SABADO 7 DE OCTUBRE DE 2000
Una trasnacional se apropia de elementos de la milenaria bebida maya
Pozol y biopiratería
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 6 de octubre Ť El pozol, la bebida típica y tradicional maya, contiene "magia": elementos e ingredientes que ahora son propiedad privada protegidos por una patente de una empresa trasnacional holandesa y una universidad estadunidense. Ambas tienen el propósito de lucrar con el conocimiento milenario indígena antes público, colectivo y común, reveló la organización de investigaciones Rural Advancement Foundation International (RAFI).
La empresa trasnacional de alimentos Quest International y la Universidad de Minnesota obtuvieron una patente en Estados Unidos en 1999 para el uso de una propiedad del pozol, que aislaron a partir de una bacteria utilizada en la bebida, que puede ser aplicada para "prevenir microorganismos indeseados en los alimentos".
La patente oficial del gobierno estadunidense -número 5919695 y obtenida por La Jornada-, nombra a nueve personas como "inventoras" de esta cepa bacterial y afirma que puede ser utilizada "para controlar moho y otra flora de descomposición en varios materiales, particularmente alimentos como masa, tortillas, granos mojados y quesos".
Uno de los "inventores", contactado por este diario, el profesor Larry L. McKay, de la Universidad de Minnesota, reconoció que la bacteria fue descubierta en el pozol, la bebida típica y tradi cional maya. "Los mayas aparentemente utilizaron (el pozol) como un alimento medicinal mágico para curar problemas intestinales y limpiar heridas infectadas. Lo bebían en grandes cantidades porque creían que poseía propiedades mágicas", afirmó McKay.
El profesor negó que su invención estuviera relacionada con el pozol. "No tenemos nada que ver con el pozol, esto es un organismo que fue aislado (de la bebida)", subrayó.
Sin embargo, los nuevos dueños de esta propiedad del pozol reconocen explícitamente en su patente que "las propiedades antibacterianas y de promoción de salud que tiene esta bebida fermentada mexicana han sido reconocidas por siglos por la civilización maya", y que hoy día esos pueblos indígenas tienen amplio conocimiento de las aplicaciones del pozol en la medicina tradicional. Afirman ser los "inventores" de la propiedad "descubierta" en la bebida maya. Con ese argumento fue concedida la patente en Estados Unidos y están por obtenerla en Europa y Japón.
Como resultado, Quest International y la Universidad de Minnesota pueden prohibir que otras personas en Estados Unidos, Europa y Japón usen el pozol para los propósitos detallados en la patente. Brigit Quinn, una vocera de la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos, comentó a La Jornada que los dueños de las patentes pueden prohibir a cualquier persona en Estados Unidos o en cualquier país en donde se reconoce la patente fabricar, usar, vender o importar esa bacteria del pozol. México, bajo las obligaciones del TLC y la Organización Mundial de Comercio, estableció el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, pero ni el profesor McKay ni un representante de Quest entrevistado por este diario pudieron confirmar si se han registrado los "dueños" de este elemento bacterial del pozol en México.
Para la investigadora Silvia Ribeiro, integrante de RAFI (organización internacional independiente con sede en Canadá), esto es un "simple robo". "Se trata de otro caso de un despojo del conocimiento milenario de una comunidad que siempre ha sido público y colectivo. Ellos toman un pedacito y con esto van a lucrar", señaló Ribeiro en entrevista con La Jornada.
Para ella y sus colegas, el caso del pozol, junto con otros documentados por RAFI -entre ellos el del frijol canario mexicano, la ayahuasca amazónica, la quinoa boliviana-, patentar forma parte de un proceso de robo y apropiación del conocimiento indígena y hacerlo propiedad privada.
RAFI considera que los usos y aplicaciones de esos organismos vivos para el lucro privado son casos de "biopiratería".
Ribeiro señaló que las universidades públicas funcionan como intermediarias en este proceso utilizando fondos públicos para privatizar el conocimiento: hay un subsidio público para las grandes empresas que ahora buscan monopolizar el conocimiento milenario público y colectivo.
Aproximadamente 50 por ciento de las investigaciones de biotecnología, dice Ribeiro, se realizan en universidades públicas, como en este caso la Universidad de Minnesota.
