LUNES 2 DE OCTUBRE DE 2000

Ť Tal vez se volvió incontrolable y apuró su caída


Washington pateó en el trasero a Montesinos, su hijo de perra

Ť Comienzo del fin del largo reinado autoritario de Fujimori

Carlos Fazio Ť Hoy como ayer, el imperio deslastra. Cuando ya no le sirven, Estados Unidos le da una patada en el trasero a "sus hijos de perra" (sons-of-bitches). Así pasó antes, cuando arrojó a los leones al sha de Irán, Mohammed Reza Pahlevi. Igual ocurrió después con el dictador nicaragüense Anastasio Somoza y con su homólogo haitiano Jean-Claude Baby Doc Duvalier. Aunque a todos les buscó un exilio dorado. Ahora, la presión de Washington -acompañada de un coro de mandatarios latinoamericanos, Ernesto Zedillo incluido-, hizo posible que el Rasputín peruano, Vladimiro Montesinos, encontrara un refugio seguro en Panamá.

La suerte de Montesinos pudo estar echada cuando en julio pasado, tras su segunda relección, el presidente Alberto Fujimori recibió en el Palacio de Pizarro (la sede de gobierno), al secretario general adjunto de la Organización de Estados Americanos, Luigi Enaudi. El diplomático estadunidense debe haberle informado al mandatario peruano que para sus jefes en Washington, los días de Montesinos estaban contados. E, implícitamente, con los de Montesinos, también los del propio Fujimori.

Poco después, el presidente de Perú anunció la convocatoria para nuevos comicios y la decisión de no presentar su candidatura. El secretario general de la OEA, César Gaviria aplaudió la "actitud responsable" de Fujimori, que eliminaba así un "obstáculo" para facilitar un "proceso de democratización" en el país andino. Pero nada de lo que ocurrió fue producto de la casualidad o de una súbita conversión a la democracia del mandatario peruano. Y en todo esto tiene que ver, sin duda, el interés de Washington. Luego de las fraudulentas elecciones de mayo, Estados Unidos decidió jugar la carta de la "transición pacífica" en Perú, bajo el monitoreo de la OEA. En junio, durante su Asamblea de Windsor, Canadá, la OEA impulsó la "mesa de diálogo" en Perú, y Fujimori quedó atrapado entre el poder de su "superasesor" Montesinos y la presión externa. Desde entonces también, en forma paralela, el embajador de Estados Unidos en Lima, John Hamilton, se ha mantenido en consulta permanente con el mandatario peruano y con el dirigente opositor Alejandro Toledo, el hombre del Banco Mundial ideal para una "transición democrática" en el turbulento Perú.

Luigi Enaudi, pieza clave

El papel del número dos de la OEA, embajador Luigi Enaudi, parece clave para la ejecución del plan de recambio con matriz estadunidense. Sus nexos con Perú datan, al menos, de un cuarto de siglo. Según fuentes confiables, Enaudi fue quien reclutó al capitán Vladimiro Montesinos para la Agencia Central de Inteligencia (CIA). A mediados de los años 70, Enaudi era miembro del staff de Política y Planeamiento del Departamento de Estado, al lado de otro personaje importante que participaba en la toma de decisiones políticas para América Latina: Bernard Aronson. Eran los días en que Montesinos había logrado "sobrevivir" al golpe de Estado del general Francisco Morales Bermúdez contra el "velasquismo", como se conoció al proceso militar nacionalista iniciado en 1968 por el general Juan Velasco Alvarado. Enaudi, quien se había especializado en asuntos latinoamericanos, trabajaba también para la Central de Langley. De acuerdo con un informe de inteligencia, fue él quien le compró a Montesinos el inventario de armamento soviético de Perú, que éste había sustraído de la caja fuerte del general Edgardo Mercado Jarrín.

En alguna ocasión, el embajador Enaudi identificó a Montesinos como "our man in Perú" (nuestro hombre en Perú). Enaudi fue sin duda la vía para que Montesinos visitara Washington en septiembre de 1976, con todo pagado, mientras simulaba unas vacaciones en Perú. Fue entonces cuando sostuvo conversaciones con oficiales del Pentágono, del Consejo de S PANAMA_PERU_MONTESINOS eguridad Nacional y con el agente Robert Hawkins de la CIA. Se dice incluso que dictó conferencias en la propia Junta Interamericana de Defensa (JID).

Para su mala fortuna, Montesinos fue visto en Washington por el general peruano Angel de la Flor. De regreso a Lima, investigadores castrenses concluyeron que Montesinos había falsificado la resolución suprema autorizando su viaje y que había obtenido la visa para estados Unidos con apoyo de la CIA. El año pasado, el general Francisco Morales Bermúdez, quien en 1976 fungía como presidente de Perú, reconoció que Montesinos había falsificado su firma.

Montesinos fue procesado y sentenciado por un tribunal militar a un año de prisión por perfidia y deserción. Cumplió su condena en el cuartel Bolívar, donde habría conocido al comandante de la guarnición, teniente coronel Whittembury, acusado después de abigeato y quien habría sido su posterior contacto con importantes narcotraficantes peruanos. En esa época se ubican también las posibles conexiones de Montesinos con la Rand Corporation, un importante "think tank" del conservadurismo republicano en Estados Unidos.

La carrera castrense del ex jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), fue corta pero fructífera. Egresado de la Escuela de Chorrillos, del arma de artillería, Montesinos recibió en 1965 un curso para oficial de comunicaciones en la Escuela de las Américas. En 1973, ya como capitán del Ejército, uso sus dotes de intrigante para convertirse en ayudante del Premier y ministro de Guerra, general Edgardo Mercado Jarrín, el segundo hombre del régimen de Velasco Alvarado. Fue ese año que Montesinos sustrajo documentación clasificada, que contenía las características del armamento soviético adquirido para la Fuerza Aérea y el Ejército y sobre asuntos menos técnicos y más políticos como la agenda del presidente Velasco.

Los militares habían nacionalizado el petróleo e iniciado un proceso de cambio que incluyó la recuperación de los recursos naturales y la pesca, así como una reforma agraria cooperativista, con la participación de los obreros en la propiedad de las empresas, junto con una política exterior independiente y no alineada, todo lo cual desató un sentimiento antiestaduniden se en la población. En la Casa Blanca se prendieron los focos rojos y Washington decretó un embargo de armas a Perú; entonces los militares peruanos recurrieron al mercado soviético. Mientras tanto, en Chile, el malón de Augusto Pinochet atacaba La Moneda y derrocaba al presidente Salvador Allende, provocando un cambio drástico en la correlación de fuerzas de los países del área. Por razones geopolíticas y geoestratégicas, la información valía oro molido; sobre todo la militar.

En tales circunstancias, Montesinos se las ingenió para colocarse en un sitio tal que se enteraba antes que el propio general Mercado de los documentos que llegaban a la oficina del Premier. Mercado justificaba la curiosidad de su ayudante por la documentación clasificada, bajo el argumento de que era "un ratón de biblioteca". En realidad, Montesinos suministraba información sobre actividades de su jefe al SIE, el servicio de inteligencia del Ejército que antecedió al SIN.

Vía la CIA y el Pentágono, la información vendida por Montesinos, que contenía las características de las armas de origen soviético llegó al alto mando chileno, que pudo diseñar una estrategia para una eventual guerra con Perú. Rafael Córdova, ex jefe de la inteligencia peruana en los años 70, fue quien acusó a Montesinos de la venta de información a Estados Unidos. A su vez, Francisco Loayza, un civil que participó del grupo de asesores del general Mercado Jarrín y que después colaboró con el SIN, declaró que Montesinos "fue ganado por la CIA estadunidense y recibió un estipendio muy grande por haberles dado información clasificada sobre las compras de armas que hacía Perú".

Hombre de las tinieblas

Montesinos sufrió una humillante expulsión de las fuerzas armadas, pero no sería el fin de su irresistible carrera hacia el poder, mismo que alcanzaría en 1990 tras la victoria electoral de Alberto Fujimori. Hombre de las tinieblas y de los servicios, sobreviviría hasta ahora bajo el mando de la CIA. Entre sus protectores figura, sin duda, el embajador Luigi Enaudi. A él se debe la estrecha vinculación de Montesinos con la comunidad de inteligencia estadunidense durante el gobierno de George Bush, el antiguo director de la CIA. Y fue el mismo Enaudi quien, años después, en los días posteriores al conflicto militar entre Perú y Ecuador, presentaría a Montesinos con el "zar" antidrogas de la Casa Blanca, general Barry McCaffrey.

En sus aventuras intervencionistas en la región, Washington siempre ha buscado establecer enlaces confiables y duraderos con miembros de las fuerzas armadas y los círculos policiales locales. En Perú, Montesinos, quien como verdadero poder detrás del trono logró construir en los últimos diez años una extensa red de personajes leales en las Fuerzas Armadas, el Ministerio Público y el Poder Judicial, cumplió un papel clave para la inteligencia estadunidense y por eso recibió un trato privilegiado. Ya en 1992, cuando el senador Alan Cranston le pidió al secretario de Estado adjunto para Asuntos Hemisféricos, Bernard Aronson, que dijera "qué ha significado la relación con Montesinos para la comunidad de inteligencia estadounidense", la respuesta firmada por Janet Mullins, a cargo de Asuntos Legislativos, decía: "Nosotros no tenemos contacto diplomático regular (con Montesinos)...". Todavía hay que investigar el papel que jugó Enaudi durante el proceso de la OEA en Bahamas, que impidieron la continuidad de las presiones estadunidenses hacia Fujimori para el restablecimiento de la democracia en Perú. Eran los tiempos en que el representante de Cambio 90 sostenía una lucha encarnizada con Mario Vargas Llosa, y el SIN tomó partido por el ingeniero Fujimori.

Pero eso ya es historia. Ahora que el ciclo de Vladimiro Montesinos está cumplido, Washington tiene que sacrificar a su peón. La filtración de un video en el que el superasesor de Fujimori entregaba 15 mil dólares al congresista opositor Alberto Kouri, le estalló en la cara al hombre que todo lo controlaba desde las sombras. El asesor de inteligencia y antiterrorismo, el Rasputín de los trajes impecables, bajo perfil y legendarias operaciones clandestinas, actuaba en sus propios dominios como un vulgar sobornador. Otro servicio lo espió y precipitó su caída. El diario Expreso de Lima dijo que el video fue extraído de la oficina de Montesinos por oficiales de la Marina de Guerra, acatando órdenes de la alta jerarquía castrense. El contralmirante Humberto Rosas Bonuchelli es señalado como el hombre que entregó la filmación a la televisión. No parece casual que la defenestración de Montesinos haya ocurrido tres semanas después de la revelación del Plan Siberia, el incidente sobre un oscuro tráfico de armas jordanas para las FARC de Colombia, en el que aparecieron involucrados el propio asesor de Fujimori y altos jerarcas castrenses.

Tal vez Montesinos ya se había vuelto incontrolable y Estados Unidos participó en su caída. La secretaria de Estado Madelaine Albright y el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Sandy Berger, hicieron saber que "desde la primavera pasada" habían ordenado romper las relaciones con el señor Montesinos. ƑEmpujó Washington la caída de "su hombre en Perú"? Quién sabe. Lo cierto, es que el poder montisinista ha llegado al final. Es el fin de un mito. Y sin duda, el comienzo del fin del largo reinado autoritario de Alberto Fujimori en el Perú.