VIERNES 29 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť ECONOMIA MORAL

Pobreza y clase social
Julio Boltvinik
La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del libre mercado: el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

Introducción

En los países desarrollados dominaba la idea de que los pobres eran los que no trabajaban (por desempleo, alcoholismo o flojera). Eso está cambiando, y ahora se habla cada vez más de los pobres que trabajan (working poor). En los países subdesarrollados ha prevalecido la idea de que la pobreza se asocia con actividades tradicionales, mientras que en las modernas no habría pobreza. En la columna de la semana pasada vimos la fuerte asociación que hay entre acceso a la seguridad social y tamaño de establecimiento, por un lado, con menores incidencias de la indigencia, pero con mayores de la pobreza no indigente. En términos de la suma de pobres (indigentes más pobres no indigentes) vimos que ésta es menor entre quienes tienen acceso a la seguridad social y trabajan en establecimientos mayores. Es decir, si asociamos mayor tamaño de establecimiento y acceso a la seguridad social con modernidad, y los menores tamaños y el no acceso a la seguridad social con lo tradicional, la evidencia analizada sugiere que los indigentes son el signo de la economía tradicional y que los pobres no indigentes, y no los no pobres, como se suele creer, son el signo de la modernidad. Que, por tanto, la economía moderna, capitalista, de mercado, en las condiciones actuales de México, genera pobreza no indigente. Veamos qué nuevos aprendizajes nos puede dar la evidencia adicional que hoy examinamos sobre la relación entre clase social y pobreza.

Las posiciones ocupacionales de los ultrapobres

El concepto de posición en la ocupación que se utiliza en las encuestas de hogares y censos de población, es una aproximación al concepto de clase social. Como se aprecia en el Cuadro 1, en el que se presenta la pobreza asociada a la posición ocupacional del jefe del hogar, de las posiciones ocupacionales listadas, dos de ellas corresponden a la clase social de los asalariados: los jornaleros (agrícolas) y los obreros y empleados; la categoría de patrón, que se ha dividido en dos subcategorías, según el tamaño del establecimiento (hasta cinco personas, y seis y más), corresponde a la "clase capitalista empresarial". El trabajador por cuenta propia forma una categoría intermedia entre las dos clases sociales principales, puesto que depende de su trabajo para vivir, pero a diferencia de los asalariados no trabaja para otros a cambio de un salario. Es un grupo muy heterogéneo, que incluye desde los campesinos hasta los vendedores ambulantes, pasando por las microempresas familiares. Para completar las posibles situaciones del jefe del hogar se han añadido los hogares en los que el jefe está ausente, desempleado e inactivo. En el cuadro las posiciones en la ocupación se han ordenado de mayor a menor incidencia de la indigencia. Entre los jornaleros agropecuarios se presenta la peor situación: 81.4% de los hogares encabezados por un jornalero (o jornalera) son indigentes y menos de 1% (el 0.8%) son no pobres. Le siguen en orden los hogares con jefe ausente y aquéllos en los que trabaja por cuenta propia, pero con una incidencia muy por abajo del primero (56.5% y 55.8%). Estas son las tres situaciones del jefe del hogar que se asocian con una incidencia de la indigencia mayor al 50%. El promedio nacional, tal como se indica en el cuadro es de 41.6% de los hogares.

El trabajo de jornalero difícilmente puede asociarse con la economía tradicional. Aunque se trata del sector agropecuario, ser jornalero conlleva una relación asalariada y la existencia de un capitalista. Las grandes empresas  agr cuadro 1 opecuarias contratan una gran cantidad de jornaleros, particularmente para las cosechas. Una parte muy importante de ellos son jornaleros migratorios temporales, que son los más pobres de los pobres. No sólo es su ingreso paupérrimo, sino que el trabajo es eventual y sin prestaciones, y se ven obligados a vivir en jacalones sin servicios. Migran solos, con los consiguientes efectos de desintegración familiar, o peor aún, migran con toda la familia y trabajan todos, incluidos los niños y las niñas.

En la categoría de jefes ausentes se incluyen aquéllos que han estado lejos del hogar por tres o más meses, por lo que debe incluir muchos trabajadores que migran dentro del país como hacia Estados Unidos. Aunque este grupo es el segundo con mayor indigencia, incluye un 19% de no pobres, muy cercano al promedio nacional, lo cual puede reflejar la importancia de las remesas enviadas desde el exterior. Aquí hay también elementos no sólo de modernidad sino de globalización, de la globalización realmente existente, que como se ve, se asocia también con una muy alta incidencia de la indigencia.

Entre los trabajadores por cuenta propia se incluyen aquéllos que manejan un negocio familiar (en el cual los demás miembros participantes se clasifican como trabajadores familiares no remunerados) y los trabajadores solitarios. Desde el punto de vista de la incidencia de la pobreza (suma de la indigencia y de la pobreza no indigente) son el segundo grupo más pobre. En este caso, hay muchos elementos de economía tradicional, como en el caso de los campesinos que cultivan la tierra con la familia, así como de marginación o exclusión del mercado de trabajo formal. En efecto, muchos de ellos optan por este tipo de actividad porque no logran conseguir un trabajo asalariado adecuadamente remunerado y estable. Muchos otros, sin embargo, reflejan las nuevas maneras de la explotación capitalista. Para disminuir sus costos, muchas empresas globalizadas o no han optado por subcontratar a productores pequeños e incluso a familias que les maquilan parte del proceso de producción. Incluso, muchos vendedores ambulantes son también una especie de comisionistas de empresarios que les proveen el capital de trabajo. Así, mucho trabajo subordinado aparece disfrazado de trabajo por cuenta propia. Lamentablemente estas modalidades no se pueden captar en las encuestas, que no profundizan en las relaciones sociales de producción. Se trata de uno de los rostros de la globalización que los globalifílicos o globalilovers no ven o no quieren ver.

