JUEVES 5 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Sami David Ť
Los peldaños de la democracia
Conciliar la brecha que separa a la sociedad con el entorno es parte del trabajo político, de la búsqueda de consensos. La transformación democrática significa poner en práctica un conjunto de objetivos previamente madurados, consensados y compartidos con los ciudadanos. Desarrollo y contenido político que debe llevar a los mexicanos al ejercicio de las responsabilidades gubernamentales, partidarias y parlamentarias para la defensa de los valores nacionales. Rebasar el autoritarismo, la intolerancia y la desigualdad es lo deseable en este país en el que las antiguas reglas de la política han quedado atrás.
México anhela un estado de bienestar y desarrollo institucional, con una visión clara basada en la equidad, en la democracia y en la justicia social. Esta demanda colectiva constituye un requisito para desarrollar el proyecto de nación que tenemos, de gran relevancia y enorme sensibilidad social. Y el cambio para nosotros ya es irreversible, como es irreversible también el proceso de transición democrática que hemos logrado a través del sufragio y sin violencia. Volver los ojos atrás es tanto como convertirse en estatua de sal.
Cierto: en ocasiones los partidos políticos ofrecen muestras inequívocas de agotamiento, de cansancio social. Y en consecuencia la ciudadanía se siente agraviada y no logra hacer compatibles los requerimientos del voto, como ocurrió con el Partido Revolucionario Institucional durante los pasados comicios. Pero ello es natural en toda sociedad contemporánea. Aquí, como en otras latitudes, lo que está en juego es la calidad de la democracia. Por lo mismo, los mexicanos, y en especial los militantes del Revolucionario Institucional, tenemos que aprender a convivir de manera civilizada, respetando el derecho de los demás a disentir.
La nueva correlación de fuerzas políticas es significativa. Pero hay certeza de que la dinámica social dará la pauta para que México salga adelante. Actitudes nuevas, soluciones nuevas. Todo es inusual, ciertamente. Iniciamos una etapa de pedagogía política, de corresponsabilidad ciudadana. Configurar una alternativa de progreso y bienestar para todos, a fin de abrir un nuevo horizonte de confiabilidad y articular una mayoría social que convierta esa alternativa, esa energía, en propuestas y acciones de gobierno es lo deseable. El viejo sueño democrático concebido por Belisario Domínguez, el prócer chiapaneco que sucumbió ante el embate de la intolerancia.
México vive una nueva realidad democrática con una nueva dinámica en una dimensión de concurrencia ciudadana. La pluralidad que vivimos los mexicanos plantea mantener el espíritu de conciliación y civilidad en la búsqueda de consensos que exigen los sectores sociales. Y el núcleo, el eje central, es la libertad. Libertad con responsabilidad para afrontar y respetar la discrepancia de opiniones. Tal y como lo postulara el médico chiapaneco en plena Cámara de Senadores y que le costó la vida un 7 de octubre.
La herencia de Belisario Domínguez continúa vigente. Un visionario que puso las mojoneras ideológicas para la presente realidad. El nuevo milenio alcanzará a nuestro país en franco debate crítico sin atajos autoritarios, sin delirios mesiánicos. Sólo la lúcida expresión ciudadana, incluso crítica, y el escrupuloso respeto a la dignidad humana son el peldaño irrenunciable, el instrumento de cohesión del Estado para que todos alcancemos la convivencia pacífica y civilizada. Esto es prioritario para que podamos enfrentar los riesgos y desafíos del siglo XXI.