MARTES 3 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Ugo Pipitone Ť

Aritmética de las Olimpiadas

Hay ocasiones que parecen prescindibles. Y sin embargo pocas cosas que tengan tanto eco mundial, pueden ser consideradas irrelevantes. Las Olimpiadas siguen atrayendo al mundo como un poderoso rito colectivo dominado por dos sentimientos: el culto a la patria y la admiración de la belleza, la fuerza, la habilidad. Pocas ceremonias griegas han permanecido tanto, antes, en el imaginario colectivo y, después, en la realidad viva.

En lo que concierne al último aspecto, la retahíla de deportes es agobiante y muchos de ellos son risibles: desde (me disculpo pero no conozco las denominaciones olímpicas) ese baile sincronizado en el agua hasta el salto sobre una superficie elástica, desde el voley de playa hasta el hand ball, desde el clavado sincronizado hasta la gimnasia artística. Ya sólo falta el balero y el surf (Ƒo ya estarán?). Un gran circo que concede demasiado a la visión hollywoodesca del mundo.

Y sin embargo, hasta de un acontecimiento tan humillado por una lógica mediática-monetizada-ostentosa-sensiblera-optimista como éste, pueden derivarse elementos, informaciones, principios de comprensión. Resumamos el cuadro de medallas de las Juegos Olímpicos de Sydney. Lo más obvio es que el mundo tiene tres grandes protagonistas: la Unión Europea (UE), América del norte y Asia oriental. La UE obtuvo 222 medallas, América del norte 108 (con una absoluta preponderancia de Estados Unidos) y Asia oriental 94 (con gran predominio chino). Un cuadro que se vuelve más complicado con la presencia de Rusia, con sus 77 medallas ella sola.

India, con mil millones de habitantes, obtuvo una medalla de bronce, lo mismo que Chile. Argentina, cuatro y ninguna de oro, Brasil 12 y ninguna de oro, Colombia una de oro y basta. La única potencia deportiva latinoamericana es Cuba, y uno dudaría en pensar en ese país como modelo de una organización social deseable. Pero es una presencia demasiado obvia para rehusarla: 26 medallas de las cuales 11 de oro. Los regímenes autoritarios descuellan a menudo en el deporte, como su única vitrina presentable frente al mundo.

Las fuerzas más dinámicas del planeta tienden a concentrarse en los tres polos regionales mencionados. De ahí vienen hoy, y quizá más vendrán en el futuro, tres propuestas diferentes de organización social: el individualismo americano, el colectivismo oriental, y la seguridad social europea, como un punto de equilibrio intentado. Cada propuesta --una idea de civilidad-- tiene sus ventajas y sus costos.

Queda la esperanza que cada promesa mejore sus propios equilibrios internos y esté abierta a aportes externos de nuevas ideas. Tal vez con las próximas Olimpiadas de Atenas podamos regresar a la sobriedad, a las opciones difíciles que, como humanidad, nos esperan y sin el estorbo de la parafernalia hollywoodesca de las últimas ocasiones. El deporte también --aunque desfigurado por la frivolidad, el profesionalismo que vuelve todo una inhumana carrera contra fracciones de segundo o de centímetro-- es un reflejo en la eternidad de aquello que somos, hemos sido o intentamos ser.

Pero otra cosa debería ser obvia: es injusto que los jóvenes deportistas sean engendros de laboratorio donde actúan ocho o diez horas diarias condenados a cuerpos maravillosos y a mentes menos brillantes. La especialización, la búsqueda de lo mejor puede a veces producir lo peor. Hacernos olvidar esa humanidad imperfecta y esa solidaridad de fondo de las cuales pueden venir más beneficios que daños. Una visión de la vida sin carreras desbocadas donde la velocidad haga olvidar las persistencias.

Las preguntas quedan y sería bueno que fueran visibles. ƑCómo evitar que la solidaridad mate al individuo? ƑCómo evitar que el individuo asesine a la solidaridad? Hasta el deporte puede ayudar a proponer preguntas relevantes.