Ni los jornaleros agrícolas ni los trabajadores por cuenta propia tienen acceso a la seguridad social. Aunque en el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP) que utilizo para medir la pobreza, uno de los componentes es el acceso a la seguridad social, no se logra de esta manera capturar el peso brutal de la vulnerabilidad que ello implica. Enfermar- se, para un jornalero o para un trabajador agropecuario y su familia conlleva el doble costo de cubrir los gastos de la atención médica (o someterse a la incertidumbre de la atención médica a población abierta del sector público, que carece de normas que permitan saber al usuario a qué atención tiene derecho), al tiempo que se dejan de percibir ingresos. Es muy difícil valorar adecuadamente esta vulnerabilidad en las mediciones de pobreza, pero uno de los autores pioneros de la economía moral, John Scott, hace notar que los campesinos del mundo prefieren ingresos bajos pero estables, que ingresos más altos, en promedio, pero con fluctuaciones que los sitúan debajo del nivel de subsistencia en algunos años (1). Cuando se vive cerca del nivel de subsistencia biológico, la inestabilidad de los ingresos es una grave amenaza. Los trabajadores por cuenta propia son la población objetivo principal de una política de apoyo a la economía popular, a través de la banca social y la promotoría social.

Otras posiciones ocupacionales

El nivel más bajo de indigencia se presenta entre los obreros y empleados (27.2%), lo que sin embargo se encuentra contrarrestado por uno de los niveles más altos de pobreza no indigente (43.5%). Esta es la población objetivo de la política salarial. Otra vez, ser asalariado no agrícola se asocia fuertemente con la pobreza no indigente. El nivel más bajo de pobreza (indigente y no indigente) se presenta entre los patrones con seis y más trabajadores (60%), seguidos por los patrones con 1 a 5 trabajadores. A pesar de ello, resulta evidente que el nivel de ingresos (y de vida) de los patrones está fuertemente subestimado, como resultado del rechazo a la presencia de encuestadores en los hogares y en los barrios ricos (especialmente en aquellos que tienen acceso controlado). Los verdaderamente ricos, además, no tienen que trabajar ni administrar empresas. Pueden vivir de sus rentas (dividendos, intereses y rentas de inmuebles), lo que está aún más subestimado en las encuestas.

Distribución del ingreso y estratos de pobreza

cuadro 2En el Cuadro 2 se presenta la distribución de las diferentes fuentes de ingresos de los hogares entre los estratos sociales. En el último renglón se presentan las proporciones de personas en cada estrato (incluyendo todos los miembros del hogar). Así, se puede apreciar que los indigentes, que constituyen 45.6% de la población nacional, reciben 16.7% de los ingresos totales de los hogares. En un extremo, reciben sólo 5.6% de los ingresos de negocios propios de más de 6 trabajadores y 6.8% de la renta del capital. En el otro extremo, reciben entre 21% y 22 % del ingreso proveniente de negocios propios de uno a cinco trabajadores y de las transferencias. En todos los casos, los no pobres, que representan sólo 18.4% de las personas, se apropian de la proporción más alta de las fuentes de ingresos, en la mayoría de ellas de más de la mitad. Por ejemplo, de los sueldos y salarios, se apropian del 51%, dejando a los pobres no indigentes con 34% y a los indigentes con 15%. Incluso en las transferencias se apropian de la mitad. Un caso interesante es que las transferencias del Procampo (que no se muestran en el Cuadro) se distribuyen en 64% a los no pobres, 28% a los pobres no indigentes y 8% solamente a los indigentes, una distribución más inequitativa que la del ingreso total y, en el caso de los indigentes, de un orden de magnitud similar a la de negocios propios y renta del capital.

Desde otra perspectiva, mirando la composición por fuentes de los ingresos destaca que los tres estratos sociales tienen en los salarios y sueldos la fuente principal de sus ingresos totales, lo que en parte refleja la subestimación de otras fuentes (esto no se muestra en el cuadro). Sin embargo, el peso más alto lo alcanza entre los pobres no indigentes (70.2%) y el más bajo entre los indigentes (57.6%). La segunda fuente de ingresos en importancia es también la misma en todos los estratos: los ingresos por negocios propios que, paradójicamente, alcanza su nivel relativo más alto entre los indigentes, donde representan 24.6%, seguido de los no pobres (22.7%) y de los pobres no indigentes (19.3%). También entre los indigentes alcanzan el nivel relativo más alto las transferencias (11.7%), que se ubican, por cierto, en todos los estratos como la tercera fuente en importancia. La renta del capital está sumamente subestimada y sólo representa entre los no pobres el 3.6% de los ingresos.

Conclusiones

La evidencia examinada refuerza la tesis sostenida en la introducción. La modernidad capitalista del país genera predominantemente pobreza no indigente, aunque también genera indigencia. Esta, por su parte, se asocia de manera más fuerte con las actividades agropecuarias y las de cuenta propia, parcialomente asociadas con marginación o actividades tradicionales.

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(1) James C. Scott, The Moral Economy of the Peasant, Rebellion and Subsistence in Southeast Asia, New Haven y Londres, Yale University Press, 1976. Para una síntesis de sus ideas véase mi columna del 12 de marzo de 1999, titulada ¿Qué es la economía moral? en este mismo espacio.