MIERCOLES 4 DE OCTUBRE DE 2000

Se intensifica la lucha entre las FARC y paramilitares

 

Colombia: huir del fuego cruzado

Stella Calloni, enviada /I, Santafé de Bogotá, 3 de octubre Ť Las imágenes de los últimos días son elocuentes en Colombia. Miles de campesinos de Putumayo y otras poblaciones del sur huyen de la zona de combates, donde ya existe desabasto y se calcula en más de 50 los muertos. Como en tierra arrasada, los transportistas no se atreven a usar los caminos polvorientos de la guerra y la Cruz Roja Internacional no puede cumplir su misión.

Los que huyen tratan de evitar quedar bajo el fuego cruzado entre frentes guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y las llamadas autodefensas, en realidad paramilitares que cada día engrosan su fuerza con mercenarios de todo el mundo. Unas tres empresas de seguridad privada de Estados Unidos están reclutando a los mercenarios "desocupados" para integrarse a las fuerzas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), según una nota publicada el pasado 30 de septiembre en el periódico El Espectador.

El gobierno espera que Empresa Colombia acabe con 40 mil hectáreas de cultivo de coca en Putumayo para continuar luego en Guaviare, Caquetá y Nariño. El director de Empresa Colombia, Gonzalo de Francisco, sostiene que 60 por ciento de la población que en Putumayo participa en el cultivo de coca, lo hace directamente, y otro 40 por ciento está afectada indirectamente. "Hay que explicar a esa gente que el hecho de que sea pobre y está abandonada por el Estado no le da derecho a ser delincuente". Su razonamiento es tan simple que no duda en que la política de prohibición, fumigación, erradicación manual y acción social es "óptima".

Los campesinos exigen la erradicación manual para evitar el uso de hongos que matan la vida. De Francisco calcula que en la prohibición de cultivos van a actuar unos ocho estadunidenses "enseñando derechos humanos en los batallones. Otros estadunidenses instruirán a los colombianos a moverse y manejar helicópteros en todo el sur. Habrá tres batallones". A pesar de todas las advertencias de ecologistas y políticos, él no tiene ninguna duda en llevar adelante su empresa, comenzando por la fumigación.

Humberto de la Calle, ministro del Interior, fue claro en las últimas horas al advertir que el gobierno tiene la certeza de que si se acaba el proceso de paz, el territorio de despeje, donde transcurren las negociaciones, sería inmediatamente controlado. Para muchos esto significa que están preparando una acción de ese tipo en el Caguán. Es un mal mensaje para negociar la paz.

Además, sonó a ultimátum dirigido a las FARC su advertencia de que puedan ser juzgadas en otras jurisdicciones del mundo por violaciones y delitos de lesa humanidad. Pero nada se dijo de los crímenes de los paramilitares, cuando se conocen los detalles escalofriantes de sus métodos de tortura y los pueblos del interior han visto cadáveres con las uñas arrancadas y cortadas las lenguas. COLOMBIA_FIGHTING_LWD

De 29 municipios en Magdalena Medio, los paramilitares controlan 24 y son ahora los amos de la coca. De esta manera no sólo escala la guerra, sino el horror y las palabras, mientras el malabarismo de las negociaciones de paz se empantana cada vez más. Pero es ya costumbre hablar de la muerte aquí.

Aunque los rumores de los enfrentamientos parecen lejanos en Bogotá, los informes sobre las listas de víctimas, las temibles masacres paramilitares, la desaparición de campesinos y la sombra pesada de los secuestros se reflejan en los rostros del miedo.

"Nosotros somos Comala, Colombia es Comala -dice Fernando Garavito, columnista de El Espectador, brillante orador-. Además de las consecuencias de la violencia, si tenemos en cuenta que uno de cada cinco colombianos no tiene lo necesario para vivir, podemos afirmar que millones de colombianos son mudos, no tienen voz".

Ni presencia. Por eso y por lo que cada uno esconde, por lo que calla en ese silencio del olvido y el miedo, Garavito ve pasar sombras, fantasmas, y recuerda Comala, el pueblo de Pedro Páramo en la novela del mexicano Juan Rulfo. Sólo en Medellín, en lo que va del año 36 niños han sido asesinados, varios de ellos por sicarios.

Se camina en la niebla de la muerte.