Estados Unidos sabe que no somos narcotraficantes: FARC
Ť Afirman que el Plan Colombia es un negocio del capitalismo
Stella Calloni, enviada/I parte, Villa Nueva Colombia, Los Pozos, 7 de octubre Ť El comandante Simón Trinidad es uno de los voceros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el diálogo con el gobierno del presidente Andrés Pastrana, que en estos momentos pasa por estancamiento. Hacía sólo unas horas que el Alto Comisionado oficial Camilo Gómez se había reunido con el equipo de las FARC cuando La Jornada llegó a Los Pozos, donde transcurrió el encuentro con el jefe guerrillero, el cual finalizó de manera abrupta, mientras en el aire quedaba la impresión de que el impasse en la negociación no sólo no tiene visos de solucionarse, sino también que se agravó.
El momento en que se realizó la entrevista exclusiva con Trinidad es especialmente tenso, tras el inicio del Plan Colombia antinarcóticos, que se ha traducido en importantes acciones militares en el departamento de Putumayo y otras regiones del país. Para el comandante rebelde, este plan es ''el mayor obstáculo en la búsqueda de una solución política del conflicto social, y ni qué decir de lo que significa para una solución del conflicto armado''.
Pero además, el gobierno exige a las FARC la entrega de Armodio Ramos, un guerrillero detenido que protagonizó una fuga, desviando un avión cuando era trasladado de Bogotá a Neiva, localidad cercana a San Vicente del Caguán, hace más de 20 días. La fuga agravó tanto la crisis de las conversaciones por la paz como la exacerbación de la violencia paramilitar en varias regiones, mientras la Cruz Roja Internacional decidió suspender el traslado de heridos en la zona de conflicto, denunciando a las partes enfrentadas de imposibilitar su gestión.
En uno de los llamados quioscos, techados de paja y bajo los cuáles se realizan los encuentros, Trinidad sostuvo que los guerrilleros de las FARC saben que tienen derecho a fugarse y advirtió que ''nosotros jamás entregaremos a Ramos porque su deber como revolucionario era buscar su libertad y lo logró. Si ese es el motivo por el cuál se suspenden las negociaciones, decimos que no lo vamos a entregar''. A partir de ese momento el proceso parece haber iniciado un conteo regresivo y el gobierno ha puesto un plazo hasta el próximo 11 de octubre.
Durante la última reunión debía tratarse el tema del cese al fuego y el canje de prisioneros de las FARC por unos 400 militares del ejército y policías. La organización guerrillera jugó una carta fuerte al permitir en las últimas horas que se vieran las condiciones en que están los prisioneros que mantiene en algún lugar de la selva, en una situación muy difícil, con el objetivo, al parecer, de forzar un canje a corto plazo.
Pero estas imágenes causaron fuerte conmoción aquí. Los guerrilleros dicen en cambio que estas imágenes demuestran que el gobierno abandonó a su suerte al grupo de militares y policías capturados, y que éstos deben vivir en las mismas duras condiciones que la guerrilla. Sostienen además que la difusión del video serviría para llevar a debate la dramática situación carcelaria colombiana, apresurando el canje. Pero de todas maneras esa exposición ha conmovido a muchos colombianos y a la comunidad internacional.
''Nosotros estamos luchando por una paz real, en un país donde a través de toda la historia, la oligarquía terminó con los mayores líderes políticos mediante la violencia y esa paz no va a ser barata. No pedimos nada para nosotros, lo que estamos solicitando son grandes y profundos cambios como grandes y profundas son las necesidades. Nuestras exigencias claves son el desmonte del paramilitarismo, porque hace parte de la política de Estado y el Estado debe tomar esa decisión. También exigimos cambios profundos en el Estado colombiano, nuevo régimen político y la adopción de una nueva doctrina militar. Nosotros fundamentamos este cambio en la doctrina militar bolivariana y las fuerzas militares deben actuar en aquellas áreas para las que están destinadas, como por ejemplo la defensa de las fronteras'', señala.
Trinidad estima que el Plan Colombia, aprobado recientemente por el Congreso de Estados Unidos, ''es un plan de guerra y no de paz. Es como si se incendiara nuestra casa y un vecino le arrojara gasolina. No es un plan contra los narcos sino un plan contra Colombia y en particular contra las organizaciones sociales y revolucionarias porque tiene varios objetivos a la vez y todos con gravísimas consecuencias. Debemos analizar parte por parte los efectos temibles de este Plan criminal y terrorista".
El negocio del narcotráfico
Le preguntamos sobre el argumento de Estados Unidos en relación a lo que llama la ''narcoguerrilla'', acusando a las FARC.
"Ellos saben ?responde? que no somos narcotraficantes y uno de los temas claves es la necesidad de razonar sobre lo que es el narcotráfico, sus cadenas y su realidad para entender la falsedad del argumento de que están en Colombia para combatirlo, y menos aún de que ese combate debe darse contra los campesinos pobres y miserables que son el último y despojado eslabón de una cadena que enriquece a sectores definidos de la sociedad. Nosotros no somos narcotraficantes, no participamos en ningún eslabón de esa cadena y es necesario que esto se analice con absoluta responsabilidad''.
"El Plan Colombia se ha presentado disfrazado como un plan contra el narcotráfico, pero este es un negocio del capitalismo, que mueve millones y millones de dólares a través de las grandes mafias que circulan las drogas y de esta circulación de drogas se benefician no solamente esos grandes grupos que no son colombianos, sino también los precursores de los productos químicos que mayoritariamente son compañías norteamericanas, alemanas, francesas y además se beneficia el sector financiero mundial porque los millones de dólares de este gran negocio capitalista circulan alrededor de ese sector financiero. Y luego están las empresas adquiridas por narcotraficantes a través de las acciones de Wall Street. Cada vez más el narcotráfico impulsa el comercio porque a los países exportadores y a los narcotraficantes de los países productores de narcóticos le ingresa una parte. El negocio de lavado de dinero beneficia al comercio mundial por las inversiones que se realizan para lavar ese dinero. En esa cadena de la producción, el eslabón más débil y pobre es el campesino colombiano que siembra la coca, la marihuana, la ampaola. Y entonces hay que preguntarse por qué siembra coca y si reprimiendo a estos sectores se controla algo de ese perverso negocio del narcotráfico''.