MIERCOLES 27 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Marchó por San Mateo Atenco ante la algarabía de sus vecinos
Segura dirigirá el deporte en el Distrito Federal
Ť La cúpula perredista se apersona para hacerle un homenaje al "campeón sin medalla"
María del Socorro Castañeda, corresponsal y Jorge Sepúlveda Marín, enviado, San Mateo Atenco, estado de México, 27 de septiembre Ť El marchista de 20 kilómetros Bernardo Segura escuchó el ofrecimiento y de inmediato aceptó convertirse en el director del Instituto del Deporte del Distrito Federal, en la administración de Andrés Manuel López Obrador, quien estuvo de visita en este municipio.
Desde las 11:30 horas arribó el "campeón sin medalla", como se ha autoproclamado, a la zona central de este lugar, desde donde inició un caminata por las calles. Agradeció a los zapateros con una visita. Se entrevistó con dos sacerdotes, sus soportes espirituales. Luego, al lado del ex marchista Martín Bermúdez, dio algunos pasos de andarín, ante la ovación de medio millar de seguidores.
Montado en un vehículo llegó hasta "la curva", donde una carpa de unos 150 metros cuadrados le dio sombra, al lado de su numerosa comitiva, en la cual estaba, obviamente, su familia. Poco antes había saludado de mano y abrazo al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y algunos de sus acompañantes. Todos sonreían.
Minutos más tarde, arribó al lugar el jefe de Gobierno electo del DF. Era un verdadero mitin político. Todo lo expresado allí, no eran sino alabanzas, porras y gritos en favor de Segura Rivera, quien nunca se cansó agradecerlos. Hasta el presidente municipal y el representante del gobernador mexiquense se desvivieron en agradecimientos y loas para el "héroe de San Mateo Atenco", como lo llamaron sus paisanos.
El marchista perredista recibió varios reconocimientos, humildes casi todos. Una placa de cristal del ausente gobernador, un cuadro religioso -"otra medalla de oro, para los que creemos en Dios, dijo el andarín-, y aplausos, miles de aplausos. Hablaron todos. Cárdenas dijo que era un ejemplo. López Obrador estimó que Segura no falló en el deporte y menos lo hará en la administración pública. Se respiraba alegría.
Y ante la petición, a nombre de los pobladores del lugar, Segura recibió la promesa del gobierno estatal de que para el 2001 se inauguraría una ciudad deportiva aquí, lo que los lugareños respondieron con una fuerte ovación, expresión que antes había sido de gritos y silbidos contra los directivos priístas.
Luego de poco más de dos y media horas entre el aire, el sol y el ruido, Segura respondió preguntas de la prensa nacional e internacional, hasta que su gente, sus vecinos se apoderaron de él. Luego se fue a casa festejar con su familia y varios de sus más allegados. Así continuó no ya su marcha, sino su carrera política.