Ť En su libro, Carlos Salinas habla sobre el alzamiento
El aparato oficial y la derecha me exigían aniquilar al EZLN
Ť Pedían que acabara con el movimiento a la vieja usanza, dice
Armando G. Tejeda, corresponsal, Madrid, 7 de octubre Ť El ex presidente de México Carlos Salinas de Gortari asegura en su libro de memorias, México, un paso difícil a la modernidad, que el alzamiento zapatista de 1994 lo puso en una disyuntiva crucial: promover el diálogo con las fuerzas "contrainsurgentes" o "aniquilar" la sublevación indígena con las fuerzas militares del Estado mexicano. Según el ex mandatario, desde la nomenklatura priísta, gubernamental y militar mexicana se le exigía "aniquilar" el movimiento zapatista y a los líderes que comulgaban con sus proclamas, entre ellos, el ex obispo de San Cristóbal de la Casas, Samuel Ruiz, si bien, dice Salinas, él optó por la vía de la "negociación".
Salinas de Gortari relata en sus memorias los pasajes que han mantenido en vilo a la opinión pública mexicana, sólo que desde el punto de vista de la persona que toma las decisiones desde la cúpula del poder. Desde ese paraje "subjetivo", Salinas relata el momento en que el entonces secretario de Defensa, Antonio Riviello, le comunicó los pormenores de ese levantamiento revolucionario, que coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, aquel 1o. de enero de 1994.
El movimiento del 68
"Al concluir la conversación con el secretario de la Defensa, muchos pensamientos me vinieron a la mente. Desde la represión del movimiento estudiantil de 1968 y el ulterior aniquilamiento de los grupos guerrilleros en los setenta, en México no sucedía algo así. En medio de ese repaso apenas pude conciliar el sueño. A las 6:30 de la mañana empezaron a llegar más reportes de Chiapas. El grupo guerrillero se hacía llamar Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN. A la ocupación de San Cristóbal se sumaban las de otras cuatro cabeceras municipales y algunos poblados. El EZLN le declaraba la guerra al gobierno, proponía deponerlo y llegar hasta la ciudad de México para tomar el poder del país.
"De inmediato, el gobierno reconoció que la guerrilla operaba en una región con graves carencias sociales", apostilla el ex presidente mexicano, quien también ennumera los pormenores del enfrentamiento: "Para el día 2 de enero ya habían fallecido 24 policías, tres civiles, seis militares y 24 miembros del EZLN. Para el día 3, se contaban casi un centenar de muertos, entre ellos siete militares y 59 miembros del EZLN. Durante los primeros diez días ocurrieron 15 bajas del Ejército, murieron 71 miembros del EZLN, se detuvo a 107 guerrilleros, 24 policías fallecieron a manos de la guerrilla y 29 militares resultaron heridos".
"Lo cierto es que en Ocosingo fue el combate más intenso de toda la confrontación. Cuando días después durante una sobria ceremonia en el campo militar número uno en la ciudad de México, ofrecí condolencias y apoyos económicos a las viudas de los militares caídos, los altos militares ya se referían a los sobrevivientes de esa batalla como los veteranos de Ocosingo".
Salinas reconoce en su libro que recibió presiones desde todos los ámbitos; el civil, el político y el militar, para "aniquilar" a los sublevados con los métodos, ya conocidos en el Estado mexicano, para borrar a movimientos "insurgentes".
"Responder al ataque del EZLN fue mi orden inicial. Así se lo confirmé a un grupo de colaboradores que se reunió conmigo en el tradicional saludo de Año Nuevo. Sin embargo, para el día 3 de enero, ante miembros de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, señalé que únicamente a través del diálogo sería posible encontrar puntos de acuerdo y solución a los reclamos presentados".
