Decía Ignazio Silone que cuando la teoría se quiebra podemos recurrir a nuestro sentido moral "para que guíe el conocimiento" (Salida de emergencia, l965). También podemos recordar nuestra información y usar nuestra lógica y buen sentido para pensar y proponer.
Por ejemplo, si nosotros no olvidamos lo que sale todos los días en el Financial Times, The New York Times, Le Monde, La Jornada o El País nos damos cuenta que la política de globalización, privatización, desregulación y ajuste estructural del neoliberalismo sigue a todo vapor y que de la periferia se extiende al centro del mundo. Ya hasta en Estados Unidos están tratando de privatizar toda la electricidad.
De allí podemos deducir que en México seguirán las presiones por las privatizaciones ?incluidas las de los sindicatos y los partidos, no se diga ya las de la electricidad y el petróleo. También podemos deducir que seguirán las presiones por la eliminación de varios derechos laborales, y por la concesión de nuevos "incentivos" que "atraigan" a los capitales extranjeros. Los trabajadores mexicanos, con sus bajos salarios y su reconocida eficacia, han permitido que México alcance uno de los primeros lugares en el mundo, hecho al que se agregan el carácter de paraíso fiscal que nuestro país tiene, unido a la estabilidad y madurez que ha mostrado en la "transición a la democracia", todo motivo de elogios en los conciliábulos y en "los medios". Atractivo así, como ya es el país, los neoliberales quieren hacerlo todavía más atractivo y detrás de su empresarial propósito existen poderosos intereses que los mueven, y obstáculos innegables que quieren remover.
Con un poco más de información y con cierta insistencia lógica podemos deducir que el empobrecimiento del país y de los asalariados, y el beneficio de las grandes corporaciones en propiedades e ingresos, van a continuar en forma creciente. Algunos datos son preocupantes. Por declaraciones oficiales se nos confirma que en los próximos diez años millones de jóvenes no encontrarán empleo ni cupo en las universidades. La lista de peligros sociales reconocidos por el gobierno o por los organismos internacionales parece a veces interminable, y hasta provoca desánimo o miedo o conformismo; pero debe ser un i ncentivo para que mantengamos la moral muy alta. Hay también elementos objetivos para pensar que virtualmente existen varias alternativas de futuro y que si las aprovechamos y organizamos mejor nuestras fuerzas podemos alcanzar algunos éxitos importantes a corto plazo y hasta sentar las bases para aspirar, después, a objetivos más altos.
El razonamiento anterior requiere algunas aclaraciones. La primera se relaciona con la idea de que "podemos hacer algo" para enfrentar una situación que no sólo se da en México sino en el mundo. La segunda se relaciona con el "nosotros" a que implícitamente nos estamos refiriendo. La tercera, a nuestro concepto de "lo mínimo" para lograr los objetivos de corto y largo plazo. La cuarta, a los objetivos en que pensamos. La quinta, a la mejor organización y uso de nuestras fuerzas.
Aclaremos la primera. Aunque la política neoliberal tiene los mismos principios para todo el mundo se aplica de manera distinta según la correlación de fuerzas y por motivos pragmáticos. La política neoliberal no es inflexible en todos los lugares todo el tiempo, por lo que en algunos lugares durante un tiempo no se aplica para aplicarse en esos mismos lugares después. Este último comentario nos induce a afinar el anterior. En efecto, la posición geopolítica de México, tan cerca de Estados Unidos, se puede convertir en un peligro para Washington. El hecho de que México sea una nación de más de 100 millones de habitantes, con una cultura política contraria a las acciones terroristas, y extraordinariamente capaz de acciones de masas y ciudadanas, como se muestra en los temblores y en las elecciones presidenciales, lo puede constituir en un país que exija y logre mantener y construir las bases de una gobernabilidad democrática, incluso en un periodo tan crítico como el que vive el mundo hoy.
México, por su potencial interno e internacional, puede ser uno de los países que contengan las políticas neoliberales fundamentalistas. Y ese es otro hecho importante. Para la reunión anual de Praga, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han preparado un informe en que no sólo reconocen que la República Checa tiene un producto 5 por ciento inferior al de 1989, y que otros países de origen parecido no llegan ni a 50 por ciento de lo que producían cuando dejaron de ser "comunistas", sino que critican a lo que textualmente llaman el "fundamentalismo de mercado". En parte se trata de una autocrítica a "la implementación de la estabilización macroeconómica, la reforma de mercados y precios, la restructuración y privatización de empresas en un "big-bang package of change" ("en una gran explosión de cambios en paquete") que ellos mismos impusieron.
