VIERNES 6 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Horacio Labastida Ť
2 de octubre, hoy
A 32 años de ocurrida la tragedia de Tlatelolco, donde murieron estudiantes y no estudiantes, jóvenes y no jóvenes, así como gentes que se acercaron a la Plaza de las Tres Culturas, apoyando las demandas y protestas de los universitarios contra el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, Ƒqué significaciones tienen ahora aquellos a la vez heroicos y deleznables acontecimientos? Se trata de dos connotaciones enhebradas íntimamente en la historia moderna de México, sin desconocerse por supuesto las no muy escondidas raíces que crecieron desde el siglo XIX. En primer lugar, el 2 de octubre es una amplia, sólida y enérgica denuncia de los actos criminales cometidos al amparo del poder público, cuya historia es aterrorizante por los procedimientos que han puesto en práctica los verdugos encargados de las abominables ejecuciones, y porque esconde secretas complicidades disfrazadas de constitucionalidad y democracia. Claro que no estamos haciendo referencia al Estado criminal que montó Victoriano Huerta entre 1913 y 1914, luego de asesinar a Madero y Pino Suárez y con el fin de restaurar en el poder político al poder económico vencido por los revolucionarios del Plan de San Luis Potosí (1910). No, hablaremos sólo del doloroso panorama que se inicia con el asesinato de Venustiano Carranza, en Tlaxcalantongo, auspiciado por los aguaprietistas de Sonora, y prolóngase hasta el presente a través de brevísimas soluciones de continuidad.
En aquellos años murieron acribillados a tiros Zapata, en Chinameca, y Villa, hacia 1923, en Hidalgo del Parral, época esta de la rebelión de Adolfo de la Huerta y de la extendida purga por homicidio de muchos de los militares levantados bajo las banderas de quien severamente criticaría la conducta antipatriótica de Obregón al acatar, en los hechos, las cláusulas del Tratado de Bucareli (1923). Símbolo de esta masacre fue el fusilamiento, sin juicio, del general Alva, hombre íntegro que no negó su filiación huertista a pesar de que tal negación implicara la libertad.
En relación con El jefe máximo de la Revolución y sin traer a cuento las incertidumbres que rodean aún el magnicidio que cometió León Toral, aparecen en la contabilidad de tal periodo las matanzas de vanconcelistas, y serranistas, en Topilejo y Huitzilac, camino a Cuernavaca, así como lo ocurrido a escobaristas, gomecistas y las muchas crueldades que acompañaron a las guerras cristeras. Y expulsado Calles del país, en 1936, emerge el gobierno no criminal de Lázaro Cárdenas. Y después vienen matanzas en serie: los obreros de las fábricas de pólvora ametrallados afuera de Los Pinos, en la administración de Avila Camacho; el golpismo charrista de Alemán, cargado de víctimas; los muertos en las huelgas de maestros y ferrocarrileros, en la transición Ruiz Cortines-López Mateos; el atentado de que fue víctima Rubén Jaramillo, su familia y amigos, en Xochicalco, ante las muecas sonrientes del mencionado López Mateos; el genocidio de Tlatelolco; y transcurrido el periodo no homicida de Luis Echeverría y José López Portillo, salta a chorros la sangre de Manuel Buendía, Luis Donaldo Colosio, los 400 ó 500 perredistas, José Francisco Ruiz Massieu, crímenes que antecedieron los genocidios de Aguas Blancas, Acteal y otros siniestros lugares perdidos en las antiguas tierras lascasianas que a partir de 1994, año de nuestro regreso al tercer mundo desde el imaginario primer mundo del Espíritu de Houston, defienden con admirable dignidad los pueblos zapatistas de Chiapas.
La anterior lista es angosta, estrecha; los crímenes son muchos más y ahora viene la otra connotación del 2 de octubre: Ƒpor qué los homicidios y los genocidios son parte de nuestra historia? La respuesta concisa y bien conocida aparece de inmediato. El crimen político es resultado ineludible de la imposición gubernamental de los intereses elitistas locales y extranjeros, sobre las demandas y los intereses del pueblo. Esta imposición explica que en México haya prevalecido el presidencialismo autoritario, forma latinoamericana del nazifascismo europeo.