DOMINGO 8 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Carlos Bonfil Ť
Revelaciones
ƑHabrá poder alguno, sobrenatural o terrestre, que frene la manía del Hollywood posdigitalizado por imitar o parodiar el cine de Alfred Hitchcock? A juzgar por la película más reciente de Robert Zemeckis, Revelaciones (What lies beneath), la empresa no es muy gratificadora. Lejos de construir un verdadero suspenso, o procurar la experiencia de miedo que tanto anuncia la publicidad, la cinta del director de Forrest Gump y Volver al futuro provoca hilaridad por su modo de resolver, en un marasmo absoluto, los enigmas que plantea y desarrolla a lo largo de su primera hora.
La referencia a Hitchcock es ineludible. Desde el nombre del protagonista, Norman Spencer (Harrison Ford), que remite al desequilibrio mental de Norman Bates (Anthony Perkins) en Psicosis (1960), hasta el voyeurismo morboso al que se presta su esposa, Claire (Michelle Pfeiffer), espiando a sus vecinos (como en La ventana indiscreta, 1954), todo esto en suntuosas residencias, a orillas de un lago, en el plácido estado de Vermont. El lugar es increíblemente tranquilo. Todo revela aquí bienestar material y armonía doméstica: el matrimonio Spencer y su lozanía en la madurez, sus renovables ímpetus sexuales; su casa elegante, su jardín perfectamente cuidado, su mascota y la hija recién aceptada en una universidad prestigiosa. Pero paulatinamente este ambiente comienza a enrarecerse. El recelo se instala en el hogar, los fantasmas trastornan el ánimo de la esposa con marido-demasiado-ocupado, y surge así un nuevo misterio, que Zemeckis toma otra vez de Hitchcock: la mujer que advierte en su cónyuge un peligro potencial (La sospecha --Suspicion, 1941).
Rendir homenaje al maestro inglés no es nada nuevo en Hollywood. Los mejores aciertos en ese intento llevan la firma de Brian de Palma (Vestida para matar, Estallido), y datan de hace casi veinte años; lo menos afortunado ha sido la nueva versión de Psicosis, de Gus Van Sant, reproducción milimétricamente conforme al original, que sin aportar nada nuevo, pasó sin pena ni gloria por la cartelera. El caso de Revelaciones es distinto. Se trata de un vehículo para el lucimiento de dos estrellas que garantizan recuperación en la taquilla; no hay adaptación directa de ninguna cinta de Hitchcock, y sí una combinación de sus temas favoritos; hay el recurso a lo sobrenatural y lo fantástico, un atractivo adicional no desdeñable; y hay también, cabe mencionarlo, un sabotaje al propio suspenso por parte de la publicidad y los avances en las salas. Novedades de la mercadotecnia: se revelan las imágenes del desenlace, casi se revela la identidad del asesino, y no hay trama que vender, pues la publicidad se ha encargado ya de todas las revelaciones posibles.
Aun así, es justo reconocer que el cálculo mercadotécnico no lo es todo en Revelaciones. Hay un inicio prometedor, con buenas dosis de misterio. Michelle Pfeiffer transmite muy bien la imagen de una ama de casa que en sus ratos de ocio (casi todos) cultiva la paranoia y multiplica sus contactos (primero accidentales, luego solicitados) con el Más Allá. De todo hay en la casa embrujada: la computadora se enciende sola, la puerta se abre inesperadamente, un retrato familiar se estrella sin motivo contra el suelo. Pero hay sobre todo un motivo recurrente: la superficie de agua como reflejo y vía de acceso a lo sobrenatural. Zemeckis y su guionista, Clark Gregg, concentran en Claire/Pfeiffer casi todo el interés de la cinta, como lo hacía en un esquema semejante Roman Polanski en El bebé de Rosemary (1968), también con amuleto al cuello, ouijas, frases misteriosas, libros de ocultismo y siquiatra. Desafortunadamente, el gusto por los efectos especiales, el plagio abierto de secuencias célebres de Hitchcock (sólo falta un vaso de leche en la mano de Harrison Ford al subir las escaleras en esta nueva Sospecha), y el gran guiñol de las visitas de ultratumba desvirtúan la elaboración de un clima de suspenso medianamente convincente. Al cabo de una hora, el espectador comienza a responder por reflejos condicionados. Como en alguna escena anterior, un indicio (ya reconocible) conducirá a un efecto, previsible, que no será revelación alguna ni mucho menos motivo de miedo. El colmo: la mascota hogareña que irrumpe, tranquilizadora, en un momento de tensión extrema. Habrá que agradecer, sin embargo, la ligereza de tono de las primeras secuencias; por ejemplo, el deseo de la pareja madura por rivalizar en rendimiento sexual con los vecinos, cuyos arrebatos amorosos escuchan a lo lejos; pero este humor y esta ligereza sólo duran escasos minutos. El resto del tiempo la cinta toma demasiado en serio su capacidad de inducir el miedo en los espectadores, y esta solemnidad es por supuesto la distancia mayor con el cine de Hitchcock. El título original de Revelaciones es "Lo que yace debajo". Era innecesario traducirlo literalmente. El enigma se resuelve rápidamente: debajo de la superficie de este film, no hay mucha novedad que prolongue el interés a la salida del cine.