JUEVES 5 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Jean Meyer Ť

Guerras africanas

šOjalá y pudiera decir que la gran guerra que se lleva en Africa es la guerra contra el sida! Hasta en Africa, el continente más golpeado por el mal, la batalla puede ganarse. Según la ONU, 25 de los 34 millones de personas infectadas viven en Africa; en Africa del sur, 20 por ciento de la población adulta, y en el vecino Botswana: 36 por ciento. Hablar de guerra no es un efecto retórico, porque las consecuencias del sida son muy comparables a las de la guerra. El sida, como la guerra, mata de preferencia a los jóvenes adolescentes y adultos; como la guerra civil mata también a las mujeres. El resultado, además del costo demográfico, es la dislocación de la sociedad, empezando por las familias: el sida ha creado 11 millones 200 mil huérfanos, de los cuales 10 millones 700 mil corresponden a Africa.

Esa terrible guerra se puede ganar, Uganda y Senegal la están ganando. En julio pasado, en la conferencia mundial sobre el sida en Durban, Nelson Mandela invitó a "responder a las necesidades y preocupaciones de los que sufren y mueren(...) la historia nos juzgará con severidad si fracasamos en hacerlo ahora(.) El sida en Africa toma más vidas que las guerras, el hambre, la malaria. Necesitamos a los africanos para llevar esa guerra. Los demás no nos salvarán si no nos comprometemos nosotros". Información, educación, condones, nacimientos higiénicos, mujeres educadas, todo eso es posible, todo eso lo están logrando Senegal (tasa de infección: 2 por ciento) y Uganda que redujo en 10 años la tasa de 14 a 8.

Pero para ganar esa guerra, hay que poner fin a las otras guerras y ahí sí es algo desesperante el panorama. La guerra civil devasta a siete países africanos y otros siete se encuentran inmersos en conflictos "de baja intensidad" que no son menos devastadores. Uganda no pudo empezar a luchar contra el sida sino hasta que puso fin a sus guerras internas, y de resurgir aquéllas se volvería a perder lo ganado en los últimos diez años.

Angola está en guerra desde hace 30 años, Sudán también; Etiopía, cuando no está en guerra con la vecina Eritrea, le ha dedicado muchos años a la guerra civil; Somalia sigue en la situación desastrosa que provocó la breve y fracasada intervención de las Naciones Unidas; la ONU fracasó de manera más grave aun en Ruanda y en Sierra Leona. Hay conflictos de baja intensidad en Guinea Bissau, en el sur de Senegal (Casamance), en Liberia, en Nigeria; si no está seguro que el Congo-Brazzaville haya logrado salir de la guerra, y tampoco la República Centroamericana, es seguro que el inmenso Congo, antes Zaire, seguirá en muy serios problemas, y todos sus vecinos con él: Ruanda, Burundi, Angola, Zimbabwe. Varios ejércitos extranjeros están metidos en los conflictos congoleño, sierraleonés y liberiano.

Como lo dijo Kofi Annan, el secretario general de la ONU: "Prevenir tales guerras ya no es una cuestión de defender a los Estados o de proteger a unos aliados, sino de defender la humanidad misma". Los profetas de desgracias piensan que el caos y la anarquía amenazan con volverse el estado natural de gran parte de Africa por una o dos generaciones. Ese pesimismo explica la marginalización creciente de la Africa negra y el poco entusiasmo por parte de la comunidad internacional en intervenir: la India acaba de tomar la decisión de retirar su contingente proporcionado a la ONU y Jordania piensa imitarla.

Mientras, las inversiones internacionales en Africa han caído a 1.5 por ciento del total mundial, es decir que la zona recibió el año pasado la misma inversión externa que šSingapur! El comercio mundial con Africa ha bajado de 6 a 2 por ciento en seis años. Con esos datos se entiende por qué cada día llegan sobre las playas sicilianas y andaluzas cientos y miles de los que Franz Fanon llamó alguna vez los "condenados de la tierra".