JUEVES 5 DE OCTUBRE DE 2000

 

Ť Sergio Zermeño Ť

Fox: gobernar, innovar, confrontar

En muchos momentos antes y después del 2 de julio los analistas han descrito el escenario político como un campo de batalla entre la izquierda y la derecha. La discusión sobre el aborto y otros temas relacionados con el género, la cultura y la educación han dado pie para ello sobradamente. Sin embargo, los cada vez más grotescos chillidos de Pro Vida, la irrelevante reacción en contra de las reformas promovidas por Rosario Robles, la intrascendente manifestación "por la vida" del pasado domingo 24, así como la impaciencia y hasta el enfado del equipo foxista y de importantes corrientes panistas en contra de los exabruptos de la derecha doctrinaria y gineconservadora, ponen de manifiesto que el peligro que acecha con más fuerza a los mexicanos y al nuevo régimen está en otra parte.

En efecto, no estamos frente a un cuadro clásico, donde las fuerzas polares se agrupan, se organizan y se enfrentan, sino ante un escenario que amenaza con la descomposición, la atomización y el desorden de las fuerzas existentes; estamos ante el problema de la ingobernabilidad. No hay nada más aterrador en los momentos de profundas renovaciones de los órdenes sociales y políticos (llamémosle transiciones, si eso nos tranquiliza), que ver destruidas las instituciones y a los actores existentes, sin que un nuevo orden esté siendo prefigurado.

Algunos analistas insisten en que la de hoy no es una transformación sustancial del país, que solamente se trata de un régimen más funcional con un proceso de globalización para el que poco importa cuántos pobres se producen, siempre y cuando todo se lleve a cabo bajo sistemas electorales competitivos. No existe, sin embargo, una certeza sobre el rumbo de los procesos sociales; nunca se sabe hasta dónde va a subir el río después de la tormenta, Ƒquién puede decir hasta qué punto nuestro andamiaje institucional se encuentra reblandecido?

Inmediatamente después del triunfo electoral, Vicente Fox declaró que lo que menos le importaba era un PRI en desbandada y con guerras intestinas: estaba casi prefigurando el escenario de lo popular en Chimalhuacán y el de tantas pandillas que comienzan a estar sueltas y sin ley en los estados de México, Puebla, Chiapas, entre otros; estaba advirtiendo sobre los pleitos entre los grandes capos del antiguo régimen y el de las mafias a medio camino entre la delincuencia organizada, el narcotráfico y los puestos públicos, militares y civiles, con Acosta Chaparro, Cavallo, Herminio Blanco y los que vengan. Todo ello parece calcar de alguna manera lo que sucedió a la caída del régimen soviético.

Y no es para menos: el PAN no es un partido que hunda sus raíces mucho más abajo de las clases medias y eso, en un país que en el primer renglón de productividad tiene la pobreza y el desorden anómico, es una desventaja enorme, sobre todo para un régimen entrante que se caracteriza mucho más por la figura de su líder que por la organización que creemos que lo sustenta. Si esto es así, el PAN podría servir como una estructura de intermediación de los sectores mejor integrados en regiones del norte, en El Bajío y en otros puntos, pero muy lejos se encuentra de contar con esa simbiosis corporativa, patrimonialista y pandilleril que combinada con el Estado nacional hizo funcionar al PRI durante tantas décadas y que hasta cierto punto ha hecho funcionar al PRD. No debería admirarnos entonces que el nuevo régimen prefiriera apoyarse en aquellos puntos que aún tienen alguna fuerza, independientemente de su color político o ideológico, pues como bien dijo Jesús Reyes Heroles: "Lo que resiste apoya".

Que Roberto Madrazo o Miguel Alemán aseguren el orden en el Golfo y que incluso puedan salvar al PRI de la pulverización, no parece contradictorio con lo que estamos estableciendo. Por otra parte, que Andrés Manuel López Obrador pueda mantener la gobernabilidad en el Distrito Federal con los pobres primero (o después) está mucho mejor que el escenario de confrontación, rebatinga y desastre que nos brindaron La Loba y las pandillas de la zona conurbada. Pero de ser cierto este marco, es incomprensible y hasta provocador que en los otros dos grandes pilares del orden institucional en un país de herencia estatal y de masas (el andamiaje sindical y el de la educación), Fox comience a anunciar a los miembros de su gabinete, así como futuras innovaciones tan poco cohesivas... por no decir de confrontación.