MIERCOLES 4 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Doris Musalem Rahal Ť
Las negociaciones entre Palestina e Israel, una falacia
Con la firma de los acuerdos de Oslo, el 13 de septiembre de 1993, se inició el proceso de paz entre is-raelíes y palestinos. Esto creó grandes expectativas de que el conflicto entre las dos partes, que dura ya más de medio siglo, llegaría a su fin. Sin embargo, después de siete años de infructuosas negociaciones, en abierta violación a los acuerdos y a la legalidad internacional, Israel sigue ocupando militarmente la mayor parte de Cisjordania y Gaza.
El problema de la parte este de Jerusalén y la cuestión de los refugiados palestinos como parte de la solución definitiva para la creación del Estado palestino, son objeto de propuestas israelíes inadmisibles para los palestinos, que han provocado el estancamiento permanente de las negociaciones, así como también el problema de las colonias judías en territorio palestino.
Mientras se habla de paz, los palestinos bajo ocupación militar sufren diversas formas de violencia: asesinatos a mano de soldados israelíes y colonos judíos, quienes viven ilegítimamente en medio de la población palestina, los que seguramente muchas veces están fuera del control del gobierno de Israel, pero que finalmente es resultado de la ocupación misma; además de confiscación y colonización de sus tierras, y expulsión masiva de la población palestina, política que se inició con la creación del Estado de Israel en 1948 y que hoy continúa ininterrumpidamente. Estas violaciones contra los derechos humanos palestinos han sido denunciadas por Amnistía Internacional y por personalidades israelíes; Shulamit Aloni, del partido israelí Meretz, ha declarado recientemente: "Nosotros somos el último de los poderes coloniales; hay regímenes que matan y oprimen a sus ciudadanos, pero ninguno en este mundo donde un pueblo domine al otro por medio de un poder militar masivo, lo hace como nosotros los israelíes lo hacemos".
Desde el principio, las negociaciones de paz se viciaron en términos de la legalidad internacional, por el enorme desequilibrio en fuerza y poder militar a favor de Israel, y por el apoyo incondicio- nal que le brinda Estados Unidos. Las negociaciones sólo pueden darse entre partes más o menos equitativas. En lugar de negociaciones, Israel siempre impuso su propia visión de paz. Los acuerdos pretendieron olvidar todas las resoluciones de Naciones Unidas, único recordatorio de los derechos de los palestinos y se empezó de cero. En lugar de cumplir con la resolución 242 de la Organización de Naciones Unidas (1967), que sería el marco de los acuerdos de Oslo, que exige a Israel la retirada de la totalidad de los territorios ocupados (o sea Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén este), el proceso de paz se convirtió en un regateo donde Israel negocia metro por metro de territorio, a fin de quedarse con lo más posible. En efecto, Israel tiene bajo ocupación militar actual- mente 60 por ciento del territorio de los palestinos, que representa las mejores tierras agrícolas y el agua, usufructuados por los colonos a expensas de los palestinos. El 40 por ciento restante de los territorios ocupados representa 8 por ciento de la Palestina histórica.
La partición de Palestina por Naciones Unidas en 1947 asignó a los palestinos 43 por ciento para crear su Estado. Yasser Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), puede aceptar reducir el reclamo de su pueblo de 43 por ciento a 22 por ciento, que fue lo que hizo al aceptar la resolución 242. Sin embargo, sería imposible para cualquier líder reducir su reclamo a 8 por ciento de Palestina y seguir siendo un dirigente palestino. Así las cosas, el eventual Estado palestino comprendería sólo 40 por ciento de los territorios ocupados, sin continuidad geográfica, ya que se encuentran cercenados por las colonias judías y sin soberanía. Es decir, se continúa la ocupación, pero bajo otra forma, que podría llamarse un Estado, sólo en el sentido que los bantustanes sudafricanos fueron llamados estados.
El otro problema que ha significado un obstáculo mayor para la firma de un acuerdo final de paz es Jerusalén: Israel pretende presentarlo como un problema religioso, soslayando el hecho de que Jerusalén es fundamentalmente un problema de dimensión territorial y de soberanía cuyo ejercicio pertenece exclu- sivamente a los palestinos. Jerusalén este, la parte árabe de esa ciudad, fue ocupado militarmente por Israel durante la guerra de 1967 junto al resto de Cisjordania, y según el derecho internacional está bajo un régimen de ocupación. Por lo tanto su solución no pasa por repartir cuotas religiosas de la ciudad a cristianos, judíos y musulmanes, sino por el cumplimiento de la resolución 242 de Naciones Unidas.
Y en el problema de los refugiados, que ya suman 3 millones 700 mil (que son los 800 mil palestinos que fueron expulsados por Israel, más sus descendientes, como resultado de la creación del Estado de Israel en 1948), como en los otros problemas, las posiciones de la ANP e Israel son irreconciliables. Desde la firma de los acuerdos de Oslo, la cuestión de los refugiados dejó de ser un problema de derecho internacional para convertirse en un tema de "negociación bilateral" entre la ANP e Israel.
El primer ministro Ehud Barak, como todos los líderes israelíes que lo precedieron, en lugar de aceptar la responsabilidad moral en el origen del drama de los refugiados (como lo ha reconocido una nueva generación de historiadores israelíes, Benny Morris, Ilan Pape, etcétera) se niega a cumplir con la resolución 194 de Naciones Unidas (1948), rechazando por tanto el regreso de los refugiados palestinos a Israel. La ANP no puede abandonarlos, aceptando un compromiso que ignore sus derechos, ya que ellos seguirán exigiendo el retorno a sus hogares ancestrales.
Los palestinos están siendo acorralados y la comunidad internacional parece calificar de inoportunos y anacrónicos sus legítimos reclamos, exigiéndoles más concesiones aún, lo que significa pedirles que abandonen sus reivindicaciones fundamentales, por las cuales han luchado por más de medio siglo.
Probablemente Yasser Arafat proclame el Estado palestino el 15 de noviembre de este año, hecho que puede servir de pretexto para hacer otra guerra en Palestina. Finalmente es la guerra lo que permitirá a Israel no cumplir con la legalidad internacional, y mantener la ocupación militar.
ƑCuál sería entonces el interés de Is-rael de firmar la paz con los palestinos? Parece que ninguno, al menos en la presente coyuntura histórica donde la correlación de fuerzas, infinitamente a su favor y la falta de compromiso de la comunidad internacional, le permiten actuar con la mayor impunidad, reafirmando con ello la vocación colonialista del proyecto sionista israelí en detrimento de los legítimos derechos del pueblo palestino.