JUEVES 5 DE OCTUBRE DE 2000
Ť La guerra civil ya toca la periferia capitalina
Bogotá, cercada por los narcos, la guerrilla y los paramilitares
Ť El ejército colombiano intenta destruir bastión de las FARC
Stella Calloni, enviada/II, Santafé de Bogotá, 4 de octubre Ť La presencia de la guerra subyace en Bogotá, donde cada uno mira hacia las montañas que rodean la ciudad y traza mapas ciertos o imaginarios: "Detrás de aquella están los para (paramilitares), allá la guerrilla, detrás de aquella otra están los narcos y el ejército va por allá", dicen señalando las inmensas moles verdes, bajo la niebla persistente, pero saben que ahí detrás todo los amenaza.
Por primera vez en varias décadas el ejército colombiano con unos 4 mil hombres ha irrumpido en Páramo de Sumapaz, región en la frontera sur de esta capital que abarca siete municipios de Cundinamarca, Tolima y Meta.
Durante casi un mes de operaciones, que transcurrieron en un cierto silencio, dice haber destruido campamentos de la guerrilla afectando a varios frentes importantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
El periódico El Tiempo lo considera el movimiento de tropas "quizás más estratégico de los últimos años". La Operación Aniquilador II tiene como objetivo recuperar 16 mil kilómetros cuadrados en Sumapaz, bastión tradicional de las FARC.
Desde los años 30 se emprendieron allí luchas guerrilleras. Juan de Cruz Varela, dirigente liberal, abrió el espacio para el primer núcleo del Bloque Sur de las FARC en los años 55-56 en esas zonas de fuerte apoyo a las guerrillas.
En 1966 aparece en el lugar Manuel Marulanda Vélez, más conocido como Tirofijo, quien junto a Jacobo Arenas y Ciro Trujillo conforman a las FARC como una guerrilla que lucha por la toma del poder manteniendo un control estratégico en la región.
El ejército colombiano trata de interrumpir un proyecto de la guerrilla para consolidar su dominio sobre la cordillera oriental, zona de parque natural y reserva de agua de Bogotá, Cundinamarca y El Llano, según informa el plan militar.
Allí a unos pocos kilómetros, en esa frontera interna, los bogotanos saben que su ciudad de más de 6 millones de habitantes está a "tiro de fusil" de quien sea.
Aun así la gente es abierta y alegre y la música esconde los miedos, pero a la hora de la verdad, de ir a fondo en el tema clave del país, todos piensan mucho antes de decir lo que realmente quisieran decir y la mayoría recurre a un lenguaje ambiguo y la expresión del rostro cambia.
Pobreza extrema --54.2 por ciento de los colombianos están por debajo de la línea de pobreza y 10 millones 600 mil personas son indigentes-- y los altísimos niveles de delincuencia e inseguridad, son los temas angustiantes de la vida cotidiana. Pero guerra y crisis social juntos son una bomba de tiempo... y todos lo saben.
"Colombia, es un país cercado informativamente y eso ayuda a los silencios y al miedo", sostienen jóvenes estudiantes de comunicación, y al indagar en distintos grupos sociales asombra la sensación de isla en este país continental, cuyas fronteras ahora están erizadas.
Llegamos a Bogotá para asistir al seminario Prensa independiente y democracia, organizado por el periódico Desdeabajo, y la sensación era extraña, porque afuera las noticias de la guerra no tienen esa connotación de lo cotidiano que hace parte de la vida aquí, cuando ha comenzado a instrumen-tarse el Plan Colombia, cuyo desarrollo y final anuncia situaciones apocalípticas "si el mundo no lo detiene ahora".
"Aquí los medios masivos de comunicación, dos grandes grupos monopólicos, han vendido el Plan Colombia como una panacea, y han retaceado la información sobre lo que hay debajo de cada párrafo del mismo", advierten estudiantes inconformes.
Hay quienes ni siquiera saben que la mayor cantidad de dinero ofrecido por Estados Unidos rearmará la mano de la muerte, ya que los más beneficiados serán los paramilitares responsables de miles de crímenes atroces desde que a mediados de los años 40, con el nombre de "pájaros", sembraban el terror en Colombia.
Desdeabajo publicó la traducción completa del Plan Colombia, elaborado en Estados Unidos, cuyo original estaba en inglés y era desconocido para los colombianos e incluso para el Congreso de este país, y también en otras ediciones se resume el esquema secreto del mismo proyecto.
Es un esfuerzo solitario de periodismo independiente, pero en el interior la incomunicación es cada día mayor por los efectos de la guerra y la represión.
Sólo abrir la página web de las FARC en Internet, "aunque sea por curiosidad, puede significar amenazas, allanamientos o hasta la desaparición y la muerte. Los estadunidenses trajeron equipos de rastreo que usan el ejército y los paramilitares", relatan jóvenes estudiantes de Medellín.
En regiones como Huila, al sur de Bogotá, que queda atrapada en la zona marcada en el mapa militar donde se inició el Plan Colombia, las universidades siguen trabajando y produciendo "a pesar del silencio" y el pueblo trata de vivir "como si hubiera mañana", dice un grupo de profesores.
Pero el miedo y la angustia están allí en cada casa donde todos saben que en el momento de escalar la guerra nadie estará a salvo, y además estas poblaciones son el paso obligado de los más de 150 mil campesinos que serán desplazados.
Muchos profesores universitarios han sido asesinados y otros tuvieron que huir del país. Los que todavía continúan en sus cátedras tratan de mantener "la sensación de la vida y la continuidad".
Cada día pasan largas columnas de gente que cargan todo lo que pueden llevarse y caminan sin rumbo hacia otros pueblos, o con la esperanza de llegar a alguna frontera hacia una posible salvación.
"Parecen fantasmas desolados" dice un sociólogo de Huila. "Somos Comala", repite Fernando Garavito, mientras lee las cifras del horror en Colombia.