No es sorprendente que uno de los "inventores" rechazara estas acusaciones. "Jamás he visto el pozol, nunca he probado el pozol", sostuvo el profesor McKay. Explicó que se interesó en entender las propiedades del pozol después de haber leído descripciones de investigaciones científicas de dos mexicanos sobre las propiedades de esta bacteria, documentadas en los años setenta.
"Teníamos a una mujer mexicana aquí que era esposa de un estudiante de doctorado y ella empezó a trabajar sobre el organismo en los años noventa", explicó. Esa mujer, Carla Gabriela Sánchez Fernández, eventualmente fue contratada para viajar a México a fin de estudiar más al organismo y llevar cultivos a Estados Unidos. Esas muestras fueron utilizadas para desarrollar el proceso ahora patentado. Sánchez Fernández ha regresado a México, pero McKay dijo que su trabajo para buscar una aplicación comercial de este preservativo natural continúa.
"Lo que estamos intentando hacer es enterarnos de lo que exactamente son estos compuestos, y si son un preservativo natural para los alimentos", informó a La Jornada. Hasta ahora, dijo McKay, aún no se han desarrollado aplicaciones comerciales, pero añadió: "claro que sí, la universidad y Quest esperan eventualmente ganar dinero con este producto".
El doctor Donald Boudreaux, científico en la oficina de Quest International en Estados Unidos (empresa que tiene su sede en Holanda), también confirmó que su firma está buscando desarrollar un producto comercial que retrase la descomposición de los alimentos a la venta, como la tortilla.
Interrogado sobre si su empresa tenía alguna preocupación de patentar algo que era resultado del conocimiento de la civilización maya, Boudreaux también insistió en que su empresa no estaba patentando el pozol, sino sólo un organismo que se encuentra en esa bebida tradicional.
Tales afirmaciones no satisfacen a Ribeiro. "Cuando menos que reconozcan ese conocimiento milenario", dice ante los supuestos "inventores" que patentan esta sabiduría pública. También cuestiona cómo una agencia gubernamental pueda designar a un producto como propiedad de unos "inventores", y que en realidad es algo que aflora del conocimiento popular y colectivo indígena a lo largo de siglos en México.
Brigit Quinn, la vocera de la Oficina de Patentes de Estados Unidos, indicó que tenía prohibido por ley hablar sobre patentes específicas, pero planteó que existen definiciones legales detalladas en este país sobre lo que puede o no ser patentado. "Nada que se encuentra en la naturaleza puede ser patentado", declaró. Indicó que su oficina aplica cuatro puntos de examen a cualquier solicitud para una patente: "es nuevo, es útil, es no obvio y está plenamente divulgado por escrito, de tal manera que alguien con habilidades ordinarias en este rubro puede utilizarlo".
Cuando se presenta una solicitud, los investigadores de esta oficina estudian y revisan la literatura pertinente para detectar si alguien antes "descubrió" el producto o bioorganismo particular que se busca patentar.
Enfatizó que un nuevo uso de un producto ya conocido también puede ser patentado: "alguien podría estar usando un tipo de raíz para ayudar a un dolor de dientes. Pero alguien de Estados Unidos puede ir y extraer un jugo de esa raíz, reducirlo a sus componentes químicos y encontrar un teñido de pelo, y así tendría el derecho de patentar ese compuesto", comentó.
La Jornada preguntó si al examinar la literatura relevante sobre el pozol la oficina de patentes había investigado los antiguos conocimientos prehispánicos de los mayas, pero ya que a Quinn no se le permite legalmente comentar sobre una patente en particular dijo que no podía hablar sobre el asunto. Pero agregó: "si alguien acude a nosotros y afirma que esto (lo que presenta) no es nuevo, que se ha hecho durante siglos en México, existe un mecanismo para realizar un nuevo examen para una patente. Probablemente rexaminamos unos 400 casos al año".
Pero eso no es gratis. Ribeiro señala que los costos de un litigio por una patente ascendieron, en 1999, a un promedio de 1.5 millones de dólares. Sólo el inicio de los trámites en otro caso -el del frijol amarillo- costó 250 mil dólares, lo cual hace casi imposible para cualquier comunidad o persona que no sea una gran empresa o un gobierno reunir esos recursos.
Mientras tanto, en Minnesota, el profesor McKay sigue trabajando para hallar las propiedades "mágicas" del pozol y la trasnacional Quest y la universidad sueñan con todo el dinero que ganarán de un regalo robado a las comunidades indígenas mexicanas.