JUEVES 5 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Orlando Delgado Ť
FMI y las metas de Fox
El equipo que diseñará y conducirá la política económica a partir del próximo primero de diciembre ha adelantado las principales metas económicas para el año 2001; el anuncio forma parte de la estrategia foxista de ir calentando el ambiente, de modo que la semana entrante, cuando se entreguen los Criterios de Política Económica, los analistas financieros habrán hecho públicos sus comentarios sobre las metas. De inmediato, las principales agencias internacionales y las mayores firmas financieras nacionales han señalado que la propuesta foxista resulta optimista en relación con "el consenso del mercado" medido por el Banco de México.
El planteamiento de Eduardo Sojo Garza, coordinador del Area Económica del equipo de transición del gobierno electo, fue que el producto crecerá 5 por ciento, la inflación estará entre 6 y 7 por ciento, los salarios aumentarán de acuerdo precisamente con esta inflación esperada, el déficit de las finanzas públicas será de 0.7 por ciento del producto, el déficit en la cuenta corriente alcanzará 3.1 por ciento del PIB con base en un precio promedio del crudo de 18 dólares. El "consenso del mercado" indicaba un crecimiento económico de 4.6 por ciento, inflación de 7.8, déficit público de 0.8, y 3.7 de déficit en la cuenta corriente; las diferencias señalan el optimismo foxista.
El asunto central, sin embargo, no es si el planteo de las metas económicas es optimista, sino si lo que hoy se propone cumple con las promesas de la larguísima campaña panista. No sólo eso, también resulta útil plantearse el modelo económico implícito en las metas, ya que, como en otros muchos temas, la distancia entre lo que dice Vicente Fox y su equipo se aleja enormemente de la decisión que realmente se toma.
En cuanto a lo primero, se recuerda con claridad la meta del crecimiento de 7 por ciento, condición sine qua non para crear los empleos necesarios que incorporarán a los jóvenes que anualmente ingresan a la fuerza de trabajo: los famosos un millón 300 mil empleos. El compromiso de mejorar los salarios fue repetido incesantemente por todo el país y ahora resulta que se aplicará exactamente la misma receta que han suministrado las tres administraciones neoliberales priístas, provocando un deterioro impresionante de las remuneraciones de los asalariados; la reducción del déficit público es consistente con la propuesta que insistentemente ha solicitado el Banco de México.
El otro aspecto, el del modelo económico implícito, es revelador de la estrategia del equipo foxista: en la reunión de Praga del FMI se planteó la disponibilidad de que México fuera elegido para ser uno de los primeros países en utilizar recursos con base en una nueva forma crediticia; la respuesta de Fox fue que no se utilizaría esa línea de crédito, ya que no estaba dispuesto a sujetarse a ningún lineamiento que estableciese compromisos económicos. No obstante, las primeras metas coinciden exactamente con lo que había requerido la misión del FMI que examinó el desempeño económico mexicano, como parte del acuerdo de derecho de giro firmado con esa institución, que estableció compromisos de mediano plazo en materia de crecimiento, inflación, déficit público y de la cuenta corriente.
Así las cosas, no hace falta firmar acuerdos de desempeño con el FMI, si de cualquier manera se diseña la misma política; el desplante del presidente electo no engaña a nadie: se trata de la continuidad del proyecto de modernización neoliberal que se viene impulsando desde hace 18 años, el cual requería en esta nueva etapa un gobierno diferente al PRI como condición para llevar adelante las transformaciones de segunda generación. Estas transformaciones ya no se detendrán en la discusión de privatizar la CFE y Pemex, sino que serán impulsadas mediante la apertura al capital privado en las nuevas inversiones en los sectores eléctrico y petroquímico.
Fox se ciñe a la parte más cuestionada del monetarismo, la que ha provocado las manifestaciones opositoras mundiales, que cada vez son más eficaces en la difusión de la crítica a la globalidad reaccionaria. No sobra recordar que, como lo ha advertido un número cada vez mayor de organizaciones e instituciones que funcionaban bajo el consenso de Washington, la globalización no es irreversible; de ahí el cambio del discurso del director-gerente del propio FMI y de la ya conocida nueva retórica del Banco Mundial. En México, sin embargo, los que pregonaron el cambio han llegado a mantener la misma política económica y, según parece, para que a nadie le quepa la menor duda, lo harán con un secretario de Hacienda zedillista.