Espejo en Estados Unidos
México, D.F. miércoles 4 de octubre de 2000 
Búsquedas en La Jornada
 
Números Anteriores
Primera Plana
Contraportada
Editorial
Opinión
Correo Ilustrado
Política
Economía
Cultura
Espectáculos
Sociedad y Justicia
Estados
Capital
Mundo
Deportes
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada de Oriente
Correo electrónico
 
Editorial
LA NUEVA INTIFADA 

SOL La violencia atroz que se desarrolla por estos días en Medio Oriente es, sin duda, la circunstancia más peligrosa para el proceso de paz iniciado tras la Guerra del Golfo y concretado en los acuerdos de 1994. Aunque en estos seis años no habían faltado tensiones y escaramuzas entre israelíes y palestinos, los enfrentamientos actuales representan una nueva sublevación de los árabes de Palestina contra el Estado hebreo y acaso también contra la autoridad misma de Yasser Arafat. En esta ocasión la violencia no sólo tiene lugar en los territorios de Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental, sino que afectan a zonas de Israel propiamente dicho como Galilea y Haifa. 

La exasperación de los habitantes de las áreas ocupadas o parcialmente controladas por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) es secundada por los llamados "árabes israelíes", es decir, los palestinos que pudieron optar por la nacionalidad israelí y que reciben trato de ciudadanos de segunda. 

Al mismo tiempo, las confrontaciones actuales muestran claramente los riesgos que entraña la actitud de rigidez y regateo con que el gobierno de Ehud Barak ha pretendido encarar el proceso de paz. Tras haber perdido su país en 1948, después de casi cuatro décadas de ocupación militar de Gaza y Cisjordania, con agravios innumerables a cuestas, en una situación económica y social desesperada y luego de haber cedido en casi todas sus reivindicaciones con tal de lograr la paz y un Estado propio, la población palestina no encuentra ya motivos para la paciencia. Para colmo, los años de negociaciones con resultados insignificantes han erosionado el factor de contención y moderación que Arafat y la OLP representan entre los palestinos. En esa circunstancia, cualquier provocación ?como lo fue la prepotente incursión de Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas, en Jerusalén Oriental o Al Qods? puede generar una ola de violencia como la actual. 

En el entorno político del mundo contemporáneo se ha minimizado el riesgo de una nueva guerra entre árabes e israelíes, pero la ausencia de guerra no necesariamente conduce a la paz, como lo muestran los enfrentamientos actuales. Y, en tanto persista la enorme injusticia de la privación de Estado y territorio a los palestinos, el Estado hebreo tendrá que seguir gastando una buena parte de su dinero, de sus energías nacionales y de su moral en matar a balazos, y a la vista de todo mundo, niños palestinos. 

La clase política israelí debiera darse cuenta que la bárbara represión contra los palestinos sólo consigue atizar la hoguera; que la proclamación del Estado palestino en Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental no debe demorarse más y que el desgaste de la ANP no reporta ventaja alguna para Israel. De hecho, hoy en día el mayor peligro para la seguridad de ese país no es un Estado palestino, sino la falta de él. 

 

 

La Jornada, Coordinación de Sistemas Francisco Petrarca 118, Col. Chapultepec Morales, delegación Miguel Hidalgo México D.F. C.P. 11570 Teléfono (525) 262-43-00, FAX (525) 262-43-56 y 262-43-54