Con sus nuevos argumentos, uno diría que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional muestran la intención de acabar con la política económica neoliberal, pero lejos de eso lo que pretenden es imponer nuevas medidas para el logro de los mismos propósitos de privatización y apropiación de las riquezas y el excedente, de las empresas de producción, servicios, conocimiento y legitimación. También muestran, una vez más, la debilidad de sus argumentos y de sus proposiciones, que hoy presentan en el nuevo estilo "institucionalista" y con entusiastas proyectos destinados a crear "las instituciones necesarias para el pleno desarrollo de la economía de mercado" (Financial Times, 20/09/2000). En todo caso se colocan en una situación en que criticando el fundamentalismo de mercado ratifican su fundamentalismo economicista y neoliberal, y en que aprovechan las experiencias anteriores y los triunfos alcanzados para realizar ajustes "no explosivos" en las privatizaciones y desregulaciones, y reformas "institucionales" que poco a poco aumenten todavía más su fuerza, propiedades y beneficios. La debilidad lógica de sus argumentos es impresionante no sólo porque empiezan criticando el fundamentalismo de mercado y terminan adoptándolo, sino porque después de 20 años de experiencia histórica de empobrecimiento de la humanidad y deterioro del planeta siguen hablando con un "entusiasmo humanitario" que parece como de pacientes tranquilos. Tal vez nosotros podamos aprovechar esa debilidad para una argumentación lógica que se base en la experiencia histórica y en los peligros que implicaría el nuevo proyecto institucionalista para el mercado.
La suerte no está echada y la posibilidad política no se desvanece del todo. Si la violencia lógica de los argumentos neoliberales es parte de una violencia real que puede aumentar, los movimientos crecientes de resistencia en el propio centro del mundo, unidos a los de la periferia, pueden cambiar la ruta, en los momentos todavía más críticos de la bifurcación que necesariamente va a vivir el globo entero. Es posible que a los desenfrenos del neoliberalismo se añadan los de una violencia aún mayor para seguir ocupando todo el espacio público y social, y para transformar al mundo entero en un mercado controlado por las corporaciones que hoy enfilan esta política hasta para reducir los papeles mediadores de los gobiernos europeos. Pero en medio de todo lo difícil que es la situación, nosotros debemos organizarnos para impedir la violencia e imponer la paz con democracia y justicia social. Algunos dirán que es imposible el que lo logremos y hasta esbozarán una sonrisa triste. Es posible que tengan razón y que el mundo caiga en un estado universal de barbarie posmoderna, pero muchísima gente va a resistir a la miseria desenfrenada y universal en que se verá envuelta y con ella formaremos una comunidad, una hermandad, una ciudadanía que supere el conformismo y las dificultades por grandes que éstas sean.
Y aquí pasamos a la segunda aclaración sobre el nosotros a que implícitamente nos estamos refiriendo y que vamos a limitar a México. Ese nosotros, en términos muy generales, es el que se manifestó en repetidas ocasiones por una solución pacífica al conflicto en Chiapas y por el respeto a la alternancia de partidos y a los resultados de las elecciones. En términos ideológicos difícilmente se puede caracterizar a ese "nosotros" como de "izquierda moderada" o como de "derecha moderada", y por supuesto no corresponde a posiciones extremistas ni radicales. Se trata de un conglomerado inmenso de mexicanas y mexicanos que ha internalizado la democracia como proyecto político y social de carácter nacional y universal, y que participa en él deshaciéndose de sus legados y prácticas de autoritarismo, clientelismo, paternalismo. Acentúa formas de superarse que vienen de conductas ético-políticas, cívicas y colectivas. En su seno ocupan un lugar central muchas organizaciones de la sociedad civil y toda esa cultura de la acción y la ética colectiva que coexiste y se enfrenta al México individualista, manipulador y corrompido.