Entre esos reclamos, Salinas arremete contra los argumentos esgrimidos por el movimiento: "Me llamó la atención la forma en que englobaban a los gobiernos mexicanos: 'una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias'. Sin embargo, en la Declaración de la Selva Lacandona no había ninguna referencia directa ni explícita a los indígenas, tampoco incluía reclamo alguno por su situación ni exigencias de cualquier tipo a favor de los indios. Tal vez estaban incluidas en la demanda por un techo digno, tierra y trabajo, pero la palabra indio o indígena no aparecía a lo largo de todo el texto".
Salinas cuenta en su libro de memorias que las presiones para "aniquilar" el movimiento zapatista a través de la vieja usanza, es decir, con las formas y métodos con los que se desapareció a los movimientos revolucionarios de los 60 y 70, vinieron únicamente desde dos frentes: "la nomenklatura" del PRI-gobierno y desde la derecha, como era de esperarse.
"Lo que viví como presidente de la República desde las primeras horas fue una presión creciente: no se me pedía someter o neutralizar, se me exigía aniquilar al EZLN. Gracias a la respuesta del Ejército Mexicano, en ningún momento vislumbramos la posibilidad de una derrota militar. Pero en aquellos primeros días de enero de 1994, México vivió el enorme riesgo de regresar a la época del aniquilamiento de hermanos. Fue un riesgo real".
Salinas de Gortari cuenta esos momentos como una de las etapas más duras de su gobierno, pues se le pedía, sin más, aplicar "mano dura" contra los zapatistas. "Esos métodos podían resumirse en una sola acción: perseguirlos y destruirlos a cualquier costo, incluido el aniquilamiento de la población civil entre la cual se confundían los guerrilleros. Las presiones venían de todas partes. De la derecha, en primer término, lo cual era de esperarse: un magnate de los medios masivos me dijo que era necesario reprimirlos, acabarlos, aunque yo me inmolara por el país, como lo hizo ?me dijo expresamente? el presidente Díaz Ordaz en 1968. Se me pedía reprimir no sólo a los guerrilleros, sino también a quienes eran considerados sus simpatizantes, como el obispo de San Cristóbal, Samuel Ruiz", relata
Optimista, respecto al gobierno de Fox
Salinas cuenta que "don Samuel Ruiz me había dicho a mediados de 1994: 'señor presidente pase a la historia, haga que pierda el PRI'. Mi respuesta a esa petición fue simple: que lo decidan los electores libremente", sin embargo, "las presiones más intensas, sutiles y abrumadoras para liquidarlos provinieron de la nomenklatura, es decir, del interior del aparato oficial y oficialista. Varios fueron los conductos y medios por los que hicieron llegar sus presiones. En esos primeros días de enero, en mi oficina de Los Pinos se presentó de improviso el gobernador de un estado del norte del país. Formaba parte de uno de los grupos más duros del sistema. Ya dentro de mi oficina aquel personaje arrancó con el comentario desalentador: 'Señor presidente: este ha sido un golpe en la línea de flotación del barco'. Es decir, nos estábamos hundiendo. Después, agregó el mensaje intimidatorio: 'Si no se les destruye totalmente, los altos mandos militares van a estar más inquietos, bueno, inconformes con esa decisión. Y (pues) eso no sería bueno para el gobierno'. Finalmente la oferta: 'Contamos con las personas capacitadas para conducir el aniquilamiento de este grupo armado. Decídase'".
Cuenta Salinas que "en esas horas críticas" tuvo que reflexionar a fondo para decidir entre dos opciones: "prestar oído a quienes me presionaban para reprimir o mantenerme fiel a mis convicciones y negociar. Para mí sólo hubo una opción con fundamento ético, histórico, social y político: conducir al grupo armado a la mesa de diálogo".
Salinas, que vilipendia la postura de Ernesto Zedillo sobre su gestión, ve, sin embargo, con optimismo el futuro gobierno de Vicente Fox, de quien señala que su triunfo en las urnas "significó mucho más que un episodio de alternancia en el poder: fue un cambio de régimen y el fin del Partido Revolucionario Institucional como maquinaria electoral del gobierno".