MIERCOLES 4 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Carlos Martínez García Ť
ƑCrece la intolerancia religiosa en México?
Se están incrementando en nuestro país las actitudes intolerantes hacia confesiones distintas al catolicismo. Esto sucede al mismo tiempo que la nación mexicana es más diversa que nunca antes en cuestiones de existencia de muy variados credos y sus respectivos feligreses se encuentran dispersos por todo el territorio nacional. Además de esa variedad confesional, en el seno de la misma Iglesia católica existen múltiples catolicismos que escapan al control de las autoridades eclesiásticas y por lo mismo padecen las consecuencias de su desobediencia a las líneas doctrinales y éticas oficiales.
La apreciación de que la intolerancia religiosa crece, procede de una fuente que está incrementando su autoridad moral a raíz de algunas de sus recientes recomendaciones (casos Paulina y abusos al interior de las fuerzas armadas): la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). La secretaria técnica del consejo del organismo, María del Refugio González, aseveró que el problema de la intolerancia por motivos religiosos no disminuye sino que "va creciendo en el país"; agregó que para lograr avances contra ese prejuicio "se necesita respeto de los demás, reconocer los derechos del otro, respetar, no sólo aguantarse con el otro, sino aprender a reconocer que el otro también tiene derechos... en cualquier caso la forma de solución del conflicto es la negociación, aunque es muy latoso, muy costoso en recursos humanos y materiales, pero deben deslindarse las cuestiones hasta que se logren resolver, eso es lo único eficaz" (nota de Elio Henríquez, La Jornada, 11/09/00).
En el asunto de linchamientos simbólicos y físicos de quienes no comparten una identidad religiosa mayoritaria confluyen distintos factores. Uno de ellos, fundamental para entender el tópico, es la percepción que de los heterodoxos religiosos tienen quienes se sienten amenazados por ellos. Persiste la idea de que los disidentes de la identidad religiosa tradicional son intrusos, agentes exógenos que de alguna manera buscan despojar de sus bienes simbólicos a una colectividad. Esta se considera a sí misma definida en su ethos religioso de una manera monolítica y excluyente de otras expresiones, que conceptualiza como enemigas peligrosas ante las cuales no cabe negociación alguna. Estamos ante lo que el sociólogo Peter Berger denomina atrincheramiento cognoscitivo, o sea el hábito mental y sus secuelas prácticas que sólo miran en el(la) otro(a) un(a) enemigo(a) a combatir ferozmente o convertir de sus errores y malignidades. Dar el paso del atrincheramiento a la negociación cognoscitiva (caracterizada por la convicción de que en una sociedad plural necesariamente los(as) ciudadano(a)s entran en transacciones culturales, es decir, se mantiene una identidad, pero también la aceptación de que el intercambio de valores y actitudes no tiene por qué ser una amenaza disolvente de las creencias) exige de los actores sociales un esfuerzo al que puede y debe arribarse, si es que nos interesa que el cambio electoral se transforme en una convivencia democrática entre grupos y personas en conflicto. No se trata de pensar que es posible eliminar los conflictos por cuestiones religiosas, sino de construir bases para dirimir democráticamente lo conflictivo.
Por esto es importante que todas las instancias preocupadas por incrementar y fortalecer el respeto a la diversidad en la sociedad mexicana, hagan causa común para potenciar campañas y otras acciones tendientes a educar a los ciudadano(a)s sobre el valor de salvaguardar el derecho de las personas a elegir su identidad por muy extravagante que la misma le parezca a lo demás. No cabe duda que en esa salvaguarda las leyes son diques necesarios para quienes por propia voluntad estarían dispuestos, incluso por medios violentos, a suprimir la pluralidad que consideran atentatoria de una identidad cerrada y única. Pero como es imposible de que junto a cada hostigador por motivos religiosos se le ponga un representante del Poder Judicial para persuadirlo de que evite sus juicios y acciones intolerantes, entonces hay que tomar en serio la construcción de programas educativos cuyo núcleo sea crear conciencia en la ciudadanía de su responsabilidad y edificar un entorno civilizado para todo(a)s.
Organismos del Estado mexicano, como la CNDH (que la opinión pública confunde con órgano del gobierno), el Poder Legislativo, medios de comunicación, las ONG, las Iglesias, instituciones académicas y, por supuesto, los sectores del gobierno directamente vinculados con el tema de reforzar la tolerancia en todos los órdenes de la sociedad, tienen ante sí la tarea de incorporar definitivamente a los ciudadano(a)s en la transición cultural que para afianzarse necesita toda democracia integral. Esperamos que la administración foxista así lo entienda. Aunque las señales no son muy promisorias en el aspecto religioso, dado que varios personajes del entorno inmediato a Vicente Fox son bien conocidos por su decidida inclinación a los pareceres de los jerarcas del Episcopado mexicano. ƑSe inclinará la balanza más hacia el lado de la intolerancia religiosa?