MIERCOLES 27 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť La guerra, único acto de gobierno que conocen
Se perfila permanente el cerco a las comunidades zapatistas
Ť Se aceleran trabajos de edificación de los cuarteles militares
Hermann Bellinghausen, enviado, La Realidad, Chis., 26 de septiembre Ť En horas de la tarde una veintena de vehículos militares atraviesa la comunidad de ida y regreso. Es la dosis mínima diaria de militarización para estos tojolabales obstinados en la resistencia. Nada más por lo que dicen los noticieros de la radio se sabe aquí que el gobierno de Zedillo perdió las elecciones; que tanto el país como el estado cambiarán pronto de mandatarios, y que los que vienen aseguran que sí les harán caso. La guerra es el único acto de gobierno que conocen día tras día esta y centenares de comunidades y municipios autónomos más. En La Realidad nada ha cambiado.
Al contrario. El cerco se endurece y tiene todos los visos de convertirse en permanente. Los más próximos campamentos-cuarteles del Ejército federal, ambos a menos de 15 kilómetros de esta emblemática comunidad zapatista, se han urbanizado completamente. Ciudadelas de concreto y acero en el corazón de la selva Lacandona, en contundente contradicción con el paisaje vegetal y humano. Guadalupe Tepeyac y Río Euseba, aún en edificación, son ya moles de piedra y calles asfaltadas: grandes arsenales, trincheras, torres, decenas de vehículos de combate, artillería ligera y pesada, helipuertos, supermercados, estacionamientos.
Es más, los trabajos de edificación se aceleraron notablemente después de las elecciones del 2 de julio, como en una carrera contra-reloj. Lo mismo ocurre en un sitio aún más remoto, dentro de la reserva de la biosfera Montes Azules: Amador Hernández, a dos ciudadelas militares de aquí (Euseba y San Quintín) y menos de 50 kilómetros. En semanas recientes se ha registrado un numeroso traslado de material de construcción vía aérea hacia dicho lugar.
Estos nuevos sanquintines tienen en común que se asientan ilegalmente sobre tierras ejidales y contra la voluntad de los propietarios. El cuartel que rodea el puente sobre el río Euseba, en ambas riberas, ocupa tierras que detentan en común La Realidad, San Cristóbal Buenos Aires y Guadalupe Los Altos. La comunidad de Miguel Hidalgo, vecina al cuartel, ha visto trastornada su existencia cotidiana de manera irremediable. El Ejército federal entregó dinero a un grupo de priístas de Guadalupe Los Altos, lo que ciertamente no bastó para cubrir el expediente legal (en caso que esa fuera la intención). Tierras agrícolas hoy ocupadas y destruidas por miles de soldados que apuntan sus armas contra las comunidades despojadas.
Pero la visión más terrible sigue siendo el viejo Guadalupe Tepeyac. El paraje donde los zapatistas construyeron su primer Aguascalientes ya tiene estos días muros de roca, calles, hangares, unidades habitacionales de varios pisos. A la vez, la población originaria no sólo sigue abandonada; está destruida. Cubiertas de maleza, en avanzado deterioro, las casas del pueblo expulsado ya son la primera zona arqueológica maya del siglo XXI.
Mientras los gobiernos entrantes han hablado, laxamente, de una eventual desmilitarización, las fuerzas armadas van derecho y no se quitan.
Comunidad destruida en Montes Azules
Bajo el vuelo circular de un helicóptero blanco, al parecer de la Policía Judicial, en el alero de la casa ejidal de La Realidad, Roberto cuenta las últimas novedades de Montes Azules, y se acuerda de la vez que aterrizó en el patio de la escuela un helicóptero, "de Televisión Azteca y de Albores", precisa. "Y nomás vino a tirar la escuela".
"Los compañeros de San Francisco (otra población dentro de Montes Azules) informaron que los cafetales y las casas de San Lorenzo fueron tiradas por gentes de Amatitlán y Río Azul, que las mandó el gobierno". Aclara que las tres comunidades son priístas, y quedan "por allá de Argentina y Pico de Oro", o sea en el extremo sureste de la reserva. Habría que agregar que en Amatitlán se encuentra un campamento militar con alrededor de 2 mil soldados.
"No se sabe quién lo mandó sembrar allí unas plantaciones desconocidas, y dejar todo como para que la gente no vuelva. Toda la orilla del camino plantaron de esa planta que llaman 'Nescafé', nadie dice para qué".
"En la comunidad de Sabanilla, abajo de Benito Juárez Miramar, llegó un ingeniero del gobierno ofreciendo 90 mil pesos por recolectar una planta del monte y podérsela llevar", agrega Roberto. "Son priístas, pero no aceptaron".
De lo que ocurre en La Realidad, refiere que los helicópteros "se turnan" en sus sobrevuelos con aviones militares de reconocimiento, "casi diario".
Interrogado sobre cómo ve los cambios de gobiernos, Roberto declina responder, al igual que los representantes tanto de la comunidad como del municipio autónomo San Pedro de Michoacán. Por lo demás, eso es lo que uno obtiene al formular esa clase de preguntas en prácticamente cualquier comunidad rebelde. Tal es la expresión in situ del "silencio zapatista". Y como en los Altos, la zona norte y otras partes de la selva, ante los cuestionamientos que uno haga, los indígenas se remiten al asedio que viven, el despojo de sus tierras, el saqueo de sus recursos.