DOMINGO 1o. DE OCTUBRE DE 2000
Ť Javier González Rubio Iribarren Ť
Triunfos, no consuelos
Cineasta inquietante y de culto, no dado a las concesiones, de polémica siempre, Arturo Ripstein la hizo otra vez en San Sebastián, donde se le admira, destino fatal, más que en su país. Con él Paz Alicia Garciadiego, pareja necesaria para un director que a lo largo de toda su obra disfraza su optimismo, no, su esperanza --precepto judío inamovible-- en una reflexión dura, violenta, sobre la crueldad humana cotidiana, la disfraza de así es la vida y a la cual todos, algún día, debiéramos quitarle las ropas para dejarla desnuda y vestirla de nuevo.
Ripstein lleva casi cuarenta años de director incansable, obsesivo, delirante, intolerante, autoritario, violento y tierno, irremediablemente, a pesar de sí mismo, con esa ternura producto de la compasión. Creo que fue John Dos Passos, en sus memorias, quien decía que sólo se puede ser un artista verdadero con compasión. Esa compasión que en su sentido verdadero es la comprensión y aceptación del otro, esa compasión que en la vida no puede estar exenta del dolor, pero también de un guiño malicioso de sentido del humor, negro o cruel o como quieran decirle los especialistas, pero humor al fin. Porque si no muchas cosas de la vida serían intolerables.
Ripstein es un consentido de Europa y de San Sebastián, no por ser un encanto --es bastante tosco y austero-- sino por talentoso, por propositivo, por universal en su visión de la crueldad, la mezquindad, la pequeñez humana que en sus manos --no, en sus ojos-- de artista no es privativa de Latinoamérica. Y porque sabe lo que quiere decir, lo que quiere contar, porque no da brincos complacientes, porque cree y venera la perplejidad.
Paz Alicia también tiene lo suyo. Como ya escribí una vez, le ha dado carácter de creación literaria al guión cinematográfico. Ha mandado al carajo las fórmulas esquemáticas de Sy Field para expresarse con voz propia en lo que imagina y en lo que dicen sus personajes.
En un año, Ripstein hizo dos películas, Así es la vida --que estruja el corazón y el estómago-- y La perdición de los hombres, con su dosis de mala leche. En la aventura se enfrascó también el productor Jorge Sánchez, que es un apasionado trapecista del cine. A él también hay que aplaudirlo. Y a Patricia Reyes Spíndola, la reina de la noche, actriz sin aspavientos amparada en su talento inigualable.
No todo en estos tiempos en la vida es Sidney. Ripstein no ganó la medalla de oro, ganó la Concha de Oro en uno de los cuatro festivales más importantes del mundo, es la segunda vez que lo hace, y Paz Alicia ganó el premio al mejor guión, que ya había ganado en Venecia. Eso es triunfo, no consuelo.