MARTES 3 DE OCTUBRE DE 2000

 

Ť Luis Hernández Navarro Ť

Praga, impacto en las elites

Como un collar en el que se engarza perla tras perla, los opositores al neoliberalismo han ido sumando triunfo tras triunfo desde las protestas de Seattle. Praga fue el último. "Ganamos", afirmaron con razón.

A pesar del impresionante dispositivo policiaco en su contra, los manifestantes fueron suficientes para encerrar durante seis horas en el centro de convenciones a delegados, ministros y banqueros de 182 países presentes en la ceremonia estelar de la elite del capitalismo mundial. "ƑEs extraño, verdad? --señaló un funcionario del Banco Mundial (BM)--. Aquí estamos. Atrapados en una jaula de oro."

La coalición de los globalizados no logró que los directivos del BM y el Fondo Monetario Internacional (FMI) prometieran disolver sus instituciones, pero sí consiguió adelantar un día la clausura del acto ante la desbandada general de delegados.

La ininterrumpida serie de protestas masivas en contra de las instituciones de Bretton Woods ha lesionado la reputación de los organismos financieros y comerciales multilaterales ante la opinión pública y ha proyectado una sombra de duda sobre su viabilidad en el futuro. Las negociaciones dentro de la Organización Mundial de Comercio (OMC) están detenidas y los funcionarios del FMI y el BM confiesan en privado que los progresos obtenidos corren el riesgo de estancarse. Estos organismos se comprometieron a que "la globalización beneficie a la mayoría y no sólo a unos pocos."

Respondiendo al eco de quienes pretenden asegurarse de que, después de Praga, ninguna ciudad en el mundo querrá ser anfitrión de un encuentro semejante, James Wolfensohn, presidente del BM, dijo: "El tamaño y la periodicidad de estas reuniones necesita una revisión", al tiempo que reconoció: "algo está mal cuando 20 por ciento de la población mundial más rica recibe más de 80 por ciento del ingreso global... y cuando 2.8 billones de personas todavía viven con menos de dos dólares diarios."

El mismo director del FMI, Horst Köhler, un conservador de orientación democristiana, se ha visto obligado a cambiar, al menos de palabra, sus posiciones originales. Cuando en mayo pasado asumió el cargo actual aseguró que el objetivo de su institución era reforzar el sistema financiero y dejar el alivio de la pobreza al BM. Ahora, al calor de Praga, se ha transformado en defensor de la lucha contra la miseria.

De esta manera parecen ser cada vez más los funcionarios multilaterales que comparten el señalamiento que hiciera el presidente William Clinton en Davos, el pasado 29 de enero: "aquéllos que escucharon una llamada para despertar en Seattle recibieron el mensaje correcto".

Enfrentado a las primeras grandes manifestaciones después de la caída del comunismo en 1989, Václav Havel, presidente de la República Checa, demostró que ya no es el dirigente antiautoritario que alguna vez fue, pero tampoco se ha transformado en un escarabajo neoliberal (como injustamente afirmé la semana pasada). La presidencia de la República Checa tiene más poderes simbólicos que reales. El responsable de la represión fue el primer ministro de esa nación, Milos Zemen. El, y no Havel, es quien controla los aparatos de seguridad.

El dramaturgo dio la bienvenida a los manifestantes y les ofreció, sin éxito, el estadio de futbol para alojarse. El 23 de agosto invitó a algunos representantes de ONG a reunirse en el castillo de Praga con funcionarios del BM y FMI. El encuentro estuvo cerca de ser una versión moderna de la Torre de Babel; ahí algunos asistentes exigieron la disolución de los organismos financieros multilaterales. Diversas personalidades de la sociedad civil checa le dirigieron una enérgica carta abierta defendiendo el derecho a la protesta. Muchas voces opinaron que podía haber hecho más de lo que hizo.

Fue Havel quien inauguró la 55 asamblea anual del FMI y el BM, y criticó el culto al lucro, "ante el que todo debe apartarse y ante el que suele caer de rodillas la propia voluntad democrática". Según The New York Times fue el encargado de tratar de conciliar las demandas de los manifestantes con el dinero controlado por los ministros. Se preguntó si acaso todas las propuestas para incrementar el bienestar material no han oscurecido el objetivo de mejorar la salud espiritual. "Frecuentemente --se respondió-- oímos hablar de la necesidad de restructurar las economías de los países más pobres y de la obligación de las naciones más ricas en ayudarles a realizarlo. Yo estimo que aún más importante es empezar también a pensar en otra restructuración. Una restructuración de todo el sistema de valores que constituye la base de nuestra civilización actual."

Pero más allá del cambio en la percepción de las elites sobre la pobreza en el mundo y el papel de las instituciones financieras, el saldo principal de Praga es el de la fuerza creciente de un movimiento mundial en contra del neoliberalismo, el actor que llegó para quedarse.