La sociedad política tiene una presencia variable con una proporción alta de ciudadanas y ciudadanos que no están organizados en forma de partidos y que no toman decisiones con lógica partidaria. Tras las recientes elecciones, al fortalecimiento del PAN como partido triunfante que reajusta sus estrategias para aumentar su hegemonía y sus alianzas, se añaden las crisis del PRI y del PRD, uno como ex partido del gobierno y otro como partido hecho de antiguas y variadas corrientes de la izquierda mexicana. La crisis coloca a los miembros de los partidos en una situación de incertidumbre sobre el nuevo programa por el que luchar y sobre las fuerzas con quienes luchar. De seguir la política neoliberal, ya no sólo en sus formas monetaristas sino institucionalistas, es muy posible que tanto del PRI como del PRD salgan importantes contingentes que busquen formar un partido de tipo socialdemócrata, como el que está previsto en el modelo de homogeneización de México con Estados Unidos, en que el PAN sería el Partido Conservador y su opositor beligerante el Partido Demócrata. No es posible prever si a ese instituto político se integrarían también los caciques, jefes y patrones que con el PRI dominan en varias regiones del país y que con los nuevos empresarios-regionales del PAN fácilmente podrían ajustarse a un partido demócrata mexicano que controlara la federación al estilo estadunidense. En todo caso, el nuevo partido político de los emigrantes del PRI y del PRD se inclinaría a adoptar la "tercera vía", que es la versión socialdemócrata del neoliberalismo. La lucha política quedaría neutralizada a favor del neoliberalismo.
Es difícil pensar que el PAN y el posible partido que adopte una política socialdemócrata dejen de hablar el lenguaje "políticamente correcto" que consiste en sustituir los derechos por la caridad; las autonomías por supuestos "respetos a las diferencias", y la democracia como gobierno plural del pueblo para el pueblo y con el pueblo por una democracia que no sea capaz de optar por la alternancia de partidos y también por la alternativa de políticas. La lucha social quedaría fuera de la lucha política para mayor gloria del neoliberalismo. La lucha política ya no serviría para lograr un conjunto de medidas económicas y sociales menos inequitativas y excluyentes, que necesariamente afectarían los grandes intereses corporativos que el neoliberalismo representa. La "transición democrática" se daría por terminada en medio de una economía de apropiación desregulada del excedente y del patrimonio nacional que queda.
Y aquí entra la tercera aclaración sobre nuestro concepto mínimo para lograr los objetivos que nos proponemos a corto y largo plazo. Con la más firme decisión de ser moderados en nuestras demandas y proyectos no podemos dejar de exigir que se cumpla con los derechos individuales, sociales, laborales, colectivos. Por más moderados que seamos no podemos permitir que se sustituyan los derechos de las personas y de las colectividades por actos paternalistas, clientelistas y de "acción cívica" que corrompen el voto y fomentan las divisiones de los pueblos y la separación de los líderes y sus bases.
Tampoco podemos aceptar que se hagan vagos ofrecimientos de justicia social y que con una obvia falta de respeto a los ciudadanos, los ofrecimientos se queden en vaguedades sin aclarar las medidas que se van a tomar para realizarlos, y las fuerzas y recursos en que se van a apoyar para hacerlos efectivos.
Tampoco podemos aceptar un supuesto respeto al diálogo, a las personas y a las autonomías que no hace sino legitimar con diálogos autoritarios medidas previamente tomadas.
Ni podemos quedarnos en denuncias de violaciones a los derechos humanos mientras se continúan aplicando políticas que estructuralmente aumentan las tendencias a violar los derechos humanos, como es el caso de las estructuras paramilitares en Chiapas y en otras entidades.
Ni podemos proponer la autonomía de las localidades sin vincular esa autonomía a la de los municipios y de las comunidades inter o transmunicipales de los pueblos indios y no indios.
Y así podríamos seguir. Pero lo que queremos precisar aquí es que nuestra forma de ser moderados no debe ser cómplice de palabras que no se cumplen con hechos, y que en el mejor de los casos no pasan de ser buenos deseos paternalistas o populistas.
El problema es que si la moderación no consiste ni en seguir "la tercera vía" que es el nuevo discurso institucionalista del neoliberalismo en uno de sus estilos ?el de la izquierda aparente?, ni consiste en usar el lenguaje "políticamente correcto", obediente al principio de que "de eso no se habla", (por ejemplo, ni hablar de que es necesario reconocer el derecho de los indios a sus tierras y territorios), o "así no se habla" (por ejemplo, en forma concreta, del derecho al aborto), o "esas palabras no se dicen" (por ejemplo, capitalismo corporativo o imperialismo), entonces ¿qué es lo moderado, qué es lo mínimo que podemos exigir y por lo que queremos luchar?
