DOMINGO 1o. DE OCTUBRE DE 2000
Ť Antonio Gershenson Ť
País petrolero, energía cara
Se anunció en estos días el cierre, total en unos casos, parcial en otros, de plantas de importantes empresas mexicanas. La causa: el alto precio del gas natural, que en ramas como la siderurgia y la petroquímica, entre otras, es un insumo básico y de alto consumo. Esto, en un país en que las tres cuartas partes del gas en cuestión se sacan junto con el petróleo, y como un subproducto del mismo. Es decir, lo que se ha buscado ha sido sobre todo el petróleo crudo, en unos casos para refinarlo y en otros para exportarlo, y este gas sale, por decirlo así, de pilón.
El precio del gas natural ha subido casi al triple en un año y medio, pero no porque hayan aumentado bruscamente los costos de producción en México, donde, pese a la notoria reducción en las reservas, todavía cuesta poco sacarlo. El alza se debe a que el gobierno decidió, desde hace años, amarrar los precios del gas y otros productos a los de Estados Unidos, y específicamente los del sur de Texas. En el caso del citado combustible, se toma como base un precio que ha aumentado desde 1.65 dólares por millón de BTU en marzo de 1999, a 4.62 en el mes que está terminando.
Esto se ha ubicado en el Tratado de Libre Comercio, pero el tercer miembro de ese tratado, Canadá, que es un productor y exportador importante de este mismo tipo de gas, mantiene precios mucho más bajos que los de Estados Unidos, poco más de la mitad que el precio promedio de sus vecinos del sur, y no le pasa nada.
Si se anunció el cierre de plantas de empresas relativamente fuertes, es posible que, sin mediar anuncios, haya otros casos similares en empresas medianas y chicas. Y no sólo por el gas. Ni siquiera sólo por productos refinados como el combustóleo, cuyos precios también se han disparado al estar caro el petróleo crudo en el mercado mundial.
Al estar indizados con el valor de los combustibles los montos de las tarifas eléctricas de mayor consumo, y al aumentar el precio del gas natural y de otros energéticos, la electricidad entregada en alta tensión, de uso generalmente en fábricas grandes, tuvo un aumento de 42 por ciento entre abril del año pasado y agosto de 2000. Esto amenaza a otras fábricas, las que usan intensivamente la electricidad, como las productoras de aluminio, las refinadoras de cobre y otras más.
Resulta paradójico que, en un país exportador de petróleo, los altos precios de la energía induzcan el cierre de fábricas y, por lo mismo, un mayor desempleo y el peligro de una recesión o una crisis. Y es que ese dinero ni siquiera va a Pemex que, si hiciera como en el pasado inversiones directas en ductos, plantas de refinación, exploración y otras actividades, estaría generando trabajo para muchas empresas y, por lo menos indirectamente, empleo para muchos mexicanos. Pero ya hemos hablado del régimen fiscal de Pemex, que además se ensaña cuando los precios petroleros suben, y llega a cobrarle a Pemex más de lo que tiene para obligarlo a endeudarse más. Esto, con un costo total y financiero muy elevado para el país.
El Congreso de la Unión tendrá decisiones muy importantes que tomar a este respecto: cambiar el régimen fiscal de Pemex, y liquidar el oneroso sistema de endeudamiento no reconocido, de endeudamiento no aprobado ni regulado ni fiscalizado por el propio Congreso, que se agrega a las otras obligaciones que el régimen saliente le deja al país: la deuda reconocida como tal, la superdeuda del Fobaproa-IPAB, y esta última de la que hablamos aquí, bautizada como Pidiregas.
Al Poder Ejecutivo corresponderá, además de la parte que juega en los puntos anteriores, cambiar el sistema tarifario para adecuarlo a los costos nacionales y no a lo que suceda o deje de suceder en otro país.