SABADO 30 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť Marcos Roitman Rosenmann Ť

La posesa: transición y sus exorcistas

En América Latina y entre sus teóricos sociales existe una tendencia hacia el sadomasoquismo intelectual. Cuando acontecen procesos político-sociales relevantes, las interpretaciones hegemónicas se construyen a partir de consideraciones por déficit o por exceso. Es decir, los hechos suceden por falta de democracia, por exceso de autocracia, por déficit de gobernabilidad o superávit de anarquía. Así, los sujetos y actores sociales no tienen identidad propia. Son seres malditos, poseídos por los demonios a los cuales hay que exorcizar si se quiere obtener algún cambio relevante. Y qué mejor exorcista que el poseedor de la racionalidad política neoliberal, defensor de la globalización, amante del progreso y la modernización. En definitiva: un ser que transite en la transición.

Cual pez en el agua, el exorcista afirma: tenemos crisis de la teoría. No somos capaces o no hemos sido capaces de entender la profundidad de los cambios ocurridos en los últimos 30 años. Señalan la necesidad de cambiar, de transformar, de transitar y de adaptarse a los nuevos acontecimientos. Es decir, pensar como piensa y actuar como actúa el poder. Son pragmáticos y se denominan progresistas y solidarios.

En este maremágnum la confusión prospera. El pensamiento borroso se convierte en un principio de explicación y todo es relativo. El uso y abuso de conceptos y definiciones, muy propio de una parte de la elite política, se vuelve una práctica cotidiana que lamentablemente se traspasa a la esfera de las ciencias sociales.

Así los exorcistas pueden realizar su trabajo. Forman parte de la estructura de poder, aunque son críticos de sus excesos. Conocen las debilidades de la carne, han pecado y ahora asumen su nuevo papel, por ello se convierten en los máximos exponentes de un cambio social que adjetivan como proceso de transición a la democracia.

ƑPero qué es la transición? Gino Germani, sociólogo italo-argentino, fue uno de los primeros teóricos que en América Latina expusieron los criterios que podrían definir un proceso de transición. Los títulos de sus obras lo atestiguan: Política y sociedad en una época de transición y Sociología de la modernización. Lo interesante de su definición está en la separación que establece entre cambio social y transición. Si por un lado el cambio es un aspecto normal de la sociedad, por ejemplo el envejecimiento de la población; la transición sería un proceso de cambio generalizado de estructuras. Estructuras del pensar y del actuar. Sociales y políticas. Económicas y culturales. En otros términos, presupone una transformación global en las relaciones sociales.

La transición es un fenómeno cuya especificidad requiere no adjetivar cualquier proceso de cambio social como tal. No se trata de un reduccionismo, sí de un determinismo causal. Cualquier adjetivación de cambio político como proceso de transición no sólo trae confusión, además provoca un estado de indeterminación conceptual y favorece la actuación de los exorcistas, expertos en transiciones y cambios.

Podemos hablar genéricamente de transición cuando estamos en presencia de fenómenos de cambio tales como régimen político, cuando afecta al proceso de secularización y socialización, cuando cambia el modo de producción: feudalismo, capitalismo o comunismo. Pero no es pertinente su uso cuando se habla de cambio de partido en el gobierno. Es más, ni siquiera cuando ese cambio puede alterar en parte el mecanismo de cooptación de la elite política.

La falta de rigor teórico no es algo nuevo, es tan antiguo como el debate entre sofistas y lógicos. Recuperar el rigor puede ser el primer punto de referencia para poder definir un proceso político tan rico y novedoso como el que puede vivir México. De lo contrario debemos decir, en esta dinámica del maremágnum, que una guayaba no se puede definir porque su existencia es una degeneración de la manzana europea, por tanto quedémonos con la manzana europea, más fácil de digerir. En otros términos, aceptemos que cualquier cosa es transición y no nos metamos en honduras.

Por último, no ocultemos el carácter histórico de un concepto como el de transición, sometido a un proceso de evolución en su configuración teórica. Sin embargo, ello no puede significar la pérdida de identidad en cuanto capacidad para explicar la emergencia de un fenómeno específico. No hablamos de indeterminación, hablamos de riqueza de un concepto histórico capaz de sobrevivir en el tiempo. Así, de igual manera que una silla puede ser estilo isabelino o rústico, una transición puede ser adjetivada desde su peculiar realidad. Sin embargo, una silla se define por sí y no por su forma isabelina o rústica, eso es harina de otro costal.