Pienso en principio en "la solución mínima" a que se refirió Von Neumann. Se trataría de la política que nos ofrezca el menor riesgo con la máxima ganancia. Digamos el menor riesgo para la gobernabilidad democrática y la paz, con la máxima ganancia para la paz y la gobernabilidad democrática. En el lenguaje de Von Neumann esa sería una política minimax de las fuerzas democráticas y partidarias de la paz en México. En el lenguaje de Mariátegui sería una política minimalista expuesta a la crítica de los maximalistas. Asumamos el peligro de la crítica maximalista.
Conformémonos con plantear desde las fuerzas autónomas de la sociedad civil y de la sociedad política, desde sus organizaciones y redes, un programa mínimo que se base en las tendencias observadas durante más de 20 años y se complemente con una lógica de implicaciones. Las implicaciones de las tendencias observadas nos permitirán determinar medidas mínimas para alcanzar objetivos que aumenten las probabilidades de un desarrollo democrático y pacífico. Al hacerlo tendremos que pensar que vamos a chocar con los intereses creados partidarios de acentuar la política neoliberal. Por eso lo primero que necesitamos es mantener y fortalecer nuestra autonomía como personas, redes y organizaciones de la sociedad civil, y no caer en ilusiones providencialistas que nos hagan olvidar la actual correlación de fuerzas y la necesidad de cambiarla a favor de las mayorías organizadas que quieren una democracia con poder y pluralismo.
Podemos así pasar a la cuarta aclaración enunciando algunos objetivos que histórica y lógicamente corresponden a medidas mínimas para asegurar la paz con democracia. Al hacerlo muchos de los lectores que creen que lo moderado consiste en pedir para que no nos den o para que nos den "lo que sea su voluntad", o en denunciar a quienes no son los responsables principales sino a políticos, empresarios y narcotraficantes caídos en desgracia, o en pedir lo mismo que quiere el neoliberalismo pero con otras palabras, todos ellos van a leer nuestras demandas mínimas como "inaceptables" o "irresponsables", como "anticuadas" o "utópicas", como de dinosaurios pospesadilla o de conservadores enmascarados.
Pero si logran superar su primera reacción verán que las demandas están basadas en datos empíricos e históricos innegables y en la lógica de las implicaciones. No serán ellos, sin embargo, nuestros lec tores principales, sino aquellos que en esta gran crisis de las ideologías, de las teorías históricas y de las prácticas políticas andan como nosotros buscando un programa mínimo de acciones para la paz y la democracia. Este, tal vez incluya los siguientes objetivos:
l. La soberanía nacional estrecha y prácticamente vinculada a la soberanía del pueblo a través de un régimen de democracia representativa y participativa. No hacer una sola concesión neoliberal en la reforma constitucional o legislativa del Estado
2. La construcción de un Estado en que se articule el proyecto democrático al
gobierno vecinal, local, municipal, regional, estatal y nacional con formas participativas y representativas de organizaciones y redes presenciales y a distancia. De la democracia en cada barrio, localidad, municipio con varias localidades, de cada región con varios municipios y/o localidades derivará la soberanía actuante del Estado-nación y de las entidades federativas. La principal reforma del Estado se fundará en la democratización de sus niveles de gobierno desde lo local hasta lo nacional.
3. El carácter pluriétnico de la sociedad y el Estado se expresará en el proceso de democratización y dará lugar a nuevas redistritaciones de localidades, municipios y regiones para la solución de los problemas lingüísticos, de educación, de justicia, de servicios sociales, con respeto a las costumbres de los pueblos indios en tanto éstas no sean contrarias a las garantías individuales y sociales. Cumplir con los acuerdos de San Andrés y otorgar a los pueblos indios los derechos a sus tierras será fundamental para el conjunto de la nación
4. La democracia no sólo es electoral ni sólo buscará el equilibrio de poderes en el gobierno y en el territorio nacional: respetará el sufragio, la no relección del presidente de la República y otros funcionarios del Ejecutivo y el Legislativo; respetará la alternancia de partidos; fortalecerá el respeto a las religiones, a las ideologías, a la libertad de prensa y otros medios de comunicación de masas, así como el carácter laico de la educación y de las instituciones y espacios públicos. La lucha por un Estado laico es la lucha por la civilización como respeto a las diferencias de creer y pensar. En ese terreno no puede haber un sólo paso atrás: se necesitan muchos adelante.
