodenominación que se dan los andarines, estima que fue más fuerte su deseo de superación que sus carencias, y por eso estuvo dispuesto a levantarse a las 4:30 de la mañana para entrenar y más tarde viajar al Centro Deportivo Olímpico Mexicano (CDOM), a donde llegaba a las 6:00 para entrenar con su actual profesor Pedro Aroche, a quien conoció en una competencia y casi de inmediato lo invitó a trabajar en su equipo.
Delgado, de 1.68 metros de estatura y con "barbas de chivo", el marchista se siente orgulloso de que antes y después de ganar la medalla de plata la gente lo busca para saludarlo, para que una y otra, y otra vez platique cómo le hizo, lo que pensaba y lo seguro que estaba de regresar como triunfador. Su padre, José Hernández, y su madre, Felipa Valentín, antes de la partida de su hijo, escucharon su gran secreto: "voy a regresar con una medalla". Pocos, casi nadie, confiaron en su dicho.
La corriente eléctrica en su colonia se va. La habitación queda a oscuras y uno de sus hermanos corre la cortina de la única ventana que hay en el lugar. Apenas entra la luz. Del otro lado de la pared, la otra cortina que hace las veces de puerta es acomodada a un lado. La luz penetra tímidamente y la plática puede continuar en la penumbra.
Su casa, un lugar para descansar
Entre calles sin pavimentar y en pendientes muy marcadas, Noé tiene en el patio de su casa media docena de vecinos que lo esperan para felicitarlo. Varios de ellos platican con José Hernández y hablan de León, un rotwailer que anda por allí. Adentro, el medallista muestra otra pequeña habitación de unos nueve metros cuadrados, donde hay una litera y un mueble. Es allí donde comparte sus ilusiones con José, uno de sus cuatro hermanos. Sin ventanas, con un foco de 60 watts que mal alumbra el sitio, el marchista soñó muchas veces con la medalla.
Despierto, con lo ojos perdidos en alguna y en ninguna parte de la habitación, sabe que sólo allí podía en verdad descansar de las largas jornadas de trabajo, al término de los entrenamientos que hacía en la parte alta de Chimalhuacán, luego en el CDOM cuando aceptaron inscribirlo, y más tarde en las partes más elevadas de Toluca, al lado del incansable y exigente Pedro Aroche.
Otras veces, prefería quedarse en el hogar de su hermana Juanita, a la vuelta de su casa, porque con ella platicaba largas horas de sus anhelos, de lo que esperaba lograr y, a quien, con frecuencia, le confiaba sus planes, sus secretos. En respuesta, recibía sólo buenos consejos sobre cómo cuidarse y nunca perder el piso, lo que una y otra vez ha prometido que nunca hará, porque las nubes son para otra cosa, mas no para andar arriba de ellas.
Y es que insiste frecuentemente durante la conversación que siempre ha sufrido mucho, porque está seguro de que es la única forma en que se concretan los grandes planes, y su situación familiar ha sido el mejor caldo de cultivo para las dificultades, para probarse a cada momento de lo que es capaz y de lo que puede lograr por su familia y por sí mismo.
Candidato al Premio Nacional de Deportes
Sin imaginárselo, a Noé le han informado que lo propondrán para ser candidato al Premio Nacional de Deportes. Por eso, el miércoles andaba corto de tiempo, ya que debía recopilar los materiales necesarios para acreditar sus triunfos, para mostrarle a las autoridades que tiene una corta, pero fructífera experiencia en el deporte, pero sobre todo, enseñarle al mundo quién es Noé Hernández Valentín. Y claro, su mejor logro es traer a casa una presea color plata.
El Chivito sabe que se ha hecho acreedor a un premio cercano a los 250 mil pesos, además de una ayuda mensual de cinco salarios mínimos, otro presente del gobierno mexiquense, ingresos con los que espera sacar a su padre de la albañilería y hacer que su madre también descanse de las labores de la casa. Pretende ayudar a sus hermanos Roberto, Refugio y José, además de Juanita, y poner algunos negocios que funcionen.
Su idea general es asegurar su porvenir y el de su familia, "porque como lo he dicho desde hace algunos días, sé que esto -la fama, el asedio de los medios, las invitaciones y todo lo que rodea su medalla-, no van a durar para toda la vida, y por eso debo asegurarme desde ahora de lo que vendrá adelante".
Piensa en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, pero antes quiere ganar en la Copa del Mundo de Caminata y en el Campeonato Mundial de Atletismo, sin descuidar otras competencias. Claro que quiere hacer más dinero, porque eso le dará comodidades, pero desde el lunes ya salió a entrenar y el plan es iniciar desde cero, con las repeticiones, con las concentraciones, con el trabajo incansable y con la idea en la mente, que le revolotea sin dejarlo en paz, de hacerse nuevamente ganador.