5. La democracia empezará por construirse en el interior de los partidos políticos
y de las organizaciones y redes de la sociedad civil. Promoverá en el interior de ellos la cultura del diálogo, de la crítica informada y creadora, de la toma de decisiones; de la discusión de programas de trabajo; de la presentación de informes y auditorías periódicas, y de la disciplina y eficacia para el logro de acuerdos, y para el cumplimiento y reajuste de los mismos. Los partidos y organizaciones de la alternativa democrática y social tienen que empezar por construir la democracia en su interior. La lucha contra la cultura del clientelismo será parte de una programación de la educación política para la toma de decisiones que permiten una acción conjunta que va más allá del compadrazgo, el cuatachismo y los grupos de presión interna que no respetan las reglas que deberían respetar con todos sus compañeros y compañeras. La lucha contra el clientelismo no será lucha contra los grupos que se forman en las grandes organizaciones sino por la aplicación y respeto de las mismas reglas para todos, sin concesiones que las violen en nombre de lealtades personales, familiares o sectarias.
6. La política exterior postulará un nuevo orden mundial en relación a la deuda externa y a la propiedad pública y social tan necesaria a las sociedades para enfrentar las marginaciones, expulsiones y exclusiones que impone el mercado cuando está bajo el control de las corporaciones y complejos, y sin ningún freno por parte de las organizaciones de la sociedad civil y de la sociedad política. Por razones de sobrevivencia y gobernabilidad, el Estado dará prioridad nacional a la preservación del carácter público de la electricidad y el petróleo, y creará una economía mixta con creciente equilibrio entre el sector privado, el sector público y el sector social.
7. En el orden internacional, exigirá la revisión del TLC para la defensa de los agricultores frente a una competencia injusta y de los trabajadores migrantes mexicanos para su libre circulación. En el orden interno, luchará por hacer efectivos los derechos de los trabajadores y la libre sindicalización de los mismos, así como la formación de fondos económico-sociales para el financiamiento de la pequeña y mediana producción. El apoyo a las organizaciones de la sociedad civil constituye la verdadera posibilidad de restructurar la política micro y macro, autosostenida y equitativa.
8. A nivel mundial, defenderá una política de paz con democracia y justicia individual y social y se manifestará contra cualquier "intervención humanitaria" que implique el bloqueo, acoso o acción militar contra las poblaciones a las que diga apoyar. La historia de las intervenciones de las grandes potencias en nombre de la civilización, el progreso o los derechos humanos, ayer contra el opio y hoy contra la coca, nunca ha sido fuente de justicia y de paz, y para nada indica que las intervenciones extranjeras deban renovarse con el pretexto de que las oligarquías locales o los tiranos nativos se aprovechan del "principio de no intervención" para defender sus abusos y tropelías. Sólo la solidaridad con los pueblos que se enfrentan a los dictadores y sus imperios debe ser respetada. Como deben ser respetados los gobiernos que con el apoyo de sus pueblos han logrado subsistir durante años y años, caso en que se encuentran el gobierno y el pueblo de Cuba, a quienes es necesario manifestar una creciente solidaridad y respeto, por ejemplo, sumándose al apoyo que Venezuela acaba de darle a Cuba en materia de petróleo y que México le ha negado durante los últimos años.
9. A nivel internacional, México debe luchar por hacer efectiva la "sociedad del conocimiento" y de la "educación para todos", con una creciente ampliación y profundización de las humanidades y las ciencias, las artes y las técnicas dentro de un espíritu de respeto y cultivo de la cultura universal y de sus distintas manifestaciones y diferencias. En la política interna debe dar prioridad nacional a la educación pública y gratuita desde los niveles prescolares hasta los profesionales y de posgrado. La formación de profesionistas para la población que no puede pagar sus servicios en el mercado se debe redoblar con una política prioritaria de servicios sociales y de producción de artículos de primera necesidad, así como de construcción de las infraestructuras correspondientes. La realización de esa política con un sistema fiscal eficiente que capte una proporción más alta del PNB (de l5 a 20 por ciento) y con los propios recursos de las empresas públicas que respondan a la demanda ampliada de bienes y servicios puede permitir un desarrollo autosostenido y no inflacionario. Es el único modelo de políticas menos inequitativas, que disminuyan el desempleo y el subempleo y aumenten el valor agregado de la fuerza de trabajo en la producción y los servicios.
Renunciar al sector público de la economía es renunciar a la paz: lo que se requiere es ejercer un control democrático sobre el sector público, incrementar al máximo su eficacia, y programarlo como motor de una política de desarrollo con equidad. Su impulso puede realizarse a niveles muy altos de efectividad y con controles democráticos y auditorías que aseguren el manejo riguroso y transparente de sus recursos.
10. La filosofía del sector público y social debe extenderse y generar las bases de una nueva civilización no consumista que asegure un desarrollo ecológico autosustentable y detenga la destrucción de tierras, aguas, recursos energéticos, selvas tropicales y recursos bióticos.
La nueva civilización ecológica o civilización de la sobrevivencia sólo se podrá alcanzar con altos niveles educativos de una democracia universal con pluralismo y poder de los pueblos (será lo máximo). Impulsarla desde ahora es lo mínimo.
Pasamos a la quinta y última aclaración sobre la mejor organización y uso de nuestras fuerzas.
Muchos pensarán que no basta con declaraciones y compromisos verbales o escritos y que el programa deberá acompañarse de hechos. Tendrán toda la razón: el verdadero mensaje del discurso se dará en las palabras y los actos, y todos estaremos atentos a leer actos y palabras. Otros pensarán que el programa mínimo es pura utopía, ya que las fuerzas dominantes no permitirán que se realice ni siquiera en parte. Y entre éstos habrá quienes piensen en plantear las demandas pero formulando la agenda de una manera lo suficientemente abstracta como para que no signifique más que una declaración de nobles intenciones. En el otro extremo, habrá quienes consideren que las demandas señaladas corresponden a una ideología minimalista y que en realidad será necesario volver al programa maximalista de la revolución mundial. Otros, más sabios, recordarán a Amílcar Cabral cuando decía que el proceso histórico va a ser predominantemente político con algunos momentos y lugares de luchas armadas. En todo caso las fuerzas empobrecidas, discriminadas, excluidas, despojadas, transterradas, explotadas, que forman la "comunidad de las víctimas" en México y el mundo, y las que con ellas hagan y renueven la "opción por los pobres" tendrán que pensar en organizar y en articular una resistencia cada vez mayor y mejor. Esa resistencia podrá contar con uno o varios partidos políticos y con redes de la sociedad civil hechas de todo tipo de organizaciones sociales, culturales, económicas y políticas, pero en cualquier circunstancia tendrá que impulsar la construcción de la democracia desde abajo y por los de abajo. Tal vez algún día abra la historia; y para abrirla, en el camino, se hará democrática en el poder y en las formas.
Posdata: Todo lo anterior puede parecer muy inmoderado, maximalista. Yo mismo lo pienso por momentos. Y estoy de acuerdo que la democracia universal será lo máximo. Pero si hago un esfuerzo por disminuir las demandas e insisto y vuelvo a insistir me doy cuenta que si renuncio a esas demandas es que en realidad no me conceden el derecho a una política mínima. Me niegan ese derecho. Mi acción racional está esclavizada. Mi opción racional consiste en entregar la electricidad poco a poco y, después, cada vez más débil, el petróleo, y ya más débil, lo que vaya quedando del país. Así, puedo por lo menos estar tranquilo... ahora. O tomo esa opción "racional" o me atengo a la fuga de capitales, a la cancelación de préstamos, a las ocultaciones y especulaciones en los mercados, a las campañas de los medios, a las acciones de masas naturales, y a otras alentadas por quienes después habrán de reprimirlas.
Entonces ¿qué hago? ¿Lo moderado consiste en calmar al monstruo y que me coma poco a poco? ¿Puedo, como Ulises, pedir que me amarren al mástil para que cuando oiga el canto de las sirenas no me vaya con ellas y me coman? ¿O ya oí a las sirenas y no estuvo de Dios que me amarraran antes, sino que las oí desamarrado?
Me acuerdo del "dilema del prisionero". Es tal vez mi salvación. Si todos los prisioneros actuamos según nuestros intereses personales e inmediatos no nos salvamos. Si actuamos juntos, podemos salir de esta prisión. Esta prisión consiste en que la opción racional, moderada, permite seguir viviendo en la prisión cada vez menos tiempo con cada vez menos gustos. Pero en el dilema del prisionero por lo menos hay dos prisioneros. Y en el dilema en que me encuentro "somos un chingo". Si yo soy racionalmente moderado y no me opongo a las demandas de mis carceleros esclavistas y usureros, otros sí se van a oponer. Prefiero estar con ellos. Me acuerdo de Morelos, de Martí, de los